– Siempre hemos barajado la posibilidad de que el Carnicero conozca a las chicas de la universidad.
– ¿Habéis hecho una búsqueda del personal que trabaja en la universidad y de los alumnos que han pasado por ahí en los últimos quince años?
– Hemos cruzado los rasgos de los empleados que coinciden con el perfil de la base de datos de la policía, pero no hemos obtenido resultados. Lo más serio que tenemos es un profesor de sociología que fue detenido en los años setenta por desobediencia civil, y un conserje detenido por conducir bajo los efectos del alcohol hace ocho años.
– Vuelve a procesar los datos -dijo Quinn. Nick frunció el ceño y Quinn se retuvo. No quería que Nick pensara que él tomaba el mando-. Quiero decir, que deberíamos centrarnos en todos los hombres blancos solteros que pasaron por la universidad, sean alumnos, empleados o profesores que tuvieran menos de treinta y cinco años el año que Penny desapareció.
– ¿Treinta y cinco?
– El perfil original -explicó Quinn- señalaba que el Carnicero era un hombre blanco soltero entre veinticinco y treinta y cinco años, y que conocía al menos a una de sus víctimas.
– Al principio creímos que conocía a Miranda o a Sharon, ya fuera del campus, la hostería, o de donde trabajaba Sharon -siguió-. Pero cuando llegamos a la conclusión de que Penny Thompson fue su primera víctima, pensamos que lo más probable es que Penny conociera a su agresor y que Miranda y Sharon fueran desconocidas.
– Sin embargo, había cientos de posibles sospechosos -observó Nick-. Recuerdo haber hecho docenas de interrogatorios sin llegar a ninguna parte.
Quinn lo recordaba. Eran demasiadas las personas que habían tenido contacto con Penny, y al reducir el número hasta tener una lista final de quienes la conocían bien, entre ellos el novio, los profesores, los tutores de sus asignaturas, nadie encajaba en el perfil.
Tampoco facilitaba las cosas el hecho de que Penny hubiera desaparecido tres años antes del secuestro de Miranda y Sharon.
Quinn no habló al ver que la camarera se acercaba con sus tostadas. Bozeman era una ciudad pequeña, a pesar de los doce mil alumnos de la universidad situada en las afueras. Las paredes tenían oídos. Las lenguas se soltaban fácilmente.
– El sheriff Donaldson estaba convencido de que a Penny la mató su novio -dijo Nick-. Pero eso nunca fue más allá. No había pruebas que lo relacionaran con su desaparición. Al final, sospechamos que Penny había sido la primera víctima del Carnicero, pero a esas alturas su padre ya se había deshecho del coche.
Nick acabó su café y dejó la taza en la mesa con un golpe.
– Nos estamos perdiendo, Quinn. El cabrón se ha cobrado otra víctima y nosotros no tenemos pruebas, testigos ni sospechosos. La prensa se lo va a pasar en grande.
– La hemos encontrado rápido. Eso siempre es una buena noticia. ¿A qué hora comenzarán la autopsia?
Nick miró su reloj.
– En diez minutos. Deberíamos irnos -dijo, y acabó el café.
Quinn detestaba las autopsias. No sabía qué temía más: si ver el cuerpo de Rebecca Douglas sobre la mesa o imaginar a Miranda bajo ese mismo bisturí.
Fran se acercó a la mesa con un termo de café recién hecho y un periódico.
– Lo acaban de dejar -dijo, y dejó el periódico frente a Nick-. Si no te importa que lo diga, Elijah Banks es un capullo y todos lo saben. Su madre estará revolviéndose en su tumba, pobrecita.
CADÁVER ENCONTRADO EN EL BOSQUE
La oficina del sheriff
no ha confirmado la identidad.
Elijah Banks
Corresponsal especial del Chronicle
BOZEMAN, MONTANA – El sheriff del condado de Gallatin, Nick Thomas, no ha querido confirmar ni negar que el cuerpo de la mujer encontrado ayer por la mañana fuera el de la estudiante de Bozeman, Rebecca Douglas.
«Todo indica que ha sido el Carnicero», señaló una fuente de la oficina del sheriff que ha querido permanecer anónima.
El sheriff Thomas ha reconocido a regañadientes que cuenta con la ayuda de un agente especial, Quincy Peterson, de la oficina del FBI en Seattle. El agente Peterson, más experimentado, participó hace doce años en la investigación sobre la desaparición de dos estudiantes universitarias, Sharon Lewis y Miranda Moore. Lewis fue encontrada muerta y Moore escapó, pero no pudo identificar al asesino.
El cuerpo de la mujer sin identificar fue descubierto a primera hora de la mañana del sábado por Ryan Parker y dos amigos. Ryan, de once años, es hijo del juez del Tribunal Superior, Richard Parker. Hacia mediodía, más de cuarenta alguaciles del sheriff y voluntarios peinaban la zona situada a seis kilómetros al este de Creek Road y quince kilómetros al sur de la Ruta 84. Nadie ha podido confirmar concretamente qué tipo de pruebas buscaban.
«Cuando la encontramos, pensamos que podía ser la chica desaparecida – dijo Parker-. Estaba desnuda.»
Una fuente de la oficina del alcalde ha dicho «Ya era hora», al saber que el FBI vuelve a participar en la investigación. «Necesitamos un equipo de profesionales competentes para dar con este asesino de una vez por todas. Las mujeres de Bozeman tienen miedo, y con razón.»
La noche del viernes pasado, la señorita Douglas salió del Salón Hannon de la Universidad de Montana State en su propio coche para acudir a su trabajo en la pizzería de la Interestatal 191. No volvió al campus. Su compañera de habitación comunicó a la seguridad del campus que la señorita Douglas estaba desaparecida y posteriormente llamó a la oficina del sheriff del condado de Gallatin. La policía no tardó en encontrar su coche en el aparcamiento de la pizzería.
La primera víctima conocida del Carnicero…
Nick dejó el periódico sobre la mesa de un golpe, y el café se derramó por el borde de la taza.
Quinn también opinaba que la entrevista de Eli a Ryan Parker era inaceptable. ¿Dónde estaba el juez Parker ahora? ¿Por qué no le había parado los pies?
No era sólo la entrevista de Ryan. A Quinn no le agradaron las provocaciones de Eli contra la oficina del sheriff. Lo último que necesitaba en ese momento era una guerra de feudos que enlodara la investigación. Los hombres de Nick ya lo miraban como a un extraño. Si sospechaban que intentaba minar la influencia de Nick, nadie querría ayudarle.
Tenía que ganarse la confianza de esa gente.
– Haré una declaración oficial -dijo Quinn, y dejó unos dólares sobre la mesa.
Nick le lanzó una mirada al salir de la cafetería. Se detuvieron junto a su camioneta.
– No sé de qué servirá eso.
– Es tu investigación, Nick. Yo no estaría aquí si no me hubieras invitado. Eso lo sabes.
– ¿Estoy haciendo las cosas bien? ¿He pasado algo por alto? Quinn alzó las manos.
– Para. No te sirve de nada ponerte a especular. Has puesto todos los puntos sobre las «íes», has cumplido cabalmente con tu deber, y no creas que yo no sería el primero en decir algo si no hubiera sido así. Pero jamás iría primero a ver a los de la prensa, sino a ti. Espero que eso lo tengas claro.
Nick cerró los ojos.
– Lo sé, lo sé. Lo que pasa es que Eli me rompe los huevos, ¿sabes?
– Sí, es un capullo.
Caminaron una manzana hasta el centro público, donde el forense tenía su despacho y laboratorio.
– ¿Cómo se ha tomado Miranda lo de que te alojes en la hostería? -preguntó Nick.