Выбрать главу

– Déjeme añadir otro rumor o suposición a los que ya existen del Renacimiento: la conspiración Maquiavelo. ¿Sabe lo que es?

– No.

– Se supone que Maquiavelo escribió un apéndice a su conocida obra El príncipe. -De nuevo, Marten repetía lo que le había contado Demi-. En él creaba el concepto de una sociedad secreta que se dotaba de poder a través de la documentada participación de sus miembros en un asesinato ritual muy elaborado que tenía lugar una vez al año. La idea era que la complicidad deliberada y comprobada en el asesinato creaba lazos de sangre entre ellos y les daba la licencia para actuar con mucha agresividad, sin escrúpulos, como un grupo consciente de que podían ser llevados a la horca si alguna vez se sabía lo que habían hecho. Eso los convertía en una banda bastante peligrosa, en especial si los implicados eran miembros de un grupo ya muy poderoso e influyente.

El presidente apretó los ojos:

– ¿Qué tiene que ver esto, o el signo de Aldebarán, con…?

– Ha hablado de un culto secreto de brujería -le interrumpió Marten-. ¿Eran brujos o brujas?

– Depende de dónde y de la época de la que estemos hablando.

– ¿Y si hablo de aquí y ahora, presidente?

– No le comprendo.

– Merriman Foxx lleva el signo de Aldebarán tatuado en el pulgar izquierdo. El reverendo Beck creo que también, no se puede saber porque sufre un trastorno de pigmentación en la piel. La doctora de Caroline Parsons, Lorraine Stephenson, tenía el mismo tatuaje. Y también lo llevaba, según Demi, su hermana desaparecida. Esta gente son miembros de una secta secreta de brujos que lleva como signo de identificación el símbolo de Aldebarán. -Marten miró a través del cristal de seguridad. Miguel miraba hacia la carretera. Si ahora los podía oír, o si había estado escuchándolos todo el viaje, no se le notaba en absoluto. Marten volvió a mirar al presidente-. ¿Ha hablado usted de una fuerte influencia política, presidente? ¿Y si eso fuera algo más que sólo algo entre sus, «amigos» y Merriman Foxx? ¿Y si tiene que ver también con las brujas? ¿Y si la conspiración Maquiavelo no fuera un apéndice de El príncipe de rumoreada existencia, sino algo real? Algo que un grupo especial adoptó como Biblia particular y ha llevado a la práctica… ¿Y si su culto secreto de brujas existió en realidad? ¿Y si sigue existiendo? Y no sólo en Europa, sino en Washington…

El presidente Harris respiró profundamente y Marten vio cómo la terrible presión de lo que estaba ocurriendo le empezaba a pasar factura, tanto como persona como en calidad de presidente.

– Si hay en realidad una respuesta a esto, tal vez el doctor Foxx sea capaz de ofrecérnosla. -El presidente siguió mirando a Marten un rato más y luego se volvió hacia la ventana para mirar el paisaje en movimiento. Parecía todavía más preocupado e introspectivo que antes-. Vamos de camino a Montserrat, señor Marten, con la esperanza de encontrar al doctor Foxx y enfrentarnos a él -dijo, todavía con la vista perdida en el paisaje-. Sin tener en cuenta todo lo que ha hecho como científico, sus experimentos, las armas que ha desarrollado, hay que tener presente que ha sido soldado profesional la mayor parte de su vida. -El presidente se volvió a mirar a Marten directamente-. Puede que tenga casi sesenta años, pero por lo que he oído, está fuerte y en forma. Y es una persona dura. En el maldito proyecto sobre el que tenemos que indagar probablemente lleve trabajando años, desarrollándolo hasta el punto de que ahora debe de estar listo para su aplicación. ¿Por qué hemos de pensar que nos dirá algo sobre él? No tenemos ningún motivo para creer eso. Si yo fuera Foxx y me encontrara en su misma situación, desde luego no diría una palabra. -Una expresión de desesperación se apoderó de su rostro-. Me pregunto, señor Marten, si estamos preparados para un adversario con el que ya tendríamos mucha suerte en el caso de encontrarlo; si no se reirá de nuestras preguntas y al final nos quedaremos sin nada.

– Creo, presidente -dijo Marten, a media voz pero con fuerza-, que dependerá de dónde y bajo qué circunstancias se le hagan las preguntas.

73

Hotel Ópera, Madrid, 9.22 h

– Muchas gracias -le dijo amablemente Peter Fadden al recepcionista. Luego, mientras garabateaba su nombre en el recibo de la tarjeta de crédito, recogió su bolsa y se dirigió hacia la puerta principal, con el tiempo justo para coger su vuelo de las once a Barcelona.

Fuera, el portero llamó un taxi con un gesto. El taxista se arrimó, se detuvo y luego se marchó sin pasaje. Fadden y el portero intercambiaron miradas de sorpresa y luego el portero le hizo una señal al siguiente taxi de la parada. Como el primero, se arrimó a la acera y se detuvo, sólo que esta vez no se marchó inesperadamente, sino que salió del taxi y miró al portero para recibir indicaciones.

– Aeropuerto de Barajas -dijo Fadden antes de que el portero pudiera hablar. Luego le dio una propina, abrió la puerta de atrás, tiró la bolsa al asiento y se subió al lado. En cuestión de segundos el taxi se volvió a incorporar al tráfico.

Comisaría central de Barcelona, a la misma hora

Hap Daniels y el agente especial Bill Strait estaban como el resto del contingente del Servicio Secreto que había volado desde Madrid, agotados física y mentalmente y con la sensación de estar sucios e incómodos por las más de veinticuatro horas seguidas que llevaban en aquella intensa locura. Aunque tenían habitaciones reservadas en el hotel Colón, frente a la catedral de Barcelona, aquí se les había instalado un dormitorio temporal en una sala de reuniones del sótano, cerca de la sede de mando central en la que un grupo de treinta y seis policías de Barcelona, miembros del servicio de inteligencia español, la CIA y los agentes del Servicio Secreto estadounidense trabajaban en un sistema de comunicaciones atiborrado con la información que iba llegando de los puntos de control y de los equipos de búsqueda. Un grupo supervisado por el propio Hap.

– Veinte minutos -dijo al grupo al mando, mostrándoles dos veces los diez dedos de las manos-, sólo necesito veinte minutos.

Entonces le hizo un gesto a Bill Strait y se fue a la zona de dormitorio, donde había media docena de agentes del Servicio Secreto echando siestas en improvisados colchones; allí planeaba tumbarse y cerrar los ojos durante aquellos preciosos veinte minutos.

Strait entró con él y Hap cerró la puerta, luego llevó a su adjunto hacia un rincón alejado de los demás.

– Lo que está ocurriendo no es un acto delictivo -dijo en voz baja-. No es obra de terroristas ni de ningún gobierno o agentes extranjeros. Es el POTUS el que intenta escaparse.

– No entiendo qué quieres decir, Hap -dijo Strait también en voz baja-; ésa es nuestra hipótesis desde Madrid. Está enfermo.

– Si él está enfermo yo soy un burro de tres patas. Se escapó por los conductos del aire acondicionado del Ritz, se quitó un peluquín que no sabíamos que llevaba y consiguió viajar de Madrid a Barcelona sin ser visto. Llegó hasta Marten sin que lo supiera nadie y se escapó del puto hotel y de la ciudad ante nuestras propias narices. No estamos hablando de ningún enfermo, sino de alguien totalmente decidido a no dejarse atrapar que está actuando con más astucia que nadie.

– La gente es capaz de cosas increíbles cuando está jodida, Hap. Hasta los presidentes.

– No sabemos si está jodido. Lo único que sabemos es lo que nos han dicho Lowe y el doctor Marshall. Y a menos que haya algo que nos ocultan, lo único que tienen son suposiciones. O eso es lo que quieren hacernos creer.