La intranquilidad lo invadió.
Hortense echó un vistazo y le vio.
– ¡Ahí estas, muchacho! Maravillosas noticias acerca de ti y la Srta. Carling. -Golpeó el brazo de su silla-. Tal como todas habíamos esperado.
Aminoró sus pasos. Hermione aleteó su mano ante él.
– De hecho, querido. ¡Estamos insuperablemente complacidas!
Inclinándose sobre sus manos, él aceptó esas y las demás murmuradas expresiones de placer con gentileza.
– Gracias.
– ¡Bien! -Hermione giró para mirarlo-. Espero que no pienses que hemos asumido más de la cuenta, pero hemos organizado una cena familiar esta noche. Ethelreda ha hablado con la familia de la Srta. Carling, Lady Warsingham y su esposo, la Srta. Carling mayor, Sir Humphrey y Jeremy Carling y todos ellos están de acuerdo, así como la Srta. Carling, por supuesto. Dado que somos muchos, y algunos de nosotros estamos envejeciendo, y como el curso apropiado sería conocer a la Srta. Carling y a su familia formalmente en una cena semejante, deseamos que tú, también, estuvieras de acuerdo en celebrarla esta noche.
Hortense resopló.
– Aparte de todo, estamos demasiado fatigadas después de viajar en coche esta tarde para aguantar una excursión a otro entretenimiento.
– Y cariño, -explicó Millicent, -debemos de recordar que la Srta. Carling, Sir Humphrey y el joven señor Carling tuvieron que asistir a un entierro esta mañana. ¿Una vecina, entiendo?
– Cierto. -Una visión cruzó por la mente de Tristan, de una confortable aunque gran cena, pero mucho menos formal de lo que podía ser imaginada, conocía a sus tías y a sus acompañantes muy bien… Miró alrededor, encontrándose con sus brillantes, transparentes y esperanzadas miradas-.¿Asumo que sugerís que esta cena estaría bien en lugar de una aparición en alguna fiesta esta noche?
Hortense arrugó la cara.
– Bueno, si realmente deseas asistir alguna velada u otra cosa.
– No, no. -El alivio que fluyo en él fue muy real; sonrió, luchando por mantener su regocijo dentro de los límites-. No veo razón en absoluto de que vuestra cena no pueda seguir adelante, exactamente como lo habéis planeado. De hecho, -Su mascara se deslizó; dejando brillar la gratitud a través de su rostro-. estaré agradecido por cualquier excusa para evitar a la nobleza esta noche. -Se inclinó hacia sus tías, con un gesto su mirada se extendió hacia las demás, desplegando su encanto a su máximo efecto-. Gracias.
Las palabras fueron de todo corazón.
Todas sonrieron, encantadas de haber sido útiles.
– No pensarás que nos apasiona la multitud que anda de aquí para allá, -opinó Hortense sonriendo burlonamente-.Si llegáramos a eso no seríamos nosotras.
Pudo haberlas besado. Conociendo cuán nerviosas estarían la mayoría de ellas, se complació en vestirse con un cuidado extra, estando en el salón para saludar a los que entraban, inclinándose sobre sus manos, comentando acerca de sus trajes, peinados, y joyas, desplegando para ellos un irresistible encanto que él sabía muy bien cómo utilizar pero que raramente ejecutaba sin un objetivo en mente.
Esta noche, su meta era simplemente retribuirles su bondad, su consideración.
Nunca había estado tan agradecido al escuchar sobre una cena familiar en su vida.
Mientras esperaban en el salón a sus invitados, parado ante la repisa de la chimenea pensó en lo incongruente que parecería su reunión, el único hombre rodeado por catorce mujeres mayores. Pero ellas eran su familia; él, en verdad, se sentía más cómodo rodeado por ellas y su amable conversación, que en el brillante, más excitante pero también más malicioso mundo de la aristocracia. Ellas y él compartían algo, una conexión intangible de lugar y personas que se extendían por encima del tiempo.
Y dentro de esto, Leonora llegaría a su destino y encajaría.
Havers entró para anunciar a Lord y Lady Warsingham y a la señorita Carling, Gertie. Tocándole los talones, Sir Humphrey, Leonora y Jeremy llegaron.
Cualquier pensamiento de que tendría que actuar como un anfitrión formal se evaporó en minutos. Sir Humphrey fue abordado por Etherelda y Constante, Jeremy por otro grupo, mientras Lord y Lady Warsingham fueron tratados con el encanto Wemyss, procurado por Hermione y Hortense. Gertie y Millicent, quienes se conocieron la noche anterior, estaban juntas.
Después de intercambiar algunas palabras con las encantadoras viejecitas, Leonora se le unió. Ella le dio su mano, su sonrisa especial -la que reservaba sólo para él- se formó en sus labios.
– Debo decir que estuve extremadamente contenta por la sugerencia de tus tías abuelas. Después de asistir al funeral de la señorita Timmins esta mañana, asistir a la velada de Lady Willoughby esta noche y tratar con, como has descrito, un salaz interés, hubiera probado severamente mi temperamento. -Lo miró, encontrándose con sus ojos-. Y el tuyo.
Él asintió.
– Pese a que no asistí al funeral. ¿Cómo estuvo?
– Tranquilo, pero sincero. Creo que la Srta. Timmins hubiese estado complacida. Henry Timmins compartió el servicio con el párroco local, y la Srta. Timmins estuvo allí también, una mujer agradable.
Un instante después, se volvió hacia él y bajo la voz.
– Encontramos algunos papeles en la habitación de Cedric, escondidos en lo profundo de su cubo de basura. No eran cartas, eran anotaciones parecidas a las del diario, pero lo más importante es que no era la escritura de Cedric, fueron escritas por Carruthers. Humphrey y Jeremy están concentrados en eso ahora. Humphrey dijo que son descripciones de experimentos, similares a los del diario de Cedric, pero aún no hay forma de que tengan sentido, para saber si son o no importantes. Parece que todo lo que hemos descubierto hasta ahora contiene únicamente una parte de lo que sea en lo que estaban trabajando.
– Lo que sugiere más firmemente que existe algún descubrimiento, uno que Cedric y Carruthers pensaron que valía la pena tratar con cuidado.
– Así es. -Leonora buscó su rostro-. En caso de que te estés preguntando, el personal del Número 14 está en alerta, y Castor enviará a Gasthorpe en caso de que algo desagradable ocurra.
– Bien.
– ¿Has sabido algo?
Él comenzó a sentir su mandíbula moverse; tiró nuevamente de su máscara encantadora.
– Nada acerca de Martinbury, pero estamos probando un nuevo rumbo que puede que nos lleve más lejos. Sin embargo, la gran noticia es que Mountford, o quien quiera que sea, ha caído en la trampa. Él, actuando a través de la comadreja, alquiló el Número 16 ayer al anochecer.
Sus ojos se abrieron; ella los mantuvo fijos sobre él.
– Así que han empezado a pasar cosas.
– Efectivamente.
Él se tornó sonriente mientras Constante se les unía. Leonora permaneció a su lado y conversó con las damas mientras llegaban. Éstas le narraron la fiesta de la iglesia, los pequeños cambios rutinarios, así como las variaciones que las estaciones llevaban a la mansión. Le dijeron esto y aquello, recordando pedazos de los primeros años de Tristan, sobre su padre y abuelo.
Ella ocasionalmente le miraba, viendo su firme encanto así como debajo de él. Habiendo conocido a Lady Hermione y Lady Hortense, podía ver de donde lo obtuvo; se preguntó como habría sido su padre.
Aún en este círculo, los modales de Tristan eran más genuinos; mostrando al verdadero hombre, no solamente con sus fortalezas sino también con sus debilidades. Estaba cómodo y relajado; sospechó que él, anteriormente, pudo muy bien haber estado durante años sin bajar la guardia. Incluso ahora, las cadenas del puente estaban oxidadas.
Ella se movía alrededor de la habitación, hablando aquí, hablando allá, siempre consciente de Tristan, de que la estaba mirando mientras ella le miraba a él. Luego Havers anunció la cena, y todos se instalaron, ella tomó el brazo de Tristan.