– Puedes reincorporarte cuando quieras. Tienes que saber que toda la empresa está contigo.
– Gracias, es muy amable.
– Y sabes que puedes contar conmigo.
– Gracias.
– Contar conmigo de verdad.
Nathalie no entendía por qué, desde la muerte de su marido, Charles había pasado al tuteo. ¿Qué querría decir eso? Pero ¿para qué buscarle un sentido a ese cambio? No tenía fuerzas para ello. Charles quizá sintiera que tenía una responsabilidad: la de hacerle ver que había una parte de su vida que no se tambaleaba. Pero, aun así, ese tuteo no dejaba de resultarle extraño. Pero luego lo pensaba, y no, hay frases que sólo se pueden decir tuteando. Frases de consuelo. Hay que acortar distancias para poder pronunciarlas, hay que estar en un plano de intimidad. A Nathalie le parecía que iba a visitarla demasiado a menudo. Intentaba dárselo a entender. Pero no se escucha a los que lloran. Charles estaba ahí, se volvía insistente. Una noche, mientras le hablaba, le puso la mano en la rodilla. Ello no le dijo nada, pero le pareció una falta total de delicadeza por su parte. ¿Acaso quería aprovecharse de su dolor para ocupar el lugar de François? ¿Era de los que no tienen reparos en usurpar el lugar de un muerto? Quizá sólo hubiera querido darle a entender que estaba ahí si necesitaba cariño. Si necesitaba hacer el amor. Suele ocurrir que la proximidad de la muerte lo empuje a uno al terreno sexual. Pero, en el caso de Nathalie, no ocurría así en absoluto. Le resultaba imposible pensar en otro hombre. Así que apartó la mano de Charles, que se dio cuenta de que había ido demasiado lejos.
– Pronto volveré a trabajar -dijo ella. Sin saber muy bien lo que quería decir con «pronto».
18
Por qué adaptó Román Polanski la novela Tess la de los d'Uberville, de Thomas Hardy:
No es exactamente una lectura interrumpida por la muerte, pero Sharon Tate, la mujer de Román Polanski, antes de morir salvajemente asesinada por Charles Manson, le indicó este libro a su marido, diciéndole que sería ideal para una adaptación. La película, realizada unos diez años más tarde, con Nastassja Kinski en el papel protagonista, le está pues dedicada.
19
Nathalie y François no habían querido tener hijos enseguida. Era un proyecto para el futuro. Ese futuro que ya no existía. Su hijo no pasaría de ser virtual. Piensa uno a veces en todos esos artistas que mueren y se pregunta: ¿cuáles habrían sido sus obras si hubieran seguido vivos? ¿Qué habría compuesto John Lennon en 1992 si no hubiera muerto en 1980? De la misma manera: ¿cómo habría sido la vida de ese hijo que nunca existiría? Habría que pararse a pensar en todos esos destinos que encallan en las orillas de lo que pudo haber sido y no fue.
Durante semanas, Nathalie adoptó una actitud algo descabellada: negar la muerte. Seguir imaginando el día a día como si su marido estuviera ahí. Era capaz de dejarle notitas sobre la mesa del salón, por la mañana, antes de salir a pasear. Caminaba durante horas, con un único deseo: perderse entre la multitud. A veces entraba en una iglesia, y eso que no era creyente. Y eso que estaba segura de no creer ya nunca más en su vida. Le costaba entender a quienes se refugian en la religión, le costaba entender que se pudiera tener fe después de haber vivido una tragedia. Sin embargo, sentada en mitad de los bancos vacíos, en plena tarde, el lugar le ofrecía algo de consuelo. Era un sosiego ínfimo, pero por un instante, sí, sentía el calor de Cristo. Entonces se arrodillaba, y era como una santa con un demonio en el corazón.
A veces volvía al lugar donde se habían conocido. A esa acera por la que caminaba, anónima para él, siete años antes. Se preguntaba: «Y si ahora me abordara otro hombre, ¿cuál sería mi reacción?» Pero nadie venía a interrumpir su recogimiento.
También pasaba por el lugar en el que habían atropellado a su marido. El lugar por el que, corriendo con su pantalón corto y sus cascos en los oídos, había cruzado de manera tan atolondrada. Su última torpeza. Se ponía en el borde de la calzada y miraba pasar los coches. ¿Por qué no habría de matarse ella también en el mismo lugar? ¿Por qué no mezclar las huellas de la sangre de ambos en una última unión morbosa? Se quedaba allí largo rato, sin saber qué hacer, con las lágrimas resbalando sobre su rostro. Aquello ocurrió sobre todo al principio, después del entierro. No sabía por qué necesitaba hacerse tanto daño. Era absurdo estar ahí, como absurdo era también imaginar la brutalidad del impacto y querer dar una forma concreta a la muerte de su marido. ¿Quizá en el fondo fuera la única solución? ¿Acaso sabe uno cómo sobrevivir a una tragedia así? No hay fórmulas. Cada uno lee lo que escribe su cuerpo. Nathalie satisfacía su deseo de estar ahí, llorando en el bordillo de la acera, dejándose morir a fuerza de tanto llorar.
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Discografìa de John Lennon de no haber muerto en 1980:
Stili Yoko (1982)*Yesterday and Tomorrow (1987)*Berlin (1990)*Titanic Soundtrack (1994)*Revival – The Beatles (1999)
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Vida de Charlotte Baron desde el día en que atropello a François:
De no haber sido por los atentados del 11 de septiembre, sin duda Charlotte nunca se habría hecho florista. El 11 de septiembre era su cumpleaños. Su padre, que estaba de viaje en China, le mandó a su casa un ramo de flores. Jean-Michel subía la escalera sin saber aún que la época que vivían acababa de cambiar radicalmente. Llamó a la puerta, y descubrió el rostro lívido de Charlotte, que no acertaba a articular palabra. Al coger el ramo, le preguntó:
– ¿Se ha enterado?
– ¿De qué?
– Entre…
Jean-Michel y Charlotte pasaron el día juntos, sentados en un sofá, viendo una y otra vez las imágenes de los aviones chocando contra las torres. Vivir juntos ese momento no podía por menos que unirlos. Se hicieron inseparables, hasta estuvieron saliendo durante varios meses antes de llegar a la conclusión de que eran más amigos que amantes.
Poco después, Jean-Michel creó su propia empresa de floristería y le propuso a Charlotte que trabajara con él. Desde entonces, su vida consistía en hacer ramos. El domingo del accidente, Jean-Michel lo había preparado todo. El cliente quería pedirle la mano a su novia. Al recibir las flores, ella entendería el mensaje, era una especie de código secreto entre ellos. Era indispensable que le entregaran las flores ese domingo, porque era el aniversario del día en que se habían conocido. Justo antes de salir, Jean-Michel recibió una llamada de su madre: acababan de hospitalizar a su abuelo. Charlotte dijo que se ocuparía ella de entregar el ramo. Le gustaba conducir la camioneta. Sobre todo cuando sólo tenían una entrega, y no había prisa. Pensaba en esa pareja, en el papel que tenía ella en su historia: era un agente anónimo pero decisivo. Pensaba en eso y en otras cosas más, y entonces un hombre cruzó la calle de cualquier manera. Y ella frenó demasiado tarde.
El accidente la aniquiló por completo. Un psicólogo trató de hacerla hablar, para que superara lo antes posible su estado de shock, para que el trauma no gangrenara su inconsciente. Charlotte no tardó mucho en preguntarse: ¿debería ponerme en contacto con la viuda? Al final consideró que era inútil. Además, ¿qué habría podido decirle? «Le pido disculpas.» ¿Pide uno disculpas en esos casos? Quizá habría añadido: «Pero hay que ver qué estúpido su marido, a quién se le ocurre correr así de cualquier manera, me ha arruinado la vida a mí también, ¿se da usted cuenta? ¿Cree que es fácil seguir viviendo cuando has matado a alguien?» A veces, sentía verdaderos arranques de odio por ese hombre, por su inconsecuencia. Pero la mayor parte del tiempo guardaba silencio. Se pasaba el rato sentada, ausente. El silencio de esas horas la unía a Nathalie. Ambas flotaban en la anestesia de la voluntad reducida a su mínima expresión. Durante las semanas de convalecencia, sin saber por qué, Charlotte no dejaba de pensar en las flores que debía haber entregado el día del accidente. Ese ramo abandonado era la imagen del tiempo truncado. Una y otra vez, revivía en su cabeza la escena como a cámara lenta, una y otra vez el ruido del impacto, y las flores estaban siempre ahí, en primer plano, nublándole la vista. Eran el sudario que envolvía ese día, su obsesión en forma de pétalos.