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Pero no. ¡Juventud, ilusión, dicha, calor o luz, piso de mármol donde la carne está tirada, cuerpo, cuarto de ópalo que siente casi un párpado, unos labios pegados mientras los muslos cantan!

A TÍ, VIVA

Es tocar el cielo, poner el dedo sobre un cuerpo humano. Novalis
Cuando contemplo tu cuerpo extendido como un río que nunca acaba de pasar, como un claro espejo donde cantan las aves, donde es un gozo sentir el día cómo amanece.
Cuando miro a tus ojos, profunda muerte o vida que me llama, canción de un fondo que sólo sospecho; cuando veo tu forma, tu frente serena, piedra luciente en que mis besos destellan, como esas rocas que reflejan un sol que nunca se hunde.
Cuando acerco mis labios a esa música incierta, a ese rumor de lo siempre juvenil, del ardor de la tierra que canta entre lo verde, cuerpo que húmedo siempre resbalaría como un amor feliz que escapa y vuelve.
Siento el mundo rodar bajo mis pies, rodar ligero con siempre capacidad de estrella, con esa alegre generosidad del lucero que ni siquiera pide un mar en que doblarse.
Todo es sorpresa. El mundo destellando siente que un mar de pronto está desnudo, trémulo, que es ese pecho enfebrecido y ávido que sólo pide el brillo de la luz.
La creación riela. La dicha sosegada transcurre como un placer que nunca llega al colmo, como esa rápida ascensión del amor donde el viento se ciñe a las frentes más ciegas.
Mirar tu cuerpo sin más luz que la tuya, que esa cercana música que concierta a las aves, a las aguas, al bosque, a ese ligado latido de este mundo absoluto que siento ahora en los labios.

ORILLAS DEL MAR

Después de todo lo mismo da el calor que el frío, una dulce hormiguita color naranja, una guitarra muda en la noche, una mujer tendida como las conchas, un mar como dos labios por la arena.
Un caracol como una sangre, débil dedo que se arrastra sobre la piel mojada, un cielo que sostienen unos hombros de nieve y ese ahogo en el pecho de palabras redondas.
Las naranjas de fuego rodarían por el azul nocturno. Lo mismo da un alma niña que su sombra derretida, da lo mismo llorar unas lágrimas finas que morder pedacitos de hielo que vive.
Tu corazón redondo como naipe visto de perfil es un espejo, de frente acaso es nata y a vista de pájaro es un papel delgado.
Pero no tan delgado que no permita sangre, y navíos azules, y un adiós de un pañuelo que de pronto se para. Todo lo que un pájaro esconde entre su pluma.
Oh maravilla mía, oh dulce secreto de conversar con el mar, de suavemente tener entre los dientes un guijo blanco que no ha visto la luna. Noche verde de océano que en la lengua no vuela y se duerme deshecha como música o nido.

QUIERO SABER

Dime pronto el secreto de tu existencia; quiero saber por qué la piedra no es pluma, ni el corazón un árbol delicado, ni por qué esa niña que muere entre dos venas ríos no se va hacia la mar como todos los buques.
Quiero saber si el corazón es una lluvia o margen, lo que se queda a un lado cuando dos se sonríen, o es sólo la frontera entre dos manos nuevas que estrechan una piel caliente que no separa.
Flor, risco o duda, o sed o sol 0 látigo: el mundo todo es uno, la ribera y el párpado, ese amarillo pájaro que duerme entre dos labios cuando el alba penetra con esfuerzo en el día.
Quiero saber si un puente es hierro o es anhelo esa dificultad de unir dos carnes_ íntimas, esa separación de los pechos tocados por una flecha nueva surtida entre lo verde.
Musgo o luna es lo mismo, lo que a nadie sorprende, esa caricia lenta que de noche a los cuerpos recorre como pluma o labios que ahora llueven. Quiero saber si el río se aleja de sí mismo estrechando unas formas en silencio, catarata de cuerpos que se aman como espuma, hasta dar en la mar como el placer cedido.
Los gritos son estacas de silbo, son lo hincado, desesperación viva de ver los brazos cortos alzados hacia el cielo en súplicas de lunas, cabezas doloridas que arriba duermen, bogan, sin respirar aún como láminas turbias.
Quiero saber si la noche ve abajo cuerpos blancos de tela echados sobre tierra, rocas falsas, cartones, hilos, piel, agua quieta, pájaros como láminas aplicadas al suelo, o rumores de hierro, bosque virgen al hombre.
Quiero saber altura, mar vago o infinito; si el mar es esa oculta duda que me embriaga cuando el viento traspone crespones transparentes, sombra, pesos, marfiles, tormentas alargadas, lo morado cautivo que más allá invisible se debate, o jauría de dulces asechanzas.

CORAZÓN EN SUSPENSO

Pájaro como luna, luna colgada o bella, tan baja como un corazón contraído, suspendida sin hilo de una lágrima oscura.
Esa tristeza contagiosa en medio de la desolación de la nada, sin un cuerpo hermosísimo, sin un alma o cristal contra lo que doblar un rayo bello.
La claridad del pecho o el mundo acaso, en medio la medalla que cuelga, ese beso cuajado en sangre pura, doloroso músculo, corazón detenido.
Un pájaro solo -quizá sombra, quizá la dolorosa lata triste, el filo de ese pico que en algún labio cortó unas flores, un amarillo estambre o polen luna.
Para esos rayos fríos, soledad o medalla realizada, espectro casi tangible de una luna o una sangre o un beso al cabo.

Elegías y Poemas elegíacos

A LA MUERTA

Vienes y vas ligero como el mar, cuerpo nunca dichoso, sombra feliz que escapas como el aire que sostiene a los pájaros casi entero de pluma.