Выбрать главу

—Su lado no está interesado en el Más Allá —dijo Azov.

—Capitán, permítame sugerirle que ese interés puede estar a punto de despertarse, y que eso beneficiaría precisamente a la Unión, porque la alianza de los mercantes será más provechosa para la defensa de la Tierra que la que pueda ofrecer la Unión. Después de todo, la alianza ya ha enviado a la Tierra su mensajero, de modo que Sol puede elegir, ¿no cree? La alianza de los mercantes, la Unión o… Mazian. Le sugiero una discusión sobre el asunto, una nueva negociación. Parece que ninguno de nosotros tiene autoridad para ceder Pell. Y confío en poder dar a mi gobierno recomendaciones favorables hacia usted.

Llegó Elene, con un nutrido grupo de mercaderes, y se quedó en el umbral de la central devastada por el combate, mientras los nativos iban de un lado a otro, algo alarmados. Pero Dienteazul y Satén la conocían, y empezaron a exteriorizar su alegría bailando y tocándola. Damon se levantó de su asiento, la tomó de la mano y le hizo sentarse cerca de él y de Josh.

—No me sientan bien las largas escaladas —comentó, respirando con dificultad—. Tenemos que poner en funcionamiento los ascensores.

Él la miró un instante y volvió enseguida a la pantalla de su consola, en la que aparecía un rostro entre sábanas blancas, en el que brillaban unos ojos oscuros, serenos y vivaces. Alicia Lukas sonrió débilmente.

—Acaba de llegar una llamada —le dijo Damon a Elene—. Tenemos comunicación con Downbelow. Una sonda averiada ha pedido a Mallory que la rescate en la base principal… y un operador que está en algún lugar apartado de la base ha dicho que Emilio y Miliko están a salvo. No he podido confirmarlo… Las cosas están hechas pedazos allá abajo. La base del operador está en algún lugar en las colinas, pero es evidente que todos están bien y a cubierto. He de enviar una de nuestras naves allá abajo, y probablemente médicos.

—Neihart —dijo Elene, mirando a sus compañeros. Un corpulento mercader hizo un gesto de asentimiento.

—Lo que necesite —respondió—. Bajaremos allí.

XXII

Pelclass="underline" Sector verde uno; 29/1/53; 2200 h. d.; 1000 h. n.

Era una reunión extraña incluso para Pell, en la sección más profunda de la sala principal, la zona donde unas pantallas separadas, ilusorias, proporcionaban un poco de intimidad a los grupos. Damon estaba sentado con la mano de Elene entre las suyas, y en el centro de la mesa el ojo rojo de una cámara portátil, que era como una persona más, pues Damon había querido que ella estuviera allí presente aquella noche, y ella siempre había estado con su padre y con todos ellos en las ocasiones familiares. Emilio y Miliko estaban también, Josh a su izquierda, y luego un pequeño grupo de nativos que evidentemente encontraban las sillas demasiado incómodas, aunque les encantaba la oportunidad de probarlas así como la de comer golosinas especiales y frutas de la temporada. En el extremo de la mesa estaba el mercader Neihart y Signy Mallory, esta última con una escolta que permanecía sociablemente en las sombras.

Había música a su alrededor, la lenta danza de las estrellas y las naves de un lado a otro de las paredes. De algún modo la gran sala principal había vuelto a su rutina… no era exactamente lo mismo que antes, pero nada lo era.

—Esta noche me iré —dijo Mallory—. Me he quedado por cortesía.

—¿Adonde? —le preguntó Neihart sin ambages.

—Haga lo que le he aconsejado, mercader. Dé nombres a sus naves Alianza. Ustedes están rebasando los límites. Además, de momento tengo una carga completa de suministros.

—No se irá muy lejos —intervino Damon—. Francamente, no estoy seguro de que la Unión haya renunciado a intentar algo. Preferiría saber que está usted en la vecindad.

Ella se rió secamente.

—Confíe en ello. No ando por los pasillos de Pell sin una guardia.

—De todos modos, queremos que esté cerca.

—No me pregunte el rumbo que voy a tomar —dijo ella—. Eso es asunto mío. Tengo sitios adonde ir. He permanecido inmóvil demasiado tiempo.

—Vamos a tratar de ir a Viking —comentó Neihart—, y ver qué clase de recepción tenemos… dentro de un mes.

—Podría ser interesante —concedió Mallory.

—Que todos tengamos suerte —dijo Damon.

XXIII

Pelclass="underline" Plataforma azul; 30/1/53; 0130 h. á.; 1350 h. n.

Era noche cerrada y las plataformas estaban casi desiertas en aquella zona no comercial. Josh avanzó rápidamente, con el nerviosismo que le aquejaba en Pell cuando no tenía una escolta protectora, con la sensación de vulnerabilidad de que los pocos transeúntes de la plataforma pudieran reconocerle. Los hisa le veían y le miraban con expresión solemne. Los equipos de ensamblaje de Pell probablemente sabían quién era, y los centinelas era seguro que lo sabían, pues sus rifles le apuntaron.

—Tengo que hablar con Mallory —dijo. El oficial era un hombre al que conocía: Di Janz. Este dio una orden y uno de los soldados, se colgó el rifle del hombro, y le hizo una seña para que le siguiera a la rampa de acceso, caminando tras él por el tubo que conducía a la puerta hermética, más allá del tráfico rápido de soldados por el ruidoso corredor central, donde la tripulación se ocupaba en preparativos de última hora.

Signy estaba en el puente. Josh avanzó hacia ella y el guardián le detuvo, pero Mallory le miró desde donde estaba, cerca del puesto de mando e hizo una seña a los centinelas para que salieran.

—¿Le envía Damon? —inquirió la capitana cuando el joven llegó a su lado.

Él negó con la cabeza.

Signy frunció el ceño, y de un modo consciente o no, aplicó la mano al arma que llevaba al costado.

—¿Entonces que ha venido a hacer aquí?

—Pensé que podría necesitar un técnico en ordenadores, alguien que conozca a la Unión… por dentro y por fuera. Ella se echó a reír.

—¿O que me pegue un tiro cuando esté desprevenida?

—No me fui con la Unión —dijo él—. Habrían rehecho las cintas, me habrían dado un nuevo pasado. Me habrían enviado a algún lugar… quizá la estación Sol. No lo sé. Pero quedarme en Pell ahora… No puedo hacer eso. Los estacionados me conocen. Y no puedo vivir en una estación, no es cómodo para mí.

—Nada que no pudiera arreglar otro lavado de cerebro.

—Es que quiero recordar. Tengo algo, la única cosa real. Y eso lo valoro.

—¿Así que va a dejar la estación?

—Por algún tiempo.

—¿Ha hablado con Damon de esto?

—Antes de venir aquí. Lo sabe, y Elene también. Ella se apoyó contra el mostrador y le miró de arriba abajo pensativamente, los brazos cruzados.

—¿Por qué ha elegido la Norway? Él se encogió de hombros.

—No visitan ninguna estación, ¿verdad? Excepto esta.

—Es cierto. —Ella sonrió levemente—. Sólo esta. Alguna vez.

—Nave se va —murmuró Lily, mirando las pantallas, y acarició el cabello de la Soñadora.

La nave se separó de la estación, giró con un movimiento muy distinto al de la mayor parte de las naves que iban y venían, y se alejó velozmente.

—La Norway —dijo la Soñadora.

—Algún día iremos —comentó la Narradora, que había vuelto llena de cuentos de la gran sala—. Los Konstantin nos dan naves. Vamos, llevamos nuestro Sol en los ojos, no tenemos miedo en oscuridad. Vemos muchas, muchas cosas. Bennett nos hizo venir aquí. Konstantin nos dan paseo muy largo, lejos, lejos. Mi primavera vuelve. Quiero pasear lejos, hacerme nido allí… Encontraré estrella e iré.