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POLINA ANDREEVNA.- ( Con una cestita en la mano.) Aquí le traigo unas ciruelas para el viaje. Son muy dulces. Quizá le agrade tomárselas durante el camino.

ARKADINA.- ¡Es usted muy amable, Polina Andreevna!

POLINA ANDREEVNA.- ¡Adiós, querida!... ¡Si alguna cosa no fue de su gusto, la ruego me perdone! ( Llora.)

ARKADINA.- ( Abrazándola.) Todo estuvo muy bien... Todo estuvo muy bien. No hay por qué llorar.

POLINA ANDREEVNA.- ¡Nuestro tiempo pasa!...

ARKADINA.- ¡Y qué le vamos a hacer!

SORIN.- ( Saliendo por la puerta de la izquierda con el sombrero puesto, los guantes en la mano y cubierto de un «macferland») Ya es hora de marcharse, hermana..., si no quieres que lleguemos tarde. Voy a sentarme en el coche. ( Sale.)

MEDVEDENKO.- Yo iré a pie a la estación a despedirles. Enseguida estoy allí. ( Sale.)

ARKADINA.- ¡Adiós, querido! ¡Si nos conservamos en vida y con buena salud, el verano que viene volveremos a vernos! ( La doncella, IAKOV y el cocinero le besan la mano.) ¡No me olvidéis! ( Da un rublo al cocinero.) Aquí tenéis un rublo, para que os lo repartáis entre los tres.

EL COCINERO.- Muchas gracias, señora. Feliz viaje. La quedamos muy agradecidos.

IAKOV.- Vayan con Dios.

SCHAMRAEV.- Una cartita suya nos haría felices. Adiós, Boris Alekseevich.

ARKADINA.- ¿Dónde está Konstantin? Decidle que ya me voy. Tenemos que despedirnos... ¡Que no guarden mal recuerdo mío! ( AIAKOV.) El rublo que le he dado al cocinero es para los tres. ( Salen todos por la derecha, y el escenario queda vacío. De detrás de este llega el ruido propio de las despedidas. La doncella entra de nuevo para recoger de encima de la mesa la cestita de las ciruelas, y vuelve a salir.)

TRIGORIN.- ( Entrando otra vez.) Se me olvidaba el bastón. Me parece que me lo he dejado ahí..., en la terraza. ( Al llegar a la puerta de la izquierda se encuentra conNINA, que entra por ella en ese momento.) ¿Es usted?... Ya nos vamos...

NINA.- ¡Presentía que habíamos de volver a vernos! ( Con agitación.) ¡Boris Alekseevich!... ¡He tomado la decisión irrevocable de dedicarme a la escena!... ¡Mañana ya no estaré aquí! ¡Dejo a mi padre, lo abandono todo, y empiezo una nueva vida!... ¡Me marcho, como usted se marchó a Moscú! ¡Allí nos veremos!

TRIGORIN.- ( Con una mirada a su alrededor.) Vaya a alojarse al «Bazar Eslavo», y avíseme enseguida a «Molchavnovka - Casa de Grojolskii»... Tengo mucha prisa. ( Pausa.)

NINA.- ¡Un minuto más!

TRIGORIN.- ( A media voz.) ¡Es usted maravillosa!... ¡Qué felicidad pensar que vamos a vernos pronto! (Ella reclina la cabeza sobre el pecho de él.) ¡Que volveré a ver esos preciosos ojos..., esa tierna sonrisa..., tan inexplicablemente deliciosa!... ¡Esas cándidas facciones y esa expresión de pureza angélica!... ¡Amada mía! ( Largo beso.)

Acto cuarto

La escena representa uno de los salones de la casa deSORIN, transformado porKONSTANTIN TREPLEV en despacho. A la derecha y a la izquierda, conduciendo a los aposentos interiores, hay puertas. Otra de cristales, al fondo, abre sobre la terraza. Además del mobiliario habitual de la sala, en el rincón de la derecha está instalada una mesa de escritorio. Junto al de la izquierda se ve un diván turco y un armario con libros. Más de estos aparecen repartidos sobre los marcos de las ventanas y sobre las sillas. Es el anochecer. Un quinqué encendido, que cubre una pantalla, envuelve en media luz la escena. Se oye el ruido de los árboles agitados por un fuerte viento que aúlla en la chimenea y el golpeteo del cayado del guarda recorriendo el jardín.

Escena primera

EntranMEDVEDENKO yMASCHA.

MASCHA.- ( Llamando.) ¡Konstantin Gavrilich! ¡Konstantin Gavrilich!... ( Mirando a su alrededor.) ¡No hay nadie!... ¡Y el viejo, venga a preguntar: ¿dónde está Kostia?... ¡No puede vivir sin él!

MEDVEDENKO.- Le asusta la soledad. ( Tendiendo el oído.) ¡Qué tiempo más espantoso!... ¡Dos días ya que llevamos así!

MASCHA.- ( Avivando el quinqué.) En el lago hay olas. Y enormes.

MEDVEDENKO.- ¡El jardín está de una oscuridad!... Habría que decir que desmontaran el teatro... Allí sigue, desnudo y feo como un esqueleto, y con el viento sacudiéndole el telón... Anoche, al pasar por delante de él, me pareció oír como si alguien estuviera llorando dentro.

MASCHA.- ¡Qué cosas! ( Pausa.)

MEDVEDENKO.- ¡Mascha! ¡Vámonos a casa!

MASCHA.- ( Moviendo negativamente la cabeza.) Yo me quedo aquí a pasar la noche.

MEDVEDENKO.- ( En tono suplicante.) ¡Vámonos, Mascha!... ¡Puede que nuestro chiquitín tenga hambre!

MASCHA.- ¡Tonterías! ¡Matrona le dará de comer! ( Pausa.)

MEDVEDENKO.- ¡Da pena!... ¡Esta es la tercera noche que va a pasar sin su madre!

MASCHA.- ¡Qué aburrido te has vuelto!... ¡Antes, por lo menos, te daba por la filosofía; pero ahora estás siempre con que si «el chiquitín», con que si «la casa»..., y no se te oye decir más que eso!

MEDVEDENKO.- ¡Vámonos, Mascha!

MASCHA.- ¡Vete tú solo!

MEDVEDENKO.- Pero ¡tu padre no me dejará el caballo!

MASCHA.- Sí te lo dejará. Pídeselo, que ya verás cómo te lo deja.

MEDVEDENKO.- Quizá me atreva a pedírselo... Entonces..., ¿vendrás mañana?