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20:29 h

– John.

La voz de Red irrumpió de pronto por la radio, en el asiento contiguo. Barron se sobresaltó. Habían pasado apenas cuatro minutos desde que había hablado con la gente de Lufthansa.

– John, ¿estás ahí?

Barron vaciló, luego cogió la radio y contestó:

– Estoy aquí, Red.

– ¿Dónde es, aquí? ¿Qué estás haciendo? ¿Qué ocurre?

La voz de Red era tranquila pero preocupada a la vez, como la de un padre cuando habla con su hijo. Era la misma voz que utilizó en su despacho cuando le mostró las fotos de los hombres que la brigada había ejecutado a lo largo de los años y luego le recordó, no tan amablemente, sus propias responsabilidades como miembro de la misma, y el precio que pagaría si actuaba contra ellos. El simple tono ya le bastaba a Barron para saber que si Red detectaba cualquier cosa en su voz que le hiciera sospechar que estaba actuando a solas para proteger a Raymond de la brigada, éste no sería el único que acabaría muerto.

– Estoy atrapado en el tráfico de La Tijera, cerca del LAX -dijo, con la máxima neutralidad posible-. El desaparecido Josef Speer ha comprado un billete de avión para el vuelo 453 de Lufthansa rumbo a Frankfurt hacia las siete de la tarde. Puede que se trate del chico desaparecido, pero también podría tratarse de Raymond. El vuelo sale a las 21:45.

– ¿Y por qué no me has informado de inmediato? -la calma de la voz de Red había desaparecido de repente. En su lugar había un tono de exigencia rigurosa-. ¿Por qué has llamado antes a la aerolínea?

– Es sólo una suposición, Red, por eso. Seguramente será sólo el chico, Speer. He avisado a seguridad para asegurarme. Ellos tan sólo le localizarán y esperarán a que yo llegue y lo pueda identificar.

– Vamos para allá ahora mismo. Espéranos. No te acerques a él. No hagas nada hasta que lleguemos. Confirma que me has entendido, John.

De pronto, el coche de delante de John avanzó y le dio pista libre para salir del embotellamiento.

– Tengo espacio para salir del tráfico, Red, voy para allá.

Barron dejó la radio en el asiento de al lado, pisó el acelerador y el Mustang salió disparado por el arcén.

50

LAX, terminal internacional 6 Tom Bradley. En un café Starbucks. 20:44 h

Faltaba una hora y un minuto para despegar.

Raymond miró el reloj que había detrás del mostrador, luego pagó a la cajera y se llevó la taza de café y un cruasán a una mesita. Se sentó y miró a los escasos clientes de las mesas que lo rodeaban, luego tomó un sorbo de café y cogió el cruasán. No comió porque tuviera hambre, sino porque desde su detención había ingerido poco alimento y necesitaba comer. Tampoco podía perder de vista el reloj porque el tiempo resultaba ahora crucial. No podía pasar por los detectores de metal con las Berettas encima; debería deshacerse de ellas pero debía apurar hasta el último momento, una vez hubieran anunciado el embarque y los pasajeros ya estuvieran subiendo a bordo del avión. Entonces las tiraría, pasaría por los detectores, se dirigiría directamente a la puerta correspondiente y subiría al avión.

20:53 h

Raymond se acabó el café y se levantó educadamente para echar el vaso de papel y la servilleta de su cruasán a la papelera, mientras se preguntaba qué habría hecho la policía con sus llaves de la caja fuerte si tenía manera de localizar la caja a la que correspondían. Al mismo tiempo, se preguntó si habrían tratado de determinar el significado de las fechas y lugares que tenía anotados en su agenda. O el significado de las iniciales I.M.

20:54 h

Raymond abandonó la cafetería y salió al pasillo central, mirando al fondo, en dirección al control de seguridad de Lufthansa. Había una docena aproximada de personas esperando pasar. Sin retrasos. Sin nada que alterara la normalidad. Observó un momento más y luego volvió a mirar el reloj que había en el mostrador de Starbucks.

20:55 h

21:05 h

Barron miró a través del aguacero, tratando de ver el trazado de la carretera con el reflejo de los faros de los coches que avanzaban hacia él. Entonces se encontró en un cruce importante. La luz del semáforo cambió de verde a amarillo. Aceleró y cruzó justo cuando la luz cambiaba a roja. En aquel instante oyó un crujido en su radio y luego la voz de Red que hablaba a la centraclass="underline"

– Habla McClatchy. Solicito a la policía del aeropuerto que retrasen el embarque del vuelo de Lufthansa 453.

21:08 h

La lluvia aflojó ligeramente y Barron vio la señal que indicaba la calle Noventa y seis. Desaceleró y oyó el rugido profundo del tubo de escape del Mustang; luego aceleró y giró en dirección al aeropuerto.

– John -la voz de Red le llegó a través de la radio-. ¿Dónde estás?

– Entrando en el bucle del aeropuerto.

– Estamos a tan sólo unos minutos de ti. Repito lo que te he dicho antes. No lo persigas tú solo. Espéranos. Es una orden.

– Sí, señor. -Barron cortó la comunicación. Maldita sea, habían tardado menos de lo que imaginaba. Lo único que podía hacer ahora era mantenerse por delante de ellos y esperar que Dan Ford no estuviera mucho más atrás. Ahora se encontraba ya en el bucle y avanzaba rápidamente hasta la zona de las terminales.

Adelantó a un taxi y a una lanzadera del aeropuerto por el interior de la curva, luego se metió por debajo del nivel superior y al abrigo de la lluvia mientras adelantaba una limusina que parecía tan larga como toda una manzana.

21:10 h

Vio la terminal 2, la 3 y, finalmente, la terminal internacional Tom Bradley. Entonces se detuvo junto al bordillo en una zona en la que estaba prohibido aparcar y salió de un salto del coche, disparado.

– ¡Eh, usted! ¡Aquí no se puede aparcar! -le gritó un agente de control de estacionamiento, grande y calvo, mientras se le acercaba bajando por la acera.

– ¡Policía! ¡Es una emergencia! ¡Barron, brigada 5-2! -le dijo Barron, antes de acercársele y tirarle las llaves del coche-. Me lo vigilas, ¿vale?

En un abrir y cerrar de ojos cruzó la acera y desapareció dentro del edificio.

51

22:13 h

Raymond observó de nuevo la circulación de gente que pasaba por los detectores de metal del control de seguridad. Entonces oyó lo que había estado esperando:

– El vuelo de Lufthansa 453 está listo para embarcar por la puerta veintidós. El vuelo de Lufthansa 453 está listo para embarcar por la puerta veintidós.

El avión estaba embarcando; era la hora.

21:14 h

Cruzó el pasillo y entró en el mismo baño de caballeros en el que se había cortado el pelo y luego se había afeitado la cabeza. Estaba justo doblando la esquina hacia los urinarios cuando, de pronto, se detuvo. Había un cartel amarillo chillón colocado en el suelo justo al otro lado de la puerta: Limpieza del lavabo.

A lo lejos oyó otra vez que anunciaban el embarque del vuelo 453. Avanzó con gesto decidido y miró dentro del baño por la esquina. Un solo empleado de mantenimiento entraba justo en aquel momento en la cabina de uno de los retretes del fondo, fregona en mano. Directamente delante de él, pasado el cartel amarillo, había un cubo grande de plástico amarillo lleno de agua sucia con detergente. Raymond miró de nuevo detrás de él y luego rodeó el cartel y se sacó las dos Berettas automáticas del cinturón. Miró otra vez rápidamente hacia el hombre que fregaba dentro de la cabina, las lanzó al cubo y luego esperó apenas un segundo, hasta asegurarse de que ya no se veían. Una décima más, se volvió y salió del baño.