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– Después de que el Congreso le atara las manos, su predecesor, Jim Foster, confiaba en que esto se resolvería solo. Marvot tenía a unos cuantos senadores en el bolsillo, y había manipulado a varias personas de algunos grupos de presión para que convencieran a más miembros de la Cámara y cayeran sobre nosotros como una tonelada de ladrillos -dijo North mientras salían de la terminal y se dirigían al aparcamiento de los coches alquilados-. Foster no tenía mucha iniciativa. -Y añadió sin ninguna expresión en el rostro-: Estoy seguro de que usted nunca habría dejado que esto se viniera abajo.

– Ya lo puede jurar. Habría seguido adelante, y sacado todo a la luz. A los políticos les encanta culpar a la Agencia de sus titubeos. Y ésa es la única manera de evitar que esos políticos nos pateen el culo. -Entró en el asiento del acompañante del Buick que North le indicaba-. Soy un firme creyente de las leyes de Murphy. Si la situación no estaba resuelta, tarde o temprano tenía que ocurrir algo. -Abrió su maletín y sacó el informe que había hecho que su secretaría desenterrara de los archivos-. Archer debería haber sido obligada a trabajar con nosotros, y no permitirle que abandonara.

– Eso es fácil de decir. ¿Y cómo se supone que teníamos que hacerlo?

– Amenazando con retirarle la protección.

– Y perder toda esperanza de contar con su ayuda. Ya había perdido un montón de cosas, y estaba bastante resentida.

– Es asombroso cómo se puede desvanecer el resentimiento cuando pones la vida de alguien en peligro.

Menudo hijo de la gran puta, pensó North.

– ¿Tengo que recordarle que trabajaba con nosotros, Crane?

– Según su informe, había alguna duda a ese respecto. Su padre era un agente doble, y ella trabajaba de común acuerdo con él. -Estaba recorriendo el informe con la vista-. Nació en Los Ángeles, California. Es hija de Jean Daniel y Martin Stiller. La madre murió cuando ella tenía tres años, y el padre cortó amarras y se fue a Europa, llevándosela con él. Anduvo metido en varias actividades delictivas, y lo cierto es que acabó con las manos muy sucias. Viajó por Europa y África dedicándose al tráfico de armas y a cualquier otro chanchullo que fuera capaz de organizar. -Sacudió la cabeza-. Se llevaba a la niña con él allá donde iba; es un milagro que ella sobreviviera hasta la edad adulta. En cierta ocasión, estando en Ruanda, fue tiroteada por los rebeldes, y él la abandonó dándola por muerta. El voluntario de la Cruz Roja que la encontró intentó alejarla de su padre, pero Grace se negó y se escapó en cuanto le surgió la oportunidad.

North asintió con ¡a cabeza.

– Martin Stiller era una persona absolutamente encantadora, y no cabe duda de que la quería y se portaba bien con ella. -Y añadió con sarcasmo-: No tanto como para renunciar a ella y enviarla a vivir con su abuelo materno en Melbourne, Australia. Ella pasaba los veranos en la granja de caballos de éste, pero todos los otoños Stiller se presentaba allí, la recogía y la volvía a llevar al antro donde quisiera que viviera en ese momento.

– ¿Y cómo llamó él nuestra atención?

– Se puso en contacto con nosotros para vendernos cierta información sobre Hussein. Resultó ser auténtica, y empezamos a utilizar sus servicios durante los años siguientes. Sospechábamos de su doble juego, pero no podíamos probarlo. Así que nos limitamos a ser cuidadosos con la información que nos proporcionaba.

– ¿Y la mujer?

– En esa época era ya algo más que una niña. El agente Rader era el contacto con Martin Stiller y fue él quien informó de que la hija de éste era una chica bastante agradable. Estudiaba por correspondencia y lo hizo con la suficiente brillantez para ser aceptada en la Sorbona.

Crane seguía hojeando el informe.

– Carecía de antecedentes delictivos. La admitimos para ser entrenada como agente cuando tenía veintitrés años. -Levantó la vista-. ¿Por qué diablos fue contratada con unos antecedentes así?

– Lo justificamos como un caso especial. Hablaba ocho idiomas con fluidez, era brillante, psicológicamente fuerte y parecía ser una verdadera patriota. También cumplía un valioso requisito que en ese momento nos resultaba útil. Era asombrosamente diestra con los caballos gracias a los años pasados con su abuelo. La necesitábamos para que hiciera un trabajo concreto, y resolvimos que si no daba resultado, podríamos deshacernos de ella más adelante. -Hizo una pausa-. Dio resultado. Sus notas en el entrenamiento inicial fueron de las más altas jamás logradas. Pero necesitábamos hacerla madurar deprisa para aquel trabajo. Así que se la enviamos a Kilmer.

– Mi secretaria no fue capaz de encontrar ningún informe sobre Kilmer. -Crane arrugó el entrecejo-. Pero yo sí que encontré a uno de los carrozas de la oficina que había oído hablar de él. No fue muy preciso.

¿Carroza? ¡Por Dios!, North sólo tenía cincuenta años y unas cuantas canas. Pero, probablemente, él también fuera un carroza a los ojos de Crane, que andaba en la treintena y que, con su bronceado y su aspecto atildado, parecía un jugador profesional de tenis. Procuró que su voz no traicionara la irritación que sentía.

– Kilmer era un activo muy valiosa de la CIA, y todo lo que hacía era alto secreto. Algunas de sus misiones habrían sido consideradas discutibles por la Administración, y Foster decidió que, si no había documentación sobre él, no habría filtraciones. La gente que lo necesitaba sabía quién era y cómo contactar con él.

– Eso es absurdo. Foster debió de ser un idiota. No es de extrañar que la Agencia fuera un caos antes de la remodelación. Operar así podría ocasionar una confusión generalizada.

– Bueno, creo que conseguimos mantener la confusión al mínimo. -Y añadió-: Y Kilmer no acabó en punto muerto.

– ¿Quién es este Kilmer? El agente que lo conocía hablaba de él como si fuera una puta leyenda.

– ¿Una leyenda? -repitió North mientras salía del aparcamiento-. Sí, supongo que es una descripción tan buena como cualquier otra.

– Las leyendas son cuentos de hadas. Cuénteme lo que sepa.

North se encogió de hombros.

– Le diré lo que sé. Nació en Munich, Alemania. Su padre era coronel del Ejército de Estados Unidos; su madre era traductora. Sus padres se divorciaron cuando él tenía diez años, y su padre consiguió la custodia. Era un firme creyente de la mano de hierro, y educó a Kilmer en esa escuela. Luego ingresó en West Point, y le fue bien, pero lo dejó al tercer año. Era un estratega brillante, y sus profesores lamentaron su marcha. Durante un tiempo anduvo dando tumbos por el mundo, e invariablemente, dondequiera que estuviera, acababa en alguna unidad guerrillera del tipo que fuera. Al final, creó su propia unidad militar y alquilaba sus servicios para realizar trabajos especiales. Se labró una buena reputación. Años después de que creara su equipo, lo contratamos para realizar diversas misiones peligradas, y se reveló valiosísimo.

– Hasta el trabajo de Marvot.

North asintió con la cabeza.

– Hasta el trabajo de Marvot.

– Despierta, cariño. -Grace sacudió dulcemente a Frankie-. Es hora de ponerse en marcha.

– Es demasiado temprano -dijo la niña, amodorrada-. Diez minutos más, mamá. Haré mi… -Abrió los párpados de golpe-. ¡Charlie! -Sus ojos se llenaron de lágrimas-. Charlie…

Grace asintió con la cabeza.

– Es cierto. No hay nada que podamos hacer ninguna de las dos para cambiarlo. -Se secó los ojos-. Ojalá lo hubiera. Pero tenemos que continuar, Frankie. -Apartó las sábanas-. Ve a lavarte y a cepillarte los dientes. Tienes una muda de ropa en mi mochila. Tenemos que movernos.

Frankie la miro fijamente con desconcierto.

– ¿Adónde vamos?

– Volvemos a la granja. Ya casi son las diez. Tenemos animales a los que dar de comer y beber. Charlie no querría que sufrieran, ¿verdad que no?

La pequeña negó con la cabeza.