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Sé que tenéis que hacerlo.

Sé que también tenéis miedo.

No soy una amenaza para vosotros.

No soy una amenaza.

No lo soy.

Los caballos estaban lo bastante cerca como para que Grace pudiera oler su sudor.

No te muevas, se dijo.

El corazón le latía con tanta fuerza que le dolía. Unos metros más, y estarían encima de ella.

Extendió los brazos a los lados, procurando no ponerlos delante de los caballos, pues ellos podrían percibirlo como un movimiento agresivo.

No soy una amenaza.

Se dirigían hacia ella con un gran estruendo. Ella quiso cerrar los ojos. Mantenlos abiertos. Podría haber alguna manera de que pudiera evitar aquellos cascos cuando los caballos estuvieran…

Por favor, ninguna amenaza.

No estaba estableciendo contacto. Fuera lo que fuese lo que les impulsaba, era demasiado fuerte. En pocos segundos la habrían tirado al suelo de un golpe.

Iba a morir.

Un intento más. Con todas sus fuerzas. Con todo su empeño.

¡No soy ninguna amenaza!

Los de caballos se separaron en el último momento y pasaron ¡a ambos lados de ella!

Sintió el viento, y la tierra arremolinada por los cascos que la golpeaba.

¡Victoria!

Y alivio. ¡Dios, qué alivio!

No había tiempo para esas flaquezas. Tenía que moverse deprisa. Empezar a acercarse. No podía dejar que la Pareja tuviera tiempo de recuperarse…

Pero algo iba mal. No podía oírlos. Había movimiento, sí, pero no ruido de cascos. Un movimiento suave y silencioso…

Un sueño, se percató apenas abrió los ojos. Estaba reviviendo aquella noche en el prado con la Pareja. No era de extrañar después de la tarde pasada con el rucio.

Y Frankie se estaba moviendo, metiéndose en su cama.

– ¿Frankie? -pensó Grace entre sueños.

– No pasa nada, mamá. -La niña se arrebujó en la colcha-. Vuélvete a dormir.

– ¿Has tenido que ir al baño?

Su hija no respondió.

– ¿Frankie?

– Quise… La música no se iba. Bajé al porche.

Grace se despertó de golpe.

– ¿Sola? No debiste hacer eso. Debiste haberme despertado.

– Estabas cansada.

– Eso no importa.

– Sí importa. No pasó nada, mamá. No estaba sola. Jake estaba allí.

– ¿Qué?

– Nunca se acuesta temprano. Cuando me encontró en el porche, me dio un chal para que me abrigara y se quedó en el salón hasta que terminé.

– Ah. -Grace guardó silencio-. Con todo, deberías haberme despertado.

– La próxima vez. -Frankie bostezó-. Cuando no estés tan cansada.

– Nunca estoy demasiado cansada para ti.

– Pero Jake no estaba nada cansado. Me lo dijo él, y me di cuenta de que estaba diciendo la verdad. Y es un adulto, así que no pasaba nada porque se quedara conmigo. ¿De acuerdo?

– No todos los adultos… -Pero Frankie había recibido todas las advertencias genéricas habituales, y Grace no quería hacerla desconfiar de Kilmer cuando podría surgir alguna ocasión en que fuera importante que lo obedeciera sin cuestionarlo-. Sí, estuvo bien. Pero la próxima vez despiértame. No es que…

La niña se había quedado dormida.

¿Por qué no se había despertado cuando Frankie había salido del dormitorio? Tenía un sueño ligero, y siempre estaba atenta a cualquier cambio en la respiración de su hija.

Pero esa noche, cuando un peligro inminente se cernía en el horizonte, no. No tenía sentido.

A menos que estuviera confiando en que Kilmer las mantendría a salvo. A todas luces, Frankie parecía tener esa confianza.

Era una niña, y Kilmer conseguía inspirar confianza incluso a los mercenarios más endurecidos. Era un don que tenía.

Y una vez que la gente le otorgaba su confianza, él nunca les traicionaba. Al menos eso era lo que había pensado ella hasta la noche en que habían salido a perseguir a la Pareja. El padre de Grace había confiado en Kilmer…

Se dio la vuelta y miró fijamente el claro de luna que entraba a raudales por la ventana. Parecía reinar la paz, pero sabía que el equipo de Kilmer se estaba moviendo, cambiando de posición, vigilando…

¿Dónde estaba él? ¿Se había acostado después de que Frankie subiera a su habitación? Nunca dormía mucho. En una ocasión le había dicho que tenía miedo de perderse algo si dormía más de cinco horas, que la vida era demasiado breve, y que tenían que exprimir cada momento de placer a cada instante.

Cuando le dijo aquello, estaban juntos en la cama, recordó Grace. Había sido un instante insólito de confianza en una relación que había estado más interesada por el sexo y las emociones que por las filosofías personales. Grace se había sentido… cerca de él.

Luego Kilmer se había dado la vuelta de costado y puesto encima de ella, y ella se había olvidado de todo, excepto del sexo y la necesidad. Podía verlo en ese momento, con el pelo negro cayéndole por la frente, el pecho subiendo y bajando con cada respiración, con cada movimiento. La fuerza y la precisión y la…

Dejó de pensar en él. Si se estaba sintiendo así de vulnerable, era porque el tiempo se le había hecho muy largo. No era Kilmer, era el sexo en sí. Él había prendido las brasas que Grace había mantenido debilitadas y controladas durante todos esos años.

Y todavía seguían controladas. Sólo tenía que esforzarse algo más para mantenerlas así.

– Lo estás montando. -Robert apoyó los codos en lo alto de la valla-. Si sólo fue ayer cuando vi cómo lo domabas. ¿No se ha rebelado cuando lo has montado?

– Por supuesto, pero Samson pensó en ello esta noche y decidió que la cooperación es razonable. Así que sólo me castigó con tres minutos de corcoveos para demostrar su independencia. Mañana será menos tiempo. -Se bajó del rucio y le dio una palmada en el cuello-. Tiene una bonita forma de andar. Suave. -Lanzó una mirada a Robert-. En una semana o así, podría estar listo para otro jinete. ¿Quieres intentarlo?

– No, gracias. Ya te he dicho que me gustan los coches elegantes y cómodos, preferiblemente descapotables. Tu Samson no me atrae.

– Quería darte una oportunidad. No hay nada comparable a la sensación de montar a un caballo y trotar por un prado o por la orilla del mar.

– Siempre que seas capaz de mantenerte en la silla -dijo Robert con sequedad.

– Practica.

– Creo que seguiré con los Lamborghini y a los Corvette. No te puedes caer de ellos. -Hizo una pausa-. Ayer Kilmer se puso un poco nervioso mientras montabas a ese monstruo. Yo pagué el pato.

Grace lo miró fijamente.

– ¿Y eso qué significa?

– Quería ayudarte a pelear con el semental. Se sintió frustrado, y decidió que yo era un candidato excelente con quien desahogarse.

– ¿Y lo hizo?

– Le gané por la mano. Sabía lo que le estaba molestando, y salté primero. Si voy a trabajar con él, tenía que aliviar la tensión.

Grace abrió la cancela y condujo a Samson al establo.

– ¿No vas a preguntar como alivié la tensión?

Ella no quería hablar de Kilmer. Ya bastante difícil era verlo todos los días, y la noche anterior había demostrado que estaba pensando en él de una forma absolutamente excesiva.

– Es evidente que me lo vas a contar de todas las maneras.

– Le dije que no me había acostado contigo. -Robert se rió entre diente cuando vio la expresión de Grace-. Pensé que eso atraería tu atención. Es difícil calar a Kilmer, pero apostaría a que le hice sentir muchísimo mejor. No le gustaba la idea lo más mínimo.

– No es de extrañar. La idea es ridícula.

– A mí no me lo parecía. Pensé en ello, pero sabía que ése no era el papel que me asignarías. Y no pasa nada. Me gusta ser tu amigo. Y me gusta ser amigo de Frankie. -Hizo una pausa-. Pero te habría agradecido que me hubieras dicho que Kilmer era su padre.