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– Por supuesto que sí. -Movió la cabeza cansinamente-. La mayor parte de las veces. Cuando se trataba de él y de mí. No era muy fiable y, sí, no era demasiado honesto, pero me quería. No habría hecho nada que pudiera hacerme daño. Y él sabía que yo iba a estar en El Tariq aquella noche. No me habría vendido.

– No parece probable.

– Probable… Gilipolleces. No lo habría hecho y punto.

Robert hizo una mueca.

– Parece que no hago más que equivocarme en lo que digo. Me voy.

Grace lo observó alejarse. No debería haber sido tan dura con él. Se había limitado a hacer preguntas que cualquiera habría hecho. Robert ignoraba lo susceptible que era ella en todo lo relacionado con su padre. Desde su más temprana infancia había tenido que defender a su padre de la gente que no entendía que su vida con él no fuera lo que ellos pensaban que debía ser. Él había convertido la vida en una aventura para ella. A veces, en una aventura aterradora, pero siempre se había mostrado cariñoso y amable con ella. Durante toda su solitaria infancia, jamás había dudado de que su padre se preocupara por ella. Aquella certeza era importante para Grace. En un mundo que cambiaba a diario, cuando ella no había podido contar con nadie ni con nada, había podido contar con que su padre la quería.

Y Kilmer había intentado eliminar aquella certeza de ella.

¡Maldito fuera!

– Tonino apareció anoche en casa de Kersoff -dijo Hanley-. Hice que Lackman mantuviera vigilado el lugar hasta que el cuerpo fuera descubierto. La mujer no parecía tener muchos amigos, porque el cadáver permaneció sin ser molestado doce horas.

– Tonino -repitió Marvot con aire pensativo-. Uno de los hombres de Kilmer.

Hanley asintió con la cabeza.

– Debió de enviarlo él para averiguar cómo Kersoff localizó a Grace Archer.

– O podrían haberte seguido cuando visitaste a la mujer.

– Tuve cuidado -dijo Hanley con rapidez-. Soy un profesional; lo habría sabido.

Era verdad que Hanley cometía pocos errores, pensó Marvot, pero Kilmer tenía un equipo extraordinariamente habilidoso.

– No obstante, creo que deberíamos dar una batida por el perímetro del recinto, por si hay alguien vigilando. ¿Qué decía el informe de Lackman?

– Tonino permaneció allí menos de diez minutos. Es evidente que se encontró con el cuerpo y ahuecó el ala.

– ¿Y estás seguro de que no dejaste ninguna prueba de que despachaste a la mujer de Kersoff?

Hanley negó con la cabeza.

– Registré el escritorio y el dormitorio. Ningún papel.

– Entonces, parece que le llevamos la delantera a Kilmer. -Sonrió-. Y todo lo que necesitamos es una pequeña ventaja. ¿Has establecido ya contacto con el informante de Kersoff en la CIA?

– He enviado a un hombre a Langley para que establezca contacto personalmente. Si Kilmer sabe lo de la filtración, entonces tenemos que sacar de en medio al informante antes de que se comunique con él. -Hanley se encogió de hombros-. Y no hay nada más persuasivo que el dinero contante y sonante. Aparte del miedo. El miedo es bueno.

Marvot movió la cabeza en señal de asentimiento.

– Sí que lo es. -Se levantó-. De todas maneras, espero una respuesta mañana por la noche. Lo recordarás, ¿verdad? -Miró fijamente a los ojos a Hanley para infundirle un poco de miedo-. He esperado mucho tiempo para ponerle las manos encima a esa mujer. Mi paciencia está a punto de agotarse. No me lo tomaré demasiado bien si ahora la perdemos.

– No es necesario que me lo diga. -Hanley apartó la mirada-. No la perderemos.

– Excelente. Bueno, ponte en contacto con Langley y aguijonéales un poquito. -Marvot se dirigió hacia la puerta-. Espero un informe cuando vuelva de mi paseo nocturno. He prometido a Guillaume que lo llevaría al prado a ver a la Pareja como un lujo especial.

Hanley meneó la cabeza.

– ¿Por qué está el niño tan obsesionado con esos caballos? Tiene un caballo propio fantástico.

– A los niños siempre les fascina lo prohibido. Sabe que la Pareja ya han matado antes.

– ¿No teme que Guillaume pueda colarse a hurtadillas e intentar montarlos?

– Casi tengo la absoluta certeza de que lo hará en algún momento. Por eso les he dicho a todos los que trabajan en el establo que, si le permiten acercarse a los caballos sin que yo lo acompañe, los ataré en el compartimiento con uno de los dos caballos. -Se encogió de hombros-. Pero darle a Guillaume una pequeña satisfacción de vez en cuando hará que ese momento se postergue. -Abrió la puerta-. ¡Ah!, estás aquí, Guillaume. ¿Listo?

– Sí, papá. -Los ojos del niño relucían-. Me traje la cámara. Quiero sacarles fotos para ponerlas en mi habitación.

– ¡Qué idea tan buena! -Marvot cogió a su hijo de la mano y miró a Hanley por encima del hombro-. Y si me traes a Grace Archer para que trabaje con la Pareja, tal vez no tenga ningún motivo de preocupación sobre mi hijo. Doble motivo para que hagas tu trabajo con la máxima rapidez.

Hanley asintió con la cabeza.

– Por supuesto, así lo haré.

Marvot sonrió a su hijo.

– Hanley va a traernos a una compañera de juegos para la Pareja. Una joven. ¿No te parece interesante?

Guillaume pareció titubear.

– Pero a ellos no les gusta jugar.

– Tal vez lo hagan con ella. -Condujo a su hijo hacia la valla del cercado e hizo un gesto al mozo de cuadra para que dejara salir a los caballos al cercado-. Sube ahí arriba y obsérvalos. Se mueven como la seda.

– O como el fuego. -Guillaume clavó la mirada en las dos ráfagas blancas que corrían desbocados dentro del cercado-. Fuego blanco. Relámpagos, papá. ¿Podría esa mujer domarlos para mí? ¿Y podría montarlos entonces?

Marvot consideró decirle que sí, pero se lo pensó mejor. Una vez que obtuviera lo que quería de la Pareja, era más que probable que se deshiciera de ellos.

– A veces es mejor disfrutar de un placer a distancia. Como éste. Míralos correr.

El claro de luna resplandecía sobre los caballos, mientras éstos rodeaban el cercado. Había sido una noche clara y luminosa como aquella en la que había visto por primera vez a Grace Archer trabajando con la Pareja. Entonces pensó que los caballos acabarían matándola, y había sentido curiosidad por ver cómo se enfrentaba esa mujer a la muerte. Seguía acordándose de lo delgada y frágil que le había parecido, en comparación con la fuerza bruta de los caballos. Grace no había muerto aquella noche, y Marvot se había sentido pletórico de esperanzas al ver cómo la Pareja le respondía.

Zorra.

– ¿No son preciosos, papá? -La mirada de Guillaume estaba concentrada en los caballos-. Mira cómo arquean los cuellos.

– Magníficos -dijo Marvot. Y absolutamente inútiles para él. Tan inútiles como lo habían sido durante años.

Pero, quizá, no por mucho tiempo. Había pensado en deshacerse de un posible estorbo ofreciendo una recompensa por la muerte de la niña. Había considerado que, sin su hija, quizá la mujer podría concentrarse mejor en los caballos. Pero se alegraba de que Kersoff no la hubiera matado. Ahora que tenía un rastro hacia el contacto de Kersoff, podría encargarse de la operación él mismo.

Y las madres eran notablemente maleables cuando uno utilizaba a sus hijos.

– Vienen hacia nosotros -susurró Guillaume-. Tal vez quieran hacerse nuestros amigos.

– Baja de la valla -le dijo a su hijo-. Lo que ves no es afecto. Tienes que aprender a reconocer e interpretar.

– ¿Qué?

Odio. Marvot se quedó mirando fijamente a los caballos, mientras éstos se acercaban corriendo hacia la valla. La Pareja nunca perdía la oportunidad de intentar ensañarse con él. Lo habían odiado desde el instante en que los había llevado allí. Se preguntó por el motivo, puesto que él nunca los había maltratado personalmente. ¿Era cierto instinto profundo que les hacía reconocer que era él quien controlaba el dolor, y si vivían o morían?