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– Tienes toda la maldita razón en lo de que estaré bien. Puedo cuidar de Frankie; lo he hecho durante toda su vida. -Le lanzó una mirada de odio-. ¿Y por qué crees que soy tan zorra que no querría que fueras a rescatar a Donavan? ¿Se supone que tienes que dejar que se desangre hasta morir? Vete de aquí de una puñetera vez.

Kilmer sonrió.

– Ya voy. Ya voy. ¡Qué gruñona!

Grace lo observó atravesar corriendo el patio hacia el helicóptero que acababa de aterrizar. El aire de los rotores le alborotaba el pelo y le aplastaba la camisa caqui contra el cuerpo delgado. Kilmer hizo señas a su equipo de que subieran al helicóptero y esperó allí hasta que todos los hombres estaban a bordo. Ese era el procedimiento operativo habitual de Kilmer, recordó Grace. Siempre era el último hombre en retirarse.

Y probablemente ésa fuera la razón de que Kilmer hubiera estado a punto de pagarlo caro cuando había robado a Cosmo.

Y de que hubiera vuelto a El Tariq aquella noche de hacía nueve años para sacar a sus hombres de las colinas que rodeaban la propiedad de Marvot.

Siempre el último hombre en retirarse.

Grace había comprendido que él tuviera que volver y recuperar al resto de su equipo. No había comprendido el motivo de que no la hubiera dejado ir a Tánger para rescatar a su padre cuando había una posibilidad de que pudiera haberlo salvado.

– ¿Adónde van, mamá? -Frankie estaba a su lado.

– Uno de los hombres que trabaja para Kilmer está herido y se encuentra en apuros. Van a ayudarlo.

– ¿Podríamos ir?

Grace bajó la vista hacia Frankie y vio su expresión de preocupación.

– ¿Por qué? Ni siquiera conoces a ese hombre.

– Tampoco quiero que le hagan daño a Jake. Tal vez podríamos asegurarnos de que no se lo hicieran. ¿No quieres ir?

– No, yo… -Claro que quería ir, se percató de repente. Quería ser una del equipo que subía a ese helicóptero. Quería formar parte de la labor de equipo que salvaría a Donavan.

Si es que estaba vivo cuando Kilmer llegara hasta él.

– Sí, me gustaría ir -le dijo a Frankie-. El hombre al que han herido es un buen amigo mío. Pero hay ocasiones en las que no puedes hacer lo que quieres. A veces es mejor quedarte en casa y no estorbar.

– Yo no estorbaría.

– Puede que no tuvieras intención de hacerlo. -Grace hizo una pausa-. ¿Te acuerdas cuando fuimos a ver El cascanueces? Todos aquellos bailarines estaban habituados a hacer justo lo que les habían enseñado. ¿Qué hubiera ocurrido si alguien del público hubiera subido al escenario y pretendido ponerse a bailar con ellos?

Frankie se rió entre dientes.

– Habría sido divertido.

– Pero eso habría ocasionado que los verdaderos bailarines cometieran errores, porque intentarían quitarse de en medio. ¿Lo entiendes?

La sonrisa de la niña se desvaneció.

– Supongo que sí. No me sabría los pasos.

Grace asintió con la cabeza.

– Pero tú sí te los sabes, mamá.

Grace observó cómo el helicóptero se elevaba del suelo. Sí, ella conocería los pasos y, ¡maldición!, quería ejecutarlos.

– Podría haber olvidado muchos de ellos. Es mejor que me quede contigo. -Se obligó a apartarse y a no ver desaparecer al helicóptero-. Vayamos dentro y busquemos a Robert. Casi es hora de hacer la cena.

Pero Frankie siguió con la mirada fija en el helicóptero.

– Me gusta Jake. No le pasará nada, ¿verdad, mamá? ¿No morirá como Charlie?

¿Cómo podía responder sin arriesgarse a mentir a Frankie?

«El último hombre en retirarse.»

– Tiene muchas probabilidades. -Rodeó los hombros de su hija con el brazo-. Pero Jake se ha visto en situaciones como ésta durante años, y es muy inteligente.

Frankie no habló durante un instante, y Grace supo que se había dado cuenta de que su madre no le había dado una respuesta afirmativa. Entonces dijo:

– Y él conoce los pasos, ¿verdad?

– Conoce todos los pasos. Uno por uno. -Besó levemente a su hija en la sien-. De hecho, él fue quien los inventó.

– Eso está bien. -La expresión de preocupación de Frankie no había desaparecido-. Charlie no era joven como Jake, pero también era inteligente y debió de aprender mucho en aquellos años. Y, sin embargo, murió, mamá.

No había esperado que Frankie planteara esa comparación con la muerte de Charlie, que era lo que más tenía presente. Y aquella comparación también le provocó un escalofrío que le recorrió todo el cuerpo. Grace respiró profundamente.

– Mira, si Jake se mete en apuros y necesita ayuda, te prometo que iré y le sacaré de allí. ¿De acuerdo?

– ¿Y no acabarás herida tú también?

¡Dios santo!, la de vueltas que tenía que dar para no hacerle promesas que no pudiera cumplir en aras de la sinceridad.

– Y no acabaré herida. Bueno, ¿qué tal si entramos y preparamos algo de comer?

Frankie asintió con la cabeza.

– Claro. -Volvió a echar un vistazo al cielo, pero el helicóptero había desaparecido en el horizonte-. Los helicópteros son bastante chulos, ¿verdad? Cuando las hélices dan vueltas, producen un sonido como el de los látigos. Bastante agudo, pero sin embargo hay un ritmo…

– No seas idiota. Déjame -susurró Donavan-. Es demasiado tarde. Saca al equipo de aquí.

– Vete a cagar. -Kilmer sujetó a Donavan por la cintura con más fuerza, mientras lo arrastraba por el agua turbia-. ¿Crees que he hecho todo este viaje y dejado que estas condenadas sanguijuelas me estén chupando la sangre de las piernas para que le sirvas de desayuno a Marvot? No lo hago por ti. Lo hago por mí maldito ego.

Donavan empezó a reírse, pero la risa acabó en tos.

– Bastardo.

– Sí. -Kilmer se movía con rapidez, sin dejar de escudriñar el bosque que tenían a ambos lados. Habían eliminado a cuatro miembros de la patrulla de Marvot cuando llegaron hacía una hora, pero podía haber más-. Ahora cállate. Si puedo llevarte a través de este riachuelo y del bosque, tendremos algunas probabilidades. Nos encontraremos con el resto del equipo en la carretera. El helicóptero está a ocho kilómetros al otro lado de la carretera.

– Ocho kilómetros u ocho mil. Sigue sin…

– Mira, va a ser así y punto. Ahora echa un pie delante del otro y mantén la boca cerrada. No voy a morir en este riachuelo apestoso y no te voy a dejar. Así que eso sólo deja una alternativa: tengo que ser un jodido héroe.

– Jamás podría soportar que me salvaras la vida. Nunca permitirás que lo olvide. Preferiría pasar a mejor vida ahora mismo.

– Donavan.

– De acuerdo, de acuerdo. Me callaré. De todas maneras, me siento un poco débil. Si no me sacas de aquí pronto, puede que me desmaye y tengas que cargar conmigo.

– No te atrevas.

– Pues creo… que está sucediendo… -Sus palabras salían entrecortadas-. Si vas a ser un héroe, debería asegurarme… de que… lo hagas… bien.

– ¿Estás bien? -preguntó Robert cuando salió al porche-. Estuviste muy callada durante la cena.

– ¿Ah, sí? ¿Crees que Frankie se dio cuenta? -Grace hizo una mueca-. Bien sabe Dios que intento comportarme con naturalidad.

– Ella también estuvo callada. Creo que está ensimismada en su música -dijo Robert-. ¿Estás preocupada?

– Dijo que llamaría anoche. Diablos, sí, estoy preocupada.

– Son cosas que pasan.

– Ya lo sé -le espetó. Respiró hondo y soltó el aire lentamente-. Y sé que algunas de esas cosas que pasan son malas. Podrían matar a todo el equipo. Kilmer podría resultar muerto. -Cruzó los brazos por delante del pecho para impedir que siguieran temblando-. Deberíamos haber tenido noticias de él.