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– ¿Qué quieres que haga? ¿Debería llamar a North para ver si ha tenido noticias de algún jaleo en El Tariq?

– No. Es un peligro para Frankie que establezcamos contacto sin saber antes dónde está la filtración. Esperemos.

– Pero no mucho. Le prometí a Kilmer que, si no regresaba, os sacaría a ti y a Frankie de aquí mañana. Tenía miedo de que pudieran capturar a cualquiera del equipo y le obligaran a hablar.

– Esperaremos hasta pasado mañana. -Grace sacudió la cabeza. ¡Joder!, ¿en qué estaba pensando?-. No, tienes razón. Tenemos que sacar a Frankie. La tendré lista para irnos al amanecer. -Y añadió cansinamente-: ¡Maldita sea!, odio obligarla a seguir huyendo de nuevo.

– Yo también. -Robert se apartó y abrió la puerta mosquitera-. Pero así es la vida.

O la muerte, pensó Grace con un escalofrío. La muerte de Kilmer.

Miró hacia las montañas. ¿Por qué le estaba haciendo tanto daño esa posibilidad? Había pasado nueve años sin pensar siquiera en él, y en ese momento…

No, eso era mentira. En el fondo, Kilmer siempre había estado allí, por más que ella hubiera intentado negarlo. ¿Y cómo podría ser de otra manera? Había sido la principal experiencia sexual de su vida. Lo había admirado y respetado. Y había dado a luz a su hija.

Y él le había impedido acudir junto a su padre cuando éste la había necesitado. Daba igual que hubiera llegado demasiado tarde para salvarlo. Kilmer había eliminado cualquier posibilidad.

Sin duda, ser consciente de ello seguía enfureciéndola, pero la descarnada posibilidad de su muerte parecía eclipsar todo lo demás.

Podía oír a Frankie tocando en su teclado dentro de la casa. En ese momento no estaba componiendo; se estaba dando un descanso e interpretaba a Mozart. Encantadora. Era tan encantadora. Y Kilmer nunca había tenido la oportunidad de darse cuenta de lo encantadora que era Frankie en todos los aspectos.

Yen ese momento, podría no llegar a saberlo nunca.

Su móvil sonó a las tres cuarenta y tres de la mañana.

Grace se abalanzó hacia la mesita de noche para contestar la llamada.

– Hola.

– Regresamos a casa -dijo Kilmer-. Estamos subiendo al avión en las afueras de Tánger.

¡Gracias, Dios!

Grace no fue capaz de articular palabra durante unos segundos.

– Dijiste que llamarías anoche. -¡Dios santo!, menuda estupidez acababa de decir.

– Estuve un poco ocupado -respondió Kilmer secamente-. Y no podía utilizar el móvil en las cercanías de El Tariq. Los hombres de Marvot estaban por todos lados, y no me podía arriesgar a que captaran la señal. Estaremos en casa mañana.

– ¿Y Donavan?

– Vivo. Le hemos hecho una cura de urgencia y una transfusión, pero no está bien. Conseguí un médico aquí en Tánger para que nos acompañe en el avión. No puedo llevarlo a un hospital. Marvot tiene demasiados contactos locales. ¿Va todo bien ahí?

– Sí.

– Bien. -Kilmer colgó.

Grace apretó el botón de desconexión lentamente. ¡Dios mío!, le temblaban las manos. Casi estaba mareada a causa del alivio… y la alegría.

– ¿Mamá? -Frankie se había incorporado sobre un codo-. ¿Era Jake?

– Sí. -Tuvo que aclararse la garganta-. Está a salvo. Viene para casa.

La niña se incorporó completamente, con el rostro iluminado.

– ¿Cuándo? ¿Puedo ir a decírselo a Robert?

– Estará aquí mañana. -Grace tuvo que tranquilizar su voz-. Y creo que hacérselo saber a Robert sería una buena idea. Anda, ve.

Frankie saltó de la cama y se escabulló fuera de la habitación.

Debería haber ido ella misma a decírselo a Robert, pero en ese momento no quería enfrentarse a nadie. Temblaba demasiado. ¡Joder!, había pensado que todo había terminado. ¿Cómo era posible que no hubiera acabado?

Tal vez hubiera acabado, pero la emoción que estaba sintiendo era demasiado fuerte para ignorarla. Tenía que ser identificada y resuelta. No podía pasar el resto de su vida de esa guisa. En un estado permanente de negación, aunque hecha polvo por recuerdos y recuerdos que no era capaz de olvidar. Lo sensato sería enfrentarse a ello y deshacerse de cualquier emoción persistente por Kilmer que hubiera reprimido. Sí, eso sería lo lógico y lo sensato.

¡Dios santo, estaba vivo!

Grace oyó la vibración de los rotores del helicóptero una hora después de haberse acostado a la noche siguiente. Saltó de la cama y corrió a la ventana. Una luz blanca azulada atravesó la oscuridad desde el helicóptero cuando éste empezó a descender lentamente.

– ¿Es Jake? -preguntó Frankie.

– Creo que sí. -Grace agarró una bata y se dirigió a la puerta-. Quédate aquí hasta que me asegure. -Se encontró con Robert en las escaleras-. ¿Es Kilmer?

Él asintió con la cabeza.

– Me llamó hace diez minutos para decirme que estaban llegando y que le preparase una habitación a Donavan. -Sacudió la cabeza-. Le cederé mi cuarto. Dormiré abajo, en el barracón, con el resto del equipo. Cambié las sábanas… -Bajó corriendo las escaleras y salió.

Grace lo siguió y llegó al porche a tiempo de ver abrirse las puertas del helicóptero y a Kilmer saltar a tierra.

– Meted a Donavan dentro. -Se volvió a Blockman-. ¿Todo bien?

Robert asintió con la cabeza.

– A mí habitación. La segunda a la izquierda. ¿Cómo está?

– Drogado. El doctor Krallon lo ha mantenido sedado desde que abandonamos Tánger. -Desvió la mirada hacia Grace cuando dos de sus hombres levantaron cuidadosamente a Donavan para sacarlo del helicóptero en una camilla-. Lo conseguirá, Grace. La gran amenaza era la conmoción.

– ¡Gracias a Dios! -bajó la vista a la cara de Donavan cuando pasó por su lado en la camilla-. ¡Dios santo!, está pálido.

Él entonces abrió los ojos.

– Es culpa de Kilmer -susurró-. Dejó que todas esas sanguijuelas me chuparan la sangre.

– Bastardo ingrato -dijo Kilmer-. Fue a mí a quien comieron vivo. -Hizo un gesto a los hombres que lo transportaban-. Llevadlo adentro y metedlo en la cama antes de que le arranque esos puntos y deje que muera desangrado.

– Demasiado tarde -replicó Donavan-. Tengo a Grace para que me proteja. -Clavó sus adormilados ojos en ella-. Hola, Grace, ¿cómo te va?

– Mejor que a ti. -No obstante, se sintió aliviada al ver que estaba lo bastante bien como para bromear con Kilmer-. Pero nos ocuparemos de esto -le gritó cuando ya le subían por las escaleras del porche-. Así que manda a la mierda a Kilmer siempre que te apetezca.

– Muchas gracias -dijo Kilmer. Se volvió hacia el hombre bajo y de piel oscura que se había acercado a él-. Grace Archer, éste es el doctor Hussein Krallon. Se ocupa de Donavan.

– Encantado, señora. -El médico hizo una cortés inclinación de cabeza-. Y ahora debo ir con mi paciente. Con su permiso. -El hombre no esperó a la aprobación de Grace, sino que salió corriendo tras Donavan.

– ¿Está seguro Donavan con él? -preguntó ella observando cómo desaparecía por el vestíbulo-. Marvot ejerce mucha influencia en Marruecos.

– He utilizado sus servicios con anterioridad. Odia a Marvot a muerte. Su hijo fue asesinado en un asunto de drogas por uno de los sicarios de Marvot hace cinco años. No asfixiará a Donavan mientras duerma y hará que mejore sólo por fastidiar a Marvot. -Hizo una pausa-. ¿Cómo está Frankie?

– Bien. -¡Dios!, parecía cansado-. ¿Cuándo dormiste por última vez?

– Dormité en el avión. -Se frotó la mandíbula-. Aunque necesito deshacerme de esta barba de tres días.

– ¡Jake! -Frankie estaba en lo alto de las escaleras-. Pareces un pirata. -Bajó corriendo los escalones sin dejar de mirar con cautela a su madre-. Siento no haberme quedado en la habitación. Pero vi a Jake salir del helicóptero y supe que todo iba bien. Creo que te olvidaste de mí.

– Me parece que tienes razón. -Grace sonrió-. Así que soy yo quien debería disculparse. Como puedes ver, Jake está sano y salvo.