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– Bien. Estábamos preocupadas por ti.

– ¿Estabais? -Desvió su mirada hacia Grace-. ¿Las dos?

– Naturalmente. Me preocupaba que sacaras a Donavan de allí.

– Vaya corte. -Kilmer hizo una mueca y sonrió a Frankie-. Puesto que no conoces a Donavan, ¿puedo suponer que tú sólo estabas preocupada por mí?

– Por supuesto. Tú me gustas. -La niña lanzó una mirada a Grace-. ¿Puedo prepararle a Jake un chocolate caliente? Parece que necesita… algo.

– Es tarde.

– Ahora ya no puedo volver a dormirme. Estoy demasiado excitada.

– Jake puede cuidar de… -Grace vio la decepción dibujada en el rostro de Frankie-. Por supuesto, adelante. Voy a asegurarme de que Donavan esté cómodo. Bajaré dentro de quince minutos y entonces te irás a la cama. ¿Trato hecho?

– Trato hecho. -Frankie echó a correr por el pasillo hasta la cocina.

Grace empezó a subir de nuevo los escalones.

– Si no quieres ocuparte de ella, envíala arriba. Sólo quiere hacer algo por ti.

– Ni en un millón de años. Me siento honrado. -Kilmer hizo una pausa-. Tan sólo siento curiosidad por saber por qué dejas que se relacione conmigo.

Ella lo miró por encima del hombro.

– Debisteis pasarlas canutas allí. Ella tiene razón; pareces necesitar algo. Tal vez no un chocolate caliente, pero Frankie es una curandera fantástica. Cuando me encuentro mal, sólo tenerla cerca hace que me sienta mejor.

– Me doy cuenta de hasta qué punto eso debe ser cierto. -Se apartó-. Gracias, Grace.

El tono de su voz rebosaba cansancio. Ella se paro en la escalera.

– ¿Cómo de cerca estuvo esta vez, Kilmer?

– Lo bastante cerca para que me arrepintiera de muchas cosas que no he hecho en mi vida. Y lo bastante cerca para que lamentara no haber hecho un testamento que os protegiera a ti y a Frankie. -Sonrió débilmente-. Aunque supongo que eso también te habría ofendido.

– No lo necesitamos. Charlie legó a Frankie la granja de caballos.

– Bien. Pero eso no significa que yo no tenga una obligación.

– Es un poco tarde.

Kilmer asintió con la cabeza.

– Lo sé. Pero tengo que jugar las cartas que me han tocado. Buenas noches, Grace. -Empezó a avanzar por el pasillo-. Si quieres irte a la cama, me aseguraré de que Frankie vuelva a tu lado.

– Ya me ocuparé yo. -Asustada, se dio cuenta de que no quería dejarlo. Deseaba quedarse allí y mirarlo. Quería hacer algo, cualquier cosa, para aliviar aquellas arrugas de agotamiento de su rostro. ¡Joder!, estaba tan mal como Frankie.

No, peor aún.

Porque no era un chocolate caliente lo que deseaba ofrecerle.

– ¿Grace? -Kilmer se había parado y la miraba por encima del hombro, leyendo su expresión con la mirada.

– No. -Ella negó con la cabeza, presa del pánico-. Eso no significa nada. Sólo te estoy agradecida por lo de Donavan. Es una locura pensar…

– Tranquila -dijo Kilmer en voz baja-. No estoy pensando en nada. Estoy demasiado asustado incluso para albergar esperanzas. Sólo quería que supieras que si quieres utilizarme de alguna manera, me haría inmensamente feliz. No esperaría más que lo que quisieras darme. No pediría más que… -Sacudió la cabeza, y dijo con brusquedad-: Y una mierda. Te devoraría y pediría más. Así ha sido siempre entre nosotros.

Sus palabras produjeron en Grace una sacudida de hormigueante electricidad que le recorrió todo el cuerpo. Sí, siempre habían sido sexualmente insaciables.

– No. -Grace se humedeció los labios-. Han pasado muchos años y demasiadas cosas entre nosotros.

– Eso no se interpondría en el sexo. Te lo garantizo.

– No podría garantizar… ¿Por qué estoy hablando contigo siquiera?

– Porque estás buscando una manera de obtener lo que quieres. Cógelo, Grace, No habrá consecuencias. Te lo prometo.

Ella negó con la cabeza y subió corriendo las escaleras. Estaba huyendo, pensó Grace con desesperación. Demasiado esfuerzo por llegar a un acuerdo con lo que estaba sintiendo por Kilmer. Sólo con verlo se veía atrapada en aquella fuerza que hacía que se marease y le temblaran las rodillas.

Y calor. Sentía como si tuviera fiebre; el cuerpo ardiente y la respiración rápida y superficial.

Como hacía nueve años.

Pero ya no era aquella mujer. Era la madre de Frankie, y con eso era suficiente.

No, ¡mierda!, en ese momento no era suficiente.

«Coge lo que quieres.»

Eso sería demasiado peligroso, demasiado devastador. Se había sentido satisfecha antes de que él volviera a aparecer. Volvería a estar contenta una vez se hubiera ido.

Contenta. Vaya palabreja insignificante.

Feliz. Con Frankie siempre era feliz. No necesitaba aquella locura que había experimentado con Kilmer.

Capítulo 9

– ¿Has pasado una buena noche, Donavan? -Grace sonrió al abrir la puerta a la mañana siguiente. Echó un vistazo al doctor Krallon, que se levantó rápidamente de su sillón-. ¿Ha sido un buen paciente?

– Atroz. -El médico sacudió la cabeza-. No ha parado de insultarme y se ha negado a hacer todo lo que le decía. Es un desagradecido.

– Una cuña, Grace. -Donavan sacudió la cabeza-. No me levantó para ir al baño. Fue humillante.

– Y práctico. -Ella se sentó en el sillón que el médico había dejado vacío-. Vaya a desayunar, doctor. Me quedaré con él.

– Con mucho gusto. -El médico se dirigió a la puerta-. Y si soy capaz de perdonarlo, le traeré el desayuno cuando vuelva.

Donavan sonrió cuando la puerta se cerró tras el médico.

– Es un hombrecillo amable. Y un testarudo, un jodido testarudo.

– Entonces deja ya de hacérselo pasar mal. Ya sabes que todavía no puedes levantarte para ir al baño. Espera un par de días.

– Un hombre ha de hacer una protesta digna.

– Un hombre ha de ser razonable y dejar de crear problemas. -Grace examinó la cara de Donavan-. Tienes más color que esta mañana. Anoche me dejaste preocupada, pero hoy me doy cuenta de que estás tan genial como siempre.

– No lo dudes. Sólo me estaba aprovechando de tu compasión cuando me sacaron en andas de ese helicóptero. De nuevo, la cuestión de la dignidad. Kilmer entra con aire resuelto como un héroe conquistador, y allí estaba yo, tumbado en esa camilla, débil como un gatito. Tuve que arreglármelas para conseguir todo lo que pudiera.

Grace enarcó las cejas.

– ¿Fue todo una actuación?

– Bueno, quizá estuviera un poco pachucho. El viaje fue una pesadilla. -Su mirada se clavó en su cara-. Pareces más vieja, Grace.

– Muchas gracias.

– No, te favorece. Siempre fuiste una mujer interesante, pero ahora tienes cierta… profundidad. Quiero seguir estudiándote para ver qué es lo se esconde bajo la superficie.

– No se esconde nada. Soy tan poco complicada como lo he sido siempre.

Donavan negó con la cabeza.

– Y una mierda poco complicada. Desde el momento en que bajaste de aquel avión, hace ahora casi nueve años, siempre supe que eras un cúmulo de contradicciones. Eras patriota, y sin embargo habías visto demasiado para confiar totalmente en cualquier gobierno. Eras valiente, pero te daba miedo comprometerte. Querías tener amigos, pero temías alargar la mano y cogerlos por miedo a que salieran huyendo.

– ¡Uy, Dios, Donavan! ¿Desde cuándo eres psicólogo?

– Es sólo uno de mis talentos menores. -Sonrió-. Pero únicamente lo utilizo con la gente que me gusta. Y no expreso mis opiniones a menos que se me pregunte.

– Yo no he preguntado.

– Y cuando quiero inmiscuirme en algo que no es asunto mío.

Grace se puso tensa.

– ¿De qué estás hablando?

– Pensé que iba a morir en aquel río.

– ¿Y?

– Kilmer me salvó el pellejo. Y no es la primera vez. Pero no es mucho lo que me deja hacer por él, así que decidí tomar el asunto en mis manos.