– ¿Que asunto?
– Se preocupa por ti, Grace. No sé cuánto; no hablará de ello. Pero sé que está loco por ti.
– Sexo.
– Sí, sé que eso tuvo mucho que ver. Pero había más.
Grace negó con la cabeza.
– Mira, tú siempre viste las cosas como querías verlas.
– Estás cansado. Me voy a ir y te dejaré que descanses. -Empezó a levantarse.
– No te atrevas a moverte. -Donavan tosió-. Harás que tenga una recaída.
– No te has recuperado lo suficiente para tener una recaída.
– Entonces, estate quieta para que pueda alcanzar ese estado de felicidad. Estoy a punto de ser profundo, y necesito público.
Grace volvió a sentarse lentamente.
– Te estás aprovechando de esa condenada herida.
Donavan asintió con la cabeza.
– ¿Y por qué no? Duele a rabiar. Debería sacar algo positivo de ella.
– Hablaremos más tarde.
– ¿Y si me da una embolia y me muero? Eso ocurre. No, tiene que ser ahora. Es la ocasión perfecta. Mi estado es lo bastante lamentable como para que no te líes a tortazos conmigo. Y para cuando me ponga bien, ya habrás tenido tiempo de superarlo.
– ¿De superar qué?
– Tu actitud defensiva cuando te diga que has sido una bruja cerrada de mollera en lo que concierne a Kilmer.
Grace se puso rígida.
– No tengo por qué soportar esto, Donavan.
– Sí, sí que tienes. -Volvió a toser-. Mira, me estás dando un gran disgusto. Puedo notar cómo se forma el coágulo.
– Mentiroso.
– Me puedes dejar solo. Pero quizá el doctor me encuentre muerto cuando vuelva.
– Eso es un farol.
– Pero da resultado. -Y añadió con malicia-: Te vas ablandando con los años. Debe ser eso de la maternidad.
– Habla -dijo Grace entre dientes.
– Engañaste a Kilmer. Tenías algo especial entre manos. Nunca le he visto así con ninguna otra mujer. Kilmer nunca miente. ¿Por qué diablos no confiaste en él, en lugar de salir huyendo?
– Tú sabes por qué. Me impidió que acudiera a ayudar a mi padre. -Grace se aferró a los brazos del sillón-. Tuvo suerte de que no lo estrangulara.
– Lo que impidió fue que cayeras directamente en las garras de Marvot.
– Eso no lo sabes.
– Sí, sí que lo sé. Kilmer me envió a Tánger para ponerme en contacto con tu padre aquella noche. No hubo manera de convencer a tu encantador papá de que se marchara. Me dijo que era mejor que trabajaras con Marvot, que había mucho dinero que ganar si dejabas la Agencia y te concentrabas en domar a la Pareja para ese bastardo. Ésa es la razón de que hiciera un trato con Marvot y le soplara lo de la incursión.
– No. -Grace lo miró con furia-. Estás mintiendo.
– No creo que quisiera que resultaras herida. Me dijo que le habían garantizado que no te matarían durante la incursión. Creía sinceramente que lo que era mejor para él era lo mejor para ti.
– En aquella incursión murieron tres hombres. ¿Estas diciendo que prácticamente los asesinó él?
Donavan guardó silencio.
– No te creo.
– ¿Por qué habría de mentirte? No tengo nada que ganar.
– ¿Y cómo suponía él que yo iba a trabajar con Marvot? Jamás lo habría hecho.
– ¿Ni aunque pensaras que tu padre había sido retenido como rehén?
– Tú me lo habrías contado de manera muy diferente.
– De salir vivo. Me libré por un pelo de ser capturado, cuando avisó a uno de los sicarios de Marvot que estaba en la habitación contigua. Recibí un balazo en la pierna, y estuve huyendo un par de días. Conseguí llamar a Kilmer y decirle que te mantuviera alejada de Tánger por todos los medios.
– A mi padre lo asesinó Marvot.
– Evidentemente, Marvot pensó que la trampa estaba condenada al fracaso y que tu padre ya no le era de utilidad. Pero pudo matar a tu padre en castigo porque participaras en la incursión. Sería una advertencia para cuando te capturara.
Grace negó con la cabeza.
– No.
– Sí.
– Si eso es verdad, ¿por qué Kilmer no me dijo nada?
– Te dijo que tu padre le había dado el soplo a Marvot. Pero eso fue la noche que murió. ¿Se suponía que tenía que entrar en detalles de lo cerdo que era realmente tu padre y decirte que tenía pruebas? Tú lo querías. Confiabas en él. Era la única persona que tenías en el mundo. Creo que Kilmer planeaba intentar hablar contigo más tarde, pero no pudo. Huiste. Kilmer tuvo noticias de que Marvot te perseguía y tuvo que encontrar la manera de protegerte. Entonces North le dijo que estabas embarazada. Eso se lo confirmó. No podía estar allí para protegerte y no iba a quitarte el poco consuelo que tenías.
– Mi padre me quería. -La voz le temblaba-. Me quería de verdad, Donavan.
– Tal vez. Hay muchas clases extrañas de amor en el mundo. No te quería lo suficiente como para mantenerte lejos de las garras de Marvot si eso significaba dinero que llevarse al bolsillo. Yo estaba allí, Grace. Te estaban tendiendo una trampa. -Le sostuvo la mirada-. Sabes que no miento. Tengo una cicatriz en mi pierna izquierda como recuerdo de aquella noche. ¿Quieres verla?
Ella negó con la cabeza.
– ¿Me crees?
– No lo sé. ¡Oh, Dios!, no quiero creerte, Donavan.
Él asintió con la cabeza.
– Créeme. Apostaría a que en lo más profundo de tu corazón sabías que Stiller nos había traicionado. Sólo que no podías admitirlo. Ahora tienes que hacerlo. Has de aceptarlo. -Donavan cerró los ojos-. Ahora tengo que descansar y luchar contra esa embolia, de manera que pueda volver a utilizarla alguna vez cuando necesite chantajear a alguien. ¿Crees que funcionaría con Kilmer?
– No.
– Nunca se sabe. No es tan puñetero como crees… -Donavan abrió los ojos-. Es la verdad, Grace. Pongo a Dios por testigo que es verdad hasta la última palabra. Ahora dime si me crees.
– No puedo -susurró ella.
– Dímelo.
– No lo haré. -Tenía los ojos llenos de lágrimas-. Es demasiado doloroso.
– Dímelo.
– De acuerdo, ¡maldita sea! Te creo. -Las lágrimas le corrían por las mejillas-. ¿Satisfecho?
– Sí. -Donavan volvió a cerrar los ojos-. Vete. No hay nada como una mujer llorando para hacer que un hombre se sienta mal. Quiero conocer a tu hija, Grace. ¿Dejarás que venga a verme?
Ella no respondió mientras se dirigía a la puerta.
– Sería un buen amigo para tu hija. No permitas que tu amargura le haga daño.
– Nunca haría eso. -Abrió la puerta-. La traeré esta noche para que la conozcas. -Apoyó la cabeza en la jamba-. Y no estoy… resentida contigo. Hiciste lo que creíste mejor. Sólo estoy dolida y sensible. Y sé que Frankie necesita amigos.
– Kilmer también podría ser un buen amigo para ella.
– Echa el freno, Donavan.
– Sólo quería golpear mientras el hierro sigue caliente.
– Lo bastante caliente para quemarme viva. -Cerró la puerta tras ella y se tomó un momento para intentar serenarse. Se limpió los ojos y respiró profundamente. No podía bajar a desayunar con Frankie cuando apenas era capaz de enfrentarse a la situación. Había subido con la esperanza de confortarlo, no de que se ensañara con ella.
¡Dios santo!, estaba dolida. ¿Tenía razón Donavan? ¿Había sabido ella que su padre los había traicionado, pero se había negado a admitirlo? ¿Se había aferrado a la seguridad de tener sólo una persona en el mundo en quien confiar que la quisiera? ¿Acaso era tan débil?
Verdad.
Debía pensar en ello. Aceptarlo como Donavan le había dicho que hiciera.
Bajaría. Desayunaría. No permitiría que Frankie supiera que estaba disgustada. Luego se iría sola tan pronto como pudiera para pensar con claridad. En ese momento parecía una tarea imposible. Estaba temblando, y tenía que hacer que aquellas malditas lágrimas dejaran de caer.