Empezó a bajar las escaleras, impostando una sonrisa en sus labios.
No permitiría que Frankie supiera…
Frankie estaba sentada en lo alto de la cerca del corral, con la mirada fija en las montañas. Esperando.
Kilmer la observó durante un instante antes de salir del porche y atravesar el patio del establo.
– ¿Qué haces aquí?
– Nada.
– ¿Te importa si te acompaño? -Trepó a la valla para sentarse a su lado-. Hace mucho tiempo que no estoy sin hacer nada. Quiero ver si me he perdido algo.
Frankie sonrió.
– Es bastante aburrido.
– Eso es lo que pensaba. Entonces, ¿por qué lo estamos haciendo?
La niña no habló durante un rato.
– Mamá se ha ido hace mucho rato. Quería estar aquí cuando volviera.
Kilmer se puso tenso.
– ¿Cuánto rato?
– Un par de horas. Se fue montando a Samson y todavía no ha regresado.
– ¿La viste partir?
Frankie asintió con la cabeza.
– Se estuvo haciendo la… graciosa. Eso me preocupó.
– ¿La graciosa?
La niña se encogió de hombros.
– Algo así. -Arrugó el entrecejo-. Como cuando le duele la cabeza o tiene un resfriado y no quiere que me preocupe.
– Quieres decir como cuando está dolida.
– No lo sé. Me preocupó.
– Probablemente esté bien. -Hizo una pausa-. ¿Te gustaría que fuera a buscarla?
– A ella no le gustaría. Nunca quiere que me preocupe por ella. Por eso no he cogido a Gypsy e ido yo misma.
– Pero yo no tengo que preocuparme por lo que piense de mí. De todas las maneras, está furiosa conmigo. Así que creo que te voy a pedir prestado a Gypsy para ir tras ella, ¿de acuerdo?
Frankie asintió con la cabeza, aliviada.
– No es que crea que esté herida o algo así. Nunca la ha tirado ningún caballo, y ahora Samson la quiere. Es sólo que…
– Fue poco espontánea. -Kilmer se bajó de la valla-. Y cuando vuelva, te sentirás mejor. -Se dirigió al establo-. ¿Qué dirección tomó?
La niña señaló hacia el oeste.
– Hacia las estribaciones.
– Tengo algunos hombres patrullando por las estribaciones, Frankie. Si le hubiera ocurrido algo, lo habríamos sabido. Pero echaré un vistazo de todas las maneras.
– Y no le dirás que estaba preocupada, ¿verdad?
– No, eso no te lo prometo. A veces es reconfortante saber que alguien nos quiere lo suficiente como para preocuparse por nosotros. Tu madre probablemente se sienta muy sola desde la muerte de vuestro amigo Charlie. Quizá sea ésa la razón de que hoy no se sintiera muy feliz. -Sonrió-. En cualquier caso, le preguntaremos y lo arreglaremos. Ésa es la mejor manera de tratar la situación. Mucho mejor que ignorarla. ¿Por qué no entras en casa y trabajas en tu música hasta que vuelva? Estoy seguro de que ella preferiría oír tu música cuando vuelva a casa, que verte colgada de esa valla.
Frankie asintió con la cabeza y saltó de la cerca.
– Lo intentaré. Pero es difícil concentrarse cuando le pasa algo a mamá.
– Yo lo arreglare.
Ella lo observó y acabó asintiendo lentamente con la cabeza.
– Vale. -Sonrió-. Te creo. -Frankie echó a correr hacia la casa-. A Gypsy no le gusta estar cerca de las vallas. Se asusta. Ten cuidado.
Kilmer la observó hasta que desapareció en la casa.
«Te creo.»
«Ten cuidado.»
¡Joder!, se sentía como un guerrero medieval a quien su reina hubiera armado caballero. Orgulloso y pletórico de esperanza y de ardiente determinación para salir y combatir con dragones.
¿Era así cómo se sentían la mayoría de los padres respecto de sus hijos? Probablemente. Pero para él, aquello era algo nuevo y estimulante, y hacía que se acordara de un tiempo en el que no era el cínico hijo de puta que era en ese momento. ¿Cuánto tiempo hacía de eso? Tal vez cuando había tenido menos años que su hija.
Cuando tenía ocho años como Frankie, todo le había parecido posible.
Y cuando tienes a una Frankie en tu vida, intentas asegurarte de que incluso lo imposible se convierta en posible.
– ¿No crees que es hora de que regreses?
Grace se dio la vuelta rápidamente, apartándose del arroyo donde había estado dando de beber a Samson y vio a Kilmer montado sobre Gypsy a unos cuantos metros de distancia. Era la última persona que quería allí en ese momento, pensó con frustración. Seguía demasiado disgustada, subida todavía en aquella montaña rusa emocional en la que Donavan la había instalado.
– No, a menos que haya una razón por la que debiera volver. ¿Es ésta una zona peligrosa?
– No, es segura. -Se apeó de Gypsy y dejó que la yegua se acercara al arroyo-. Pero Frankie no está demasiado contenta. Cree que te sucede algo.
– Vaya, mierda.
Kilmer buscó la cara de Grace con la mirada.
– ¿Es así?
Ella no respondió.
– Regresaré.
– ¿Es así?
– Nada que deba afectar a Frankie.
– Todo lo que eres y haces afecta a Frankie. Le prometí que lo arreglaría. ¿Qué debería hacer para resolver esto?
– No deberías hacer promesas que no puedes cumplir.
– Cumpliré ésta. -Sonrió con aire contrito-. No puedo hacer nada más. Nunca le había hecho una promesa a un niño. Es una gran responsabilidad. Tú ya sabes de qué va, pero yo estoy empezando a descubrirlo. Así que, dime, ¿qué puedo hacer para que dejes de preocuparte?
– Déjalo de mi cuenta.
La sonrisa de Kilmer se desvaneció.
– Ya lo he dejado de tu cuenta durante mucho tiempo. No voy a volver hacerlo.
Grace apartó la mirada.
– Hasta que nos pierdas de vista a Frankie y a mí y dejes de pensar en nosotras.
– Nunca he dejado de pensar en ti. Y nunca más volveré a perderte de vista.
– No te creo.
– Lo harás si dejas de mirarlo todo, excepto a mí.
Grace no desvió la mirada de los pinos del claro que tenía delante.
– No quiero mirarte.
– Porque sabes juzgar bastante bien a las personas y sabes que nunca te mentiré. Aunque te conté lo de tu padre, tú…
– Cállate. -Volvió rápidamente la mirada hacia él-. ¿Por qué tú y Donavan no me seguisteis y me obligasteis a escuchar? ¿Por qué me dejasteis que siguiera engañándome?
Kilmer se quedó inmóvil.
– Donavan ha hablado contigo.
– Esta mañana -dijo ella cortante-. Estaba impaciente.
– Lo siento. Pensé que podría hablar con él primero. No necesitabas tener que lidiar con esto ahora.
– ¿Cuándo pretendías decírmelo? ¿Dentro de otros nueve años?
Kilmer negó con la cabeza.
– No soy masoquista. Sólo te iba a dar un poco más de tiempo.
– ¡Por Dios!, no soy una imbécil redomada. -Intentó calmar su voz-. Bueno, quise creer algo que no era verdad. Bueno, me hace daño y me hace sentir un poco vacía. Puedo manejarlo.
– Sé que puedes. -Kilmer hizo una pausa-. Pero no sé si yo puedo. Tal vez puedas darme algún consejo.
– No necesitas ningún consejo. -Cogió las riendas y se dispuso a montar-. Como le dije a Frankie, tú conoces todos los pasos.
– Y un cuerno. -Cogiéndola del hombro, la hizo darse la vuelta y apartarse de Samson-. He ido dando palos de ciego desde que te conocí. -Sus ojos brillaron con intensidad cuando la miró fijamente-. No sabía qué era lo que me afectaba.
– El sexo.
– ¡Carajo, sí! Pero había algo más. El sexo sólo se metió en medio. No tuvimos tiempo de averiguar si teníamos alguna posibilidad de algo… Fue culpa mía. Debería haber… Pero cada vez que empezaba a hablarte de… -Se encogió de hombros-. Tal vez, si hubiéramos tenido algunos meses más. No podía apartar mis manos de ti. Eso era lo único que parecía importante. Eso es lo primordial.