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Y ella no había sido capaz de apartar las manos de él.

– Quizá fuera eso todo lo que había.

– No tuvimos oportunidad de averiguarlo. -Torció los labios-. Y cuando me enteré de que estabas embarazada, me sentí furioso y traicionado. Ni siquiera pensé en el niño. Lo admito. Sólo supe que no tenía ninguna esperanza. Estabas furiosa conmigo por lo de tu padre, y yo te había dejado hecha polvo y con la carga de un hijo que no querías. Sólo me quedaba minimizar los daños.

– Quise tener a Frankie.

– ¿Cuándo te diste cuenta de eso?

Ella negó con la cabeza.

– ¿Ves?

– Todo eso es pasado. -Intentó apartarse de él-. No quiero hablar de ello ahora.

– Lo sé. Estás dolida. -Movió las manos lentamente, casi con anhelo, por los hombros de Grace-. Te dejaré tranquila. Pronto.

Ella se dio cuenta de que su respiración se estaba haciendo cada vez más superficial. El tacto de Kilmer le estaba provocando un hormigueo por todo el cuerpo. ¡Dios santo! Tragó saliva.

– Ahora.

– Sí. -No la soltó-. Pero no está bien, lo sabes. Tenemos que averiguarlo. Acabó demasiado pronto. No fue justo… Tenemos que averiguarlo.

– Ya lo averigüé hace ocho anos, cuando nació Frankie. Se acabó.

– Mentirosa. Entonces, ¿por qué te late el corazón con tanta fuerza que puedo verlo en la fosa de tu cuello?

Grace respiró hondo, y se apartó de él con una sacudida. Se dio la vuelta y montó rápidamente en el caballo.

– Sé sincera conmigo y contigo -dijo Kilmer en voz baja-. No correrás ningún peligro por ello. Tú eliges. No te voy a arrinconar en una esquina. -Sonrió-. Aunque puede que te empuje hacia la cama más próxima a la menor oportunidad. Eso no sería tan malo. Sabes que te gustaría.

Sí, le gustaría. Probablemente se estaría volviendo loca si lo que estaba sintiendo era señal de ello.

– No puedo ocuparme de eso ahora.

Kilmer hizo un gesto de asentimiento con la cabeza.

– No estoy siendo justo. Si fuera la clase de hombre que es Blockman, retrocedería. Acabas de enterarte de algo muy doloroso para ti y estás disgustada. Pero no soy como Blockman. Y tienes que tratar conmigo tal como soy.

– No tengo que tratar contigo en absoluto.

– Sí, sí que tienes que hacerlo. No voy a desertar de nuevo. Escoge el papel que necesites que interprete para ti, porque no me voy a ir.

Una mezcla salvaje de emociones la recorrieron mientras lo miraba fijamente. Loca. No debía sentirse así. Había ido hasta allí para aclararse las ideas, y en ese momento la cabeza le daba vueltas.

– Frankie te está esperando -dijo él en voz baja.

Sí, Frankie estaba esperando. Lo importante era su hija, no su torbellino interior. Espoleó a Samson, poniéndolo a un galope que lo hizo atravesar a toda velocidad los campos que los separaban del rancho.

– Hola, mamá. -Frankie se reunió con ella cuando Grace subía los escalones del porche. La niña escudriñó su rostro y soltó un suspiró de alivio-. Ya vuelves a estar bien.

– Siempre lo he estado. -Le dio un abrazo-. ¿Por qué pensaste que no lo estaba?

– Te pasaba… algo. -Frankie sacudió la cabeza-. No sé. Pero Jake lo arregló. Dijo que lo haría.

– Oh, ¿eso hizo? ¿Cómo sabes que lo arregló él?

– Porque tu aspecto es el que tienes cuando has dado un buen paseo a caballo. Es una especie de brillo.

– Tienes una gran imaginación. -La besó en la mejilla-. Pero si te vuelves a preocupar, ven y háblame de ello. No te vayas con extraños.

– Jake no me parece un extraño -dijo Frankie-. Bueno, tengo que ir al granero y ejercitarme con Robert ahora. Me dijo que no he practicado bastante mis artes marciales desde que estamos aquí. ¿Quieres venir y mirarnos?

– No me lo perdería por nada del mundo. Ve delante. Iré en cuanto vaya al baño y coja una botella de agua.

– Vale. -Frankie volvió a mirarla mientras bajaba las escaleras corriendo-. Estás guapa, mamá. Como más… joven.

– Gracias… creo.

Observó cómo Frankie atravesaba corriendo el patio en dirección al establo antes de entrar y dirigirse al baño. Robert estaba haciendo lo correcto, mantener a Frankie ocupada y concentrada en las tareas ordinarias que habían constituido su vida antes de que ésta fuera interrumpida. Todos tenían que concentrarse en…

¡Dios mío!

Alcanzó a verse la cara en el espejo del botiquín. Levantó la mano y se tocó tímidamente la mejilla, que estaba colorada.

Brillo, había dicho Frankie.

Joven, había dicho Frankie.

Veintitrés años de nuevo, cuando todos los minutos de la vida eran excitantes.

No, no quería ese retroceso en el tiempo. No quería parecer tan vulnerable y llena de esperanzas y sueños.

Y no quería que Kilmer tuviera el poder de obrar esa metamorfosis. Habían pasado juntos muy poco tiempo y, sin embargo, el resultado de la emoción que él había encendido la estaba mirando fijamente desde el espejo.

¡Que Dios se apiadara de ella! Otra vez veintitrés años.

– No estoy contento, Hanley -dijo Marvot-. ¿Cómo sacó Kilmer a su hombre a través de nuestras líneas?

– Otro grupo que había situado al este realizó una maniobra de distracción. Cuando nos dimos cuenta de que era una falsa alarma, él ya estaba…

– Haciendo que me volviera loco. -Marvot dio un puñetazo en la mesa-. Mi padre me enseñó que la dignidad lo era todo, y tú has dejado que Kilmer me humille tres veces. Primero, me robó la bolsa, luego se llevó al jodido burro y ahora saca a un hombre herido a menos de dieciséis kilómetros de El Tariq. Y tú estabas al mando en dos de las tres ocasiones. -Su voz adquirió un timbre de venenosa suavidad-. Creo que ha llegado el momento de que hagas una reparación, ¿no te parece?

– Asumo toda la responsabilidad -dijo Hanley-. Pensé que… Fue mala suerte que…

– ¿Mala suerte? No acepto esa palabra. Ahora dime ¿Cómo voy a evitar que mis socios piensen que soy un buenazo y no intenten entrar en mi territorio?

– Encontraré a Kilmer y a Grace Archer.

– ¿Cuándo?

– Las negociaciones con el hombre de Langley avanzan con lentitud. Anda con evasivas. -Y añadió rápidamente, cuando vio la expresión de Marvot-: Pero tengo la intención de volar esta noche y encargarme yo mismo de garantizar que conseguimos lo que queremos. No volveré hasta que no tenga la situación de Kilmer.

– No, no volverás hasta que tengas a Kilmer… y a Grace Archer. Voy a tener que imponer un escarmiento para borrar la mácula de tus errores. No voy a permitir que nadie piense que soy menos que mi padre. Y no voy a dejar que mi hijo oiga rumores de que soy un pelele y un idiota. -Apretó los labios-. Te daré siete días para que me entregues a Kilmer y a Archer, Hanley. Sin demoras ni excusas. Siete días. Después de eso, haré que tengas tu escarmiento.

Capítulo 10

– Donavan, ésta es mi hija Frankie -dijo Grace-. Estaba impaciente por conocerte. ¿Cuál es tu nombre de pila, Donavan? Creo que nunca lo he sabido.

– Y no lo vas a saber. Mi madre cometió el error de ponerme un nombre impropio de mi fuerza y mis talentos portentosos. Donavan es perfecto.

– Qué enigmático. Eso me induce a realizar una pequeña exploración en profundidad -murmuró Grace-. Frankie, Donavan y yo trabajamos juntos hace mucho tiempo. -Cerró la puerta del dormitorio-. Me enseñó muchas cosas.

– Sí, sí que lo hice. -Donavan levantó la mano-. Y me alegro mucho de conocerte, Frankie. -Arrugó el entrecejo-. Pero una preciosa niña como tú debería tener un nombre precioso. Tu verdadero nombre es Francesca, ¿no es así?

Frankie asintió con la cabeza.

– Pero ése es demasiado estrambótico. Me gusta más Frankie.