– Me puse grande como una casa y andaba como un pato. Te habrías reído.
– No, no me habría reído.
Grace guardó silencio durante un instante.
– Puede que no. La gente cambia cuando hay una criatura de por medio. Sé que a mí me pasó. -Se puso tensa-. Deja de acariciarme.
– ¿Por qué? Intento ser tierno, ¡maldita sea!
– No está teniendo ese efecto.
Kilmer soltó una risotada y se dio la vuelta para ponerse encima de ella.
– ¿Por qué?
– Porque no paro de pensar en quedarme embarazada, y eso lleva a cómo conseguí quedarme. Y hace que recuerde cómo…
– Ya entendí la relación. -Se frotó contra ella lentamente y sonrió cuando ella respiró hondo-. Di órdenes de que suponía que nadie tenía que venir por aquí durante las tres próximas horas. ¿Cuánto tiempo tienes tú?
– No lo sé. Le pedí a Donavan que vigilara a Frankie. Estaba trabajando en su música. -Se aferró a sus hombros-. Deja de hacer preguntas. No pierdas ni un minuto, ¡maldita sea! Lo necesito.
– Ni un minuto -susurró él-. Ni un segundo.
– Espera.
Grace se dio la vuelta en la puerta del compartimiento para volver a mirar a Kilmer, que seguía tumbado desnudo sobre la manta. ¡Dios!, deseaba volver a su lado. Debería de estar saciada, pero era como si todavía no se hubiera apareado con él innumerables veces.
– ¿Qué? Son casi las cinco; tengo que volver a la casa.
– No voy a discutir contigo. -Kilmer sonrió-. Tienes una paja en el pelo. Te ayudaría a quitártela, aunque eso sólo acarrearía problemas.
Ella se pasó rápidamente los dedos por el pelo.
– ¿Está bien así?
– Preciosa.
– Por supuesto.
– No miento. Estás colorada, y despeinada, y dulce… O sea, preciosa. -Hizo una pausa-. ¿Cuándo?
– ¿Qué?
– No te andes con rodeos. Sabes que va a volver a suceder. Es mejor que lo planeemos, y así te será más fácil. ¿Mañana a esta hora?
Grace asintió entrecortadamente con la cabeza.
– Si da resultado con Frankie.
– Te estaré esperando. -Se incorporó y empezó a ponerse la ropa-. Pero, probablemente, esto no va a ser suficiente para ninguno de los dos. Hemos de estar preparados para ello.
– No permitiré que Frankie piense que su madre es una jovencita tonta que…
– No le consentiría que pensara tal cosa. Sólo estoy diciendo que no voy a poder mantener las manos lejos de ti. E incluso cuando no te esté tocando, sabrás en qué estoy pensando.
Y ella querría que le pusiera las manos encima, pensó Grace. No había ninguna duda al respecto. Ese encuentro había sido tan embriagador y frenético como el sexo que habían tenido hacía nueve años. Sabía que se revelaría igual de adictivo.
– No puedo pensar en eso con tanta anticipación.
– No será tanta. -Kilmer se abrochó el cinturón-. Te lo garantizo. Pero permíteme que me preocupe de ello. Te facilitará las cosas, y Frankie no se enterará.
Grace puso una expresión de pena.
– Pero lo sabrán todos los demás del rancho.
– Sí, pero como siquiera levanten una ceja, haré que deseen no haber nacido. Hace nueve años no te molestaba que el equipo supiera lo nuestro.
– Entonces no pensaba lo suficiente para, que me molestara nada. Sólo sentía.
– No puedo guardar este secreto -dijo en voz baja-. Vivimos todos demasiado juntos.
– Lo sé. -Grace abrió la puerta del compartimiento-. Tomé una decisión, y no tengo ningún derecho a esperar nada más. Sólo asegúrate de que Frankie no se entera.
Langley, Virginia
– ¿En qué estás trabajando? -Stolz se paró en la parte exterior del cubículo de Nevins, mirando con curiosidad la pantalla del ordenador de éste-. Se suponía que íbamos a cenar juntos.
– Llegas temprano. Pensaba que habíamos quedado a las siete y media. -Nevins borró rápidamente la pantalla-. Es sólo un pequeño proyecto que North me ha encargado. Dijo que se lo diera lo antes posible. -Se levantó-. ¿Adónde quieres ir? ¿A la cafetería o a algún sitio fuera?
– Fuera. Al restaurante italiano al que fuimos anteayer. Ni siquiera quiero pensar en el trabajo durante la próxima hora. A veces me pregunto por qué aguanto todas estas gilipolleces burocráticas.
Se suponía que aquella insinuación había sido hecha para que considerase a Stolz como a un amigo, pensó Nevins con desdén. Eso era improbable. Stolz no tenía ni la mitad de su capacidad ni de su cerebro. Pero todavía lo necesitaba para establecer la posición.
– Los beneficios son buenos. -Nevins sonrió-. Quizá echemos un vistazo al sector privado.
– ¿Qué es Operaciones 751?
– Entrometido. -A Dios gracias había borrado la pantalla antes de que Stolz hubiera podido leer el resto de los números de la operación. No debía trabajar en ello hasta que consiguiera un poco más de intimidad. Todos los de la sección se habían ido a casa, y se suponía que Stolz no tenía por qué estar allí hasta dentro de una hora. Pero se había arriesgado porque el tiempo se estaba agotando. Quedaban sólo unos pocos días para que tuviera a Hanley pegado a su culo-. Ya te dije que estaba con un encargo de North.
– ¿Qué está tramando?
Nevins bajó la voz melodramáticamente.
– Confidencial. Alto secreto. -Se rió-. Toda esa mierda. Te hablaré de ello mientras cenamos. -Lo cual quería decir que debía empezar a tramar un cuento chino de inmediato para hacerlo verosímil-. Salgamos de aquí.
Grace se detuvo en el porche y miró hacia las montañas, esperando.
Frankie estaba tocando en el salón después de cenar. Esa noche la música era más alegre y ligera, y Grace la podía oír charlando con Donavan mientras tocaba.
Debía estar allí. No, no debía. Le quedaban unos pocos minutos.
La puerta mosquitera se abrió, y se puso tensa.
Kilmer salió de la casa y se paró detrás de ella. Entonces, ahuecó las manos sobre sus senos.
– ¡Gracias a Dios! No veía la hora de que acabara esa maldita cena.
Y ella tampoco. Se arqueó contra él cuando la sensación la recorrió como un rayo.
– Esto no es… Tengo que volver adentro.
– Todavía no. -Él le apretaba y le soltaba los pechos-. Le dije a Donavan que mantuviera a Frankie ocupada. El granero. Dame treinta minutos. Seré rápido.
¡Joder!, tenían que ser rápidos los dos. Esos días, en cuanto se acercaban el uno al otro, casi explotaban.
– Vamos. ¿O prefieres tener que tumbarte en la cama y pensar en ello durante toda la noche? -La cogió de la mano y la hizo bajar las escaleras tirando de ella-. Treinta minutos, Grace.
No debía ir. Hasta ese momento había conseguido mantener el control cuando Frankie estaba cerca.
Esa noche, no. Aquellas horas de espera la habían vuelto loca.
Empezó a correr hacia el granero.
– Deprisa.
Volvieron rápidamente a la casa cuarenta y cinco minutos más tarde. Grace oyó a Frankie tocando y riéndose todavía con Donavan. No la había echado de menos.
Kilmer dijo lo mismo.
– No te ha echado de menos. Deja de preocuparte. No ha sido tanto tiempo. -Apretó los labios-. Casi ni el tiempo necesario. Aunque sí lo suficiente para que no nos volvamos locos.
– Nos estamos comportando como animales.
– Sí, y no hay nada malo en eso. Es sano, excitante y hermoso.
– Es malo si no lo puedo controlar.
Kilmer la detuvo poniéndole la mano en el brazo.
– Si todo lo que te preocupa es Frankie, podemos arreglarlo. ¿No quieres andar escabulléndote? Entonces, legitímalo.