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– Ya oíste a Jake -dijo Robert-. No vamos a volver hasta que nos telefonee y nos dé el visto bueno. Dudo que eso vaya a ocurrir. Probablemente, se las arreglará para reunirse con nosotros en alguna otra parte.

Como era evidente, Frankie no podía apartar la mirada de los restos.

– Porque habrá más gente que vendrá al rancho -susurró-. ¿Otro helicóptero?

– No lo sé -dijo Grace-. Pero sí, vendrá alguien más.

– Confiaba en que tal vez, después de que Charlie… -La niña se aferró al cinturón de seguridad cuando empezó a bambolearse violentamente dentro del jeep. Habían llegado a las colinas, y el vehículo iba dando tumbos por la carretera llena de baches-. ¿Tenemos que volver a escondernos?

Grace asintió con la cabeza.

– Ese hombre debe odiarte para querer hacerte tanto daño -dijo Frankie.

– ¿Marvot? Sí, no le gusta que lo derroten. Quería algo de mí y no lo consiguió.

– Entonces yo también lo odio. Espero que estuviera en ese helicóptero.

– No estaba en él. Marvot contrata a gente para que le hagan el trabajo sucio. Esa es la razón de que tengamos que seguir huyendo. Siempre hay alguien más a quien puede pagar.

– No debería ser así. -La voz de Frankie temblaba de ira-. Debería ser castigado. Alguien debería pararlo. ¿Por qué no lo hacemos nosotros?

– Ya te he dicho que…

– Jake podría hacerlo. ¿Lo va a intentar?

– Tal vez.

– Entonces deberíamos ayudarlo.

¡Dios, qué difícil era aquello!

– Frankie, Marvot podría hacerte daño. Es una locura, pero no se trata sólo de mí; también quiere hacerte daño a ti. No puedo permitir que eso ocurra. Aunque eso signifique que tengamos que escondernos durante un tiempo. Esto no puede durar siempre.

– Eso es un error, mamá. No deberíamos permitirle que…

El coche viró violentamente cuando los neumáticos delanteros reventaron.

– ¡Joder! -Robert hizo todo lo que pudo para recuperar el control del vehículo, pero el jeep cayó dando tumbos por la pendiente-. ¡Agarraos! No puedo controlarlo…

¡Justo delante de ellos se levantaba un pino!

– ¡No! -Grace se soltó el cinturón de seguridad y apretó a Frankie contra ella, intentando evitar que pudiera salir disparada por el cristal-. Mantén la cabeza bajada. ¡Cierra los ojos, cariño! ¡Será…!

Dolor.

Oscuridad.

– Salid todos -gritó Kilmer cuando vio el helicóptero incendiado estrellarse contra el suelo-. Donavan, dile a Estevez que meta el equipo y a los hombres en el camión. Quiero estar camino de esas montañas en cinco minutos. Haz que el helicóptero aterrice cerca de la cabaña en medía hora. -Se volvió hacia Dillon, que había llegado corriendo hasta su posición-. ¿Bajas?

– Ningún muerto. A Vázquez le ha atravesado el hombro izquierdo una esquirla. Le detuve la hemorragia.

– ¿Puede actuar?

Dillon asintió con la cabeza.

– Sin problemas.

– Entonces, ve a ayudar a Donavan a reunir… -De pronto, Kilmer levantó la cabeza hacia el cielo-. ¡Joder, no!

– ¿Qué es eso? -preguntó Dillon.

– Rotores. Otro jodido helicóptero.

– Diré a los hombres que se pongan a cubierto. -Se alejó a toda velocidad.

– Sí. -Pero los rotores no parecían estar cerca. ¿Por qué…? Y debería estar viendo luces.

Fue entonces cuando los vio a lo lejos. No se estaban dirigiendo hacia él. El helicóptero volaba en círculos, mientras descendía en algún lugar de las colinas.

– ¡No! -Kilmer echó a correr hacia el camión-. ¡Donavan!

Cuando llegaron a las colinas, el helicóptero estaba ascendiendo de nuevo.

– ¿Intento hacerlo bajar? -preguntó Donavan-. La distancia no es…

– No. -Kilmer estaba escudriñando las cunetas de la carretera-. No es seguro. ¿Dónde diablos…? Blockman no tuvo tiempo de llegar a la cabaña cuando el helicóptero apareció… Tuvo que…

– En la ladera -gritó Dillon desde la trasera del camión-. He visto algo en…

Kilmer frenó en seco con un chirrido y saltó del asiento del conductor.

– Desplegaos. Y abrid bien los ojos.

Podía ser una trampa, un señuelo. Pero pudo ver el perfil del jeep más adelante.

Ningún disparo.

Era un terreno agreste y desierto; sólo se veía a sus hombres, que descendían por la ladera. La luna estaba llena, y brillaba, y Kilmer debería poder ver a cualquiera que estuviera acechando.

– Veo algo -dijo Dillon en voz baja-. En el suelo, junto al asiento del conductor.

Kilmer también lo vio. Blockman yacía de espaldas, y sangraba por la pierna. No podía ver a Grace ni a Frankie.

¡Mierda, mierda, mierda!

Bajó el resto de la ladera resbalando.

– Blockman, ¿qué diablos ha ocurrido?

El hombre abrió los ojos.

– Una trampa. Debieron imaginar que intentarías alejar a Grace del rancho y dejaron a algunos hombres aquí, en las colinas. Intenté impedírselo. Grace…

– ¿Se llevaron a Grace?

Blockman negó con cabeza.

– Cogieron a Frankie. No cogieron… Grace. El barranco… Bastardos. Intenté impedírselo, pero ellos…

Kilmer se puso tenso.

– ¿Impedirles qué?

– Que les hicieran daño… -Cerró los ojos-. Intenté…

– ¿Dijiste el barranco?

Blockman no respondió.

Kilmer se levantó de un salto y miró hacía los restos del jeep mientras se dirigía al barranco, que se abría al otro lado del camino.

Ni rastro de Grace. Ni de Frankie.

Podría ser que Blockman estuviera delirando. ¿Por qué abandonarían a Grace, en lugar de llevársela con ellos?

Ahora no debía pensar en eso.

Buscarlas. Encontrarlas.

– Donavan, da la vuelta al camión, y dirige esas luces hacia el barranco.

Tumbada de costado en el fondo del barranco, Grace parecía una muñeca aplastada.

– ¡Joder! Dadme un equipo de primeros auxilios. -Kilmer se estaba deslizando ya por el terraplén de nueve metros.

Se cayó, se levantó y se volvió a caer antes de llegar finalmente hasta ella.

Se arrodilló y le alumbró la cara con la linterna. Inconsciente.

Inmóvil.

Le tomó el pulso.

Viva.

El alivio hizo que se sintiera mareado.

– ¿Todo bien? -Donavan estaba a su lado con el equipo de primeros auxilios.

– No -respondió Kilmer con intranquilidad-. No está bien. No sé hasta qué punto es grave. Pero está viva y la mantendré viva. -Se volvió hacia Dillon mientras comprobaba que Grace no tuviera ningún hueso roto-. Registrad la zona y aseguraos de que Frankie no está aquí. Blockman dijo que se la llevaron, pero podría estar delirando.

– El helicóptero debería llegar en cinco minutos -dijo Donavan-. Haremos que se recupere, Kilmer.

– No te quepa la menor duda. -Se levantó. ¿Conmoción cerebral? ¿Lesiones internas?-. Telefonéalos y diles que vamos a necesitar ayuda médica. ¿Cómo está Blockman?

– Bien. La bala le atravesó la pierna, y ya no sangra mucho.

– Ni rastro de Frankie. -Dillon estaba de vuelta-. Es un terreno bastante limpio hasta más allá de este barranco. La veríamos si… -Se mordió el labio inferior-. Pero los chicos no quieren rendirse. ¿Podemos quedarnos y seguir buscándola?

Todos los muchachos estaban preocupados por la niña; debían contemplar todas las posibilidades. Quizá estuviera sola en aquellas colinas.

O acompañada.

Kilmer sentía lo mismo. Pero Blockman había dicho que se habían llevado a Frankie. Las posibilidades de que siguiera todavía por allí eran casi nulas.

Le apartó el pelo de la frente a Grace. ¡Carajo!, ¿por qué no se despertaba, o se movía al menos?

¡A la mierda! Tenía que quedarse con ella, pero no iba a pensar con lógica y no iba a desaprovechar la más mínima posibilidad de encontrar a Frankie.

– Tú y Vázquez quedaos atrás y seguid buscando. Enviaré el helicóptero a buscaros por la mañana.