– Supongo que estaba demasiado ocupada para pensar…
La niña guardó silencio durante un instante.
– Llamémoslo Charlie.
– ¿Cómo?
– Quiero llamarlo Charlie.
– Frankie, ese caballo no se parece nada a Charlie. Es muy salvaje.
– Pero yo quería a Charlie. Me resultará más fácil querer a ese caballo si pienso en él cada vez que lo veo. Y eso quizá también te ayude a ti.
Grace intentó sonreír.
– Tal vez lo haga. -Carraspeó-. De acuerdo, que sea Charlie.
– No seas absurda -dijo Marvot-. A la niña no se le permitirá estar cerca de ningún sitio donde estés tú. Permanecerá encerrada bajo llave, y si te muestras dispuesta a colaborar, tal vez se te permita visitarla.
– ¿Por qué? Debes saber que Frankie ha trabajado con caballos en la granja en el pasado. Podría ayudarme. -Hizo una pausa-. ¿O es que dudas de que tus guardias de seguridad sean capaces de impedir que nos escapemos? Supongo que eso es una gran preocupación. No has hecho un trabajo de vigilancia demasiado bueno con Kilmer y sus hombres.
– ¿Se supone que eso ha de escocerme? Pues no. He arreglado ese problema.
– No necesito estar preocupada por mi hija, cuando se supone que debería estar concentrada en la Pareja, Va a ser bastante difícil. Si no tienes ninguna preocupación justificada, entonces deja que tenga lo que necesito.
– ¿Estás diciendo que la niña te va a ayudar a domesticar a la Pareja? Qué interesante.
Grace se puso tensa. La sonrisa de Marvot era ligeramente malintencionada.
– Digo que me será valiosa.
– Entonces, debería dejar que lo intentes. Y como es natural, debería confiar en que ella montara a uno de los caballos en un plazo razonable de tiempo. Incluso dejaré que escojas cuál.
¡Joder!
Marvot estudió su expresión.
– ¿No?
La idea la asustó mortalmente. Pero era evidente que iba a rechazar de plano su petición si no aceptaba. Tal vez pudiera engañarlo hasta que pudiera encontrar una manera de huir.
– Es posible.
– No, es seguro. -Marvot se rió entre dientes-. Y yo decido lo que es el plazo de tiempo razonable. Mi hijo y yo os visitaremos a menudo para ver cómo progresáis. Estoy impaciente por que Guillaume vea a tu hija a lomos del caballo. Dudaba de que fuera a tratarla como te tratase a ti, y ésa será una buena lección.
– Si me metes prisa, no podré hacer nada con la Pareja.
– Puedo ser paciente siempre que no me hagas enfadar. -Hizo una pausa-. O siempre que no me haga enfadar Kilmer.
– Kilmer está fuera de esto. -Grace decidió cambiar de tema-. Quiero un catre para mí y otro para Frankie en el establo.
– ¿En serio? Os iba a proporcionar unos aposentos ligeramente más cómodos.
Grace negó con la cabeza.
– Quiero comer y dormir con la Pareja. Tienen que llegar a conocerme. Estoy segura de que te ocuparás de que estemos bien vigiladas.
– Yo también lo estoy. -Marvot se encogió de hombros-. Como quieras. Hay una ducha en el establo, y los centinelas os llevarán de comer cuando lo pidáis. Espero unos resultados rápidos, y te daré todo lo que necesites para conseguirlos. Siempre que vea que las cosas discurren según mi criterio. Si no es así, me enfadaré mucho y me aseguraré de que mis hombres también.
– Obtendrás tus resultados. -Grace se dio la vuelta, salió del despacho y avanzó por el vestíbulo de brillantes baldosas hasta las puertas correderas de cristal que conducían al sendero de los establos. Todo en aquella villa palaciega de estilo mediterráneo hablaba del lujo y el poder que tenían por objeto intimidar a todos los que entraban en ella. Grace no se dejaría intimidar. Marvot quizá tuviera poder, pero el poder se podía terminar.
Pero, ¡Dios santo!, ¿en qué lío se había metido y había metido a su hija? A Frankie se le daban bien los caballos, pero era una niña. Bajo ningún concepto quería que se acercara a la Pareja. Había esperado poder mantener a Frankie cerca de ella, pero al margen de la doma.
No iba a suceder tal cosa. De acuerdo, había que aceptarlo. Aquello hacía más difícil mantener a la niña a salvo, pero encontraría la manera.
Vio a Frankie esperándola en la puerta del establo y se obligó a sonreír.
– Hola, le he convencido. Vamos a estar juntas. ¿No es fantástico?
Oyeron los escandalosos relinchos y pateos de la Pareja en cuanto entraron en el establo.
– Parecen enfadados -dijo Frankie-. Y escandalosos. ¿Por qué no los he oído esta noche?
– Probablemente, estuvieran en el cercado. No les gusta estar encerrados y hacen saber su enfado. Los mozos de cuadra les tienen miedo y sólo los meten ocasionalmente. Bueno, en realidad abren la verja y la puerta del establo y los meten a toda prisa. Es todo un espectáculo. Cuando estuve aquí anteriormente, tuve que hacer que le sacaran una piedra de la pezuña a uno de la Pareja.
– ¿A cuál?
Eso estaba bien; tenía que recordar no referirse a ellos como la Pareja.
– Al que le pusiste Charlie.
– Son preciosos -susurró Frankie. Sus ojos brillaron al ver por primera vez a los caballos en sus compartimientos-. Creo que no había visto jamás unos caballos tan bonitos. ¿Y tú, mamá?
– Están de los primeros en la lista.
Hola, chicos. Ha pasado mucho tiempo. ¿Lo habéis pasado mal aquí? Espero que no. Supongo que habréis correspondido en la misma medida.
Grace se acercó.
Intentaré ponéroslo tan fácil como….
– ¡Uy, Dios!
Frankie levantó la vista hacia ella alarmada.
– ¿Qué pasa?
– La yegua. -Grace se dirigió al teléfono interior que había en el poste-. Mírala. -Descolgó el auricular y pulsó el botón de la residencia principal-. ¿Por qué no me lo dijiste? -preguntó cuando Marvot descolgó el teléfono-. ¿Cómo esperas que trabaje con ella si tiene los nervios de punta?
– Espero que hagas aquello para lo que te traje aquí. Esa yegua siempre está con los nervios de punta.
– Sí, pero no siempre está preñada.
– No, ésta es su primera vez. He hecho todo lo posible para garantizar que estuvieran separados durante el celo de la yegua. No quería que nada interfiriera. Por desgracia, en esta ocasión estaba fuera de la granja y mis mozos de cuadra cometieron un error. Nunca más volverán a cometerlo.
– ¿Cuándo está previsto que para?
– Cualquier día de éstos.
– ¿Y tienes preparado algún veterinario para el parto?
– Creo que hay un veterinario decente en un pueblo situado a cuarenta y cinco kilómetros de aquí. Si tienes algún problema, lo llamaré.
– ¿Si tengo algún problema?
– No confiaría la yegua a nadie más que a ti. Seguro que ya has pasado por este tipo de trance.
– Sí. Pero en la granja abandonamos la cría de caballos hace años para concentrarnos en la doma, aunque, como es natural, asistí a numerosos partos antes de eso. Pero siempre tuve a un veterinario a mi lado.
– No quiero extraños aquí. Hazlo tú. Lo único que pido es que salves la vida de la yegua. Me trae sin cuidado el potrillo.
– A mí no.
– Entonces tendrás que esforzarte para que ambos salgan bien librados del trance, ¿no te parece?
– Escucha, la yegua será de lo más imprevisible. Quizá tendría que esperar a que para, antes de empezar a trabajar con ellos.
– Inaceptable. -Marvot colgó.
Grace volvió a poner el receptor en su sitio y apoyó cansinamente la espalda en el poste. Y ella que había pensado que la situación era ya bastante dura antes de aquello.
– ¿La yegua está preñada? -preguntó Frankie-. Sé que ahora mismo piensas que es malo, pero me encantan las crías.
– Lo sé. Las crías de caballos, los gatitos, los cachorros. Pero esto es algo diferente, cariño. -Se incorporó y se esforzó en sonreír-. Pero tendremos que lidiar con ello. Me alegro de que la llamaras Hope. Vamos a tener que confiar muchísimo en su cooperación. -Señaló al otro caballo con un gesto-. Y ése es Charlie. ¿Estás segura de que no quieres cambiarle el nombre?