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– Por fin nos encontramos en una causa común. -Sonrió-. Entiendo de familias; considero a toda mi tribu una familia.

– Entonces dime que…

– Es suficiente. -El jeque levantó la mano-. No me presiones, Kilmer. Pensaré en ello, y volveremos a hablar.

– Tal vez no tengamos mucho tiempo.

– Entonces, haz lo que tengas que hacer. Conmigo no valen las prisas.

Kilmer se dio cuenta de que no iba a adelantar nada más. Se levantó.

– ¿Y si sólo te pido ayuda para el reconocimiento y un refugio seguro en caso de necesidad?

– Conmigo no valen las prisas.

Kilmer asintió con la cabeza.

– Perdona. -Salió de la tienda e intentó superar la frustración que lo embargaba. No podía culpar al jeque por no querer correr ningún riesgo. Debía mantener la calma. Ben Haroun todavía no había dado una negativa definitiva; todavía podía prestarle la ayuda que necesitaba. La madre de Adam Ben Haroun había sido medio inglesa, y él se había educado en Inglaterra, y eso, sin duda, influía en su manera de pensar.

Él y toda su tribu eran insólitos. La mayoría de las tribus nómadas eran tuaregs del Sahara, pero Adam pertenecía a una de las pocas tribus de ascendencia árabe.

Kilmer se quedó contemplando las desoladas dunas doradas que rodeaban el campamento. Había disfrutado de su estancia con la tribu hacía un año. Entonces, y después de haber derribado el muro de cautela y desconfianza, se habían revelado como unos seres amables e inteligentes. Kilmer no quería ponerlos en peligro, pero, ¡Dios!, necesitaba su ayuda. Liberar a Grace y a Frankie de Marvot era sólo el primer paso. Aunque Grace fuera capaz de proporcionar a Marvot lo que éste quería, Kilmer estaba seguro de que este tipo acabaría matándolas.

Era sólo cuestión de tiempo.

Capítulo 15

– Interesante día -dijo Marvot-. Pero no veo grandes logros.

– Pues los hice. -Grace no lo miró mientras cerraba la valla del cercado-. Al final de la jornada, la Pareja tuvieron dos oportunidades de embestirme. Y no lo hicieron. Vamos, Frankie. Lavémonos un poco y comamos algo.

– Primer día -dijo Marvot-. Y no he visto una gran participación por parte de la niña.

Bastardo.

– Ha estado ayudándome. De lo que se trataba hoy por encima de todo era de observar y estar atento. -Le dio un suave codazo a su hija para que se adelantara-. No puedes esperar gran cosa.

– Te equivocas, lo espero todo. Estoy impaciente por verla a lomos de uno de esos caballos. ¿Has escogido ya cuál de los dos?

– No. -Grace condujo rápidamente a la niña de vuelta al establo. Pudo sentir la mirada de Marvot durante todo el camino.

Frankie permaneció en silencio hasta que entraron en el establo.

– ¿De qué estaba hablando? ¿Se supone que tengo que montar a uno de los caballos?

– Eso es lo que él quiere. Lo cual no significa que vayas a hacerlo.

– ¿Y por qué quiere que lo haga?

– Porque sabe que me preocuparía. Dice que sería un buen ejemplo para su hijo, pero no creo que sea eso.

– Guillaume -dijo Frankie pensativa-. Me preguntó cómo sería tener un padre así. No me gusta Guillaume, pero, quizá, si su padre fuera más amable, él también lo sería. ¿No te parece?

– Creo que no deberías preocuparte por ese niño. Ya tenemos bastantes problemas.

Frankie asintió con la cabeza.

– Si quieres, intentaré montar a uno de los caballos.

– No quiero. -Pero no había dejado de pensar en ello en todo el día. Las posibilidades de mantener a Frankie a su lado dependían de que fuera capaz de dar validez al argumento de que la ayudaba. No se había sorprendido de ver a Marvot-. Pero si ve que lo haces una vez podía dejar de presionar. ¿Qué piensas al respecto?

– Me asusta. -Frankie puso mala cara-. ¡Diablos!, también estaba asustada la primera vez que salté con Darling.

Pero Darling era un gatito, comparado con la Pareja.

– Hoy me dijiste tres veces que fue Hope la que inició las embestidas. ¿Te gustaría montar a Charlie?

Frankie negó con la cabeza.

– Me gusta Hope. Me da pena.

– ¿Aunque ahora mismo sea más agresiva?

– Me gusta -repitió la niña con tozudez-. Creo que si la apartaras de Charlie, yo acabaría gustándole. Cuando está con él, no necesita a nadie más.

– Intentamos separarlos cuando estuve aquí la otra vez y no pareció surtir ningún efecto en ellos.

– ¿Podríamos intentarlo?

Grace asintió con la cabeza.

– Mañana.

Frankie sonrió.

– Bien. No estaré tan asustada después de que nos conozcamos. -Hizo una pausa-. A mí me resulta más difícil que a ti. Sé que siempre bromeas cuando intento hablar de ello, pero Charlie me dijo que los caballos realmente te entienden, que algunas personas tienen una especie de… magia.

– No soy ninguna hechicera. No seas tonta.

– Pero Charlie decía que tú…

– Se me dan bien los caballos. Pero eso no significa que yo… -Se detuvo. Siempre había querido que Frankie viviera en el mundo real, y aquel talento era, sin duda alguna, un tanto extraño. Sin embargo, se encontraban juntas en una situación horrible, y tenía que ser sincera con su hija-. No soy ninguna susurradora de caballos, ni tampoco el doctor Dolittle, pero desde que tenía tu edad he sentido como si los caballos me entendieran y yo los entendiera a ellos. Nunca te he ocultado eso.

– ¿A mi edad? ¿Y cómo lo descubriste?

– Estaba en la granja de mi abuelo, y había una yegua que estaba enferma. El veterinario local no sabía lo que le pasaba, pero yo sí.

– ¿Te lo dijo ella?

– No, sólo lo supe. -Se encogió de hombros-. Pero él dijo que era una suposición.

– Y los caballos hacen lo que les dices, ¿verdad?

Jugarse el todo por el todo.

– A veces. Pero otras veces no me hacen ni caso. Eso sólo significa que me resulta más fácil tratar con ellos que a otras personas.

– Creo que te prestan atención. Darling nunca se plantaba contigo.

– Y dejó de hacerlo contigo. Sólo tenía que saber que no había nada que temer.

– Después de que se lo dijeras tú.

– Fuiste tú quien se lo dijo, ¿recuerdas?

– Mamá.

Grace titubeó y acabó asintiendo con la cabeza.

– De acuerdo, quizá lo reforcé un poco. Pero si Darling no hubiera confiando en ti, jamás habría saltado aquel obstáculo.

Frankie sonrió abiertamente.

– Mamá, no te sientas mal por eso. No pasa nada. Supongo que siempre lo supe. No sé por qué no te sientes orgullosa de ello. Es de lo más chulo tener una madre que puede hablarle a…

– Ya te lo he dicho, no soy una susu…

– Sí, pero ahora que sé que escuchará lo que le digas, me sentiré mejor montando a Hope.

Y quizá eso fuera algo bueno, pensó Grace. La confianza en uno mismo nunca hacía daño en ninguna situación, y ellas necesitaban todas las armas que pudieran obtener. A la mierda la realidad y el sentido práctico.

– Puedes estar segura de que le diré cosas buenas de ti. Pero olvida a Hope y a Charlie y lo que va a ocurrir mañana. Tienes que comer y acostarte.

– Y tú también, ¿no?

– Pues claro. -Grace entró en el establo y miró de hito en hito a la Pareja, que ya habían sido metidos dentro y estaban siendo alimentados por dos mozos de cuadra verdaderamente nerviosos-. Siempre que Hope y Charlie estén lo bastante tranquilos para dejarnos dormir.

Charlie y Hope no estuvieron tranquilos. Fue una suerte que Frankie estuviera tan cansada y durmiera profundamente pese al ruido que hicieron. Grace se tumbó en el camastro y estuvo escuchando el alboroto hasta que estuvo segura de que Frankie no se despertaría. Entonces, se levantó en silencio y salió del establo. El centinela que estaba de guardia a unos pocos metros se incorporó y cambió la forma en que cogía su fusil.