– No voy a ninguna parte. Sólo quiero tomar el aire.
El centinela la miró fijamente sin hablar, aunque estaba sonriendo con insolencia.
Grace lo ignoró y miró de hito en hito la oscuridad de los bosques que rodeaban la granja. ¿Estaría Kilmer allí? Se sentía muy sola y aislada en ese momento. Deseaba verlo. Era raro; aunque el sexo era una parte considerable de su relación, cuando había pensado en Kilmer después de abandonar el rancho, no había sido en él inclinado, desnudo, sobre ella en el granero. Era el recuerdo de él riendo con Frankie mientras cabalgaban juntos por el campo.
Pese a lo que le había dicho a Marvot, el día había sido desalentador. No parecía que la Pareja se acordara de ella. Cualquier avance que hubiera hecho con ellos hacía años se había borrado, y estaba empezando de nuevo. Pero quizá estuviera equivocada. Lo vería en los días siguientes.
Pero ¿cuántos días le daría Marvot? Lo creía muy capaz de intentar meterle prisas quitándole a Frankie. ¡Maldición!, eso no debía ocurrir.
Y era inútil que se quedara mirando fijamente los árboles cual doncella medieval que esperase a que la rescatara un héroe. Ella era la única que podía organizar la huida. Podía confiar en que Kilmer se presentara, si es que encontraba una oportunidad, pero, al final, sería ella quien tendría que cargar con la responsabilidad.
Ya era hora de que volviera a trabajar, en lugar de estar parada allí fuera, deprimiéndose y dejando que el guardián la comiera con los ojos.
Se dio la vuelta, entró de nuevo en el establo y avanzó por el pasillo hacia los compartimientos. Cuando los caballos la vieron, se pusieron aún más nerviosos.
De acuerdo, no os hace ninguna gracia. He invadido vuestro espacio. Ya os podéis ir acostumbrando; va a ocurrir más veces.
Se sentó al otro lado del pasillo, enfrente de los compartimientos, y se apoyó contra la pared.
Acostumbraos a mí. No os voy a hacer daño; aquí soy tan prisionera como vosotros. Sé que os han hecho daño en el pasado. Pero si os asociáis conmigo, nunca más tendréis que preocuparos de que alguien más intente montaros. Y yo lo haré sólo lo necesario para poder manteneros en forma y sanos.
¿Estaban escuchando? Y si era así, ¿les estaba causando algún impacto? Grace sabía que podía comunicarse con algunos caballos, pero nunca había sabido en qué nivel o hasta qué punto la entendían. Sólo podía confiar en que los animales percibieran lo que sentía.
Pero la violencia con que fue recibida no era alentadora.
No queréis oír lo que digo. Lo entiendo. Pero tengo que seguir hablando, porque no os miento, y porque vuestro enemigo también es el mío. Así que permaneceré aquí día y noche hasta que podamos reconciliarnos. Mañana os separaré un rato, pero no temáis. Sólo queremos llegar a conoceros mejor. No será durante mucho tiempo. Y luego volveréis a estar juntos.
En todo caso, la reacción de los caballos fue volverse más violentos. Podía ser una buena señal; al menos, estaba comunicándose con ellos. Quizá.
Mi hija, Frankie, está conmigo. La visteis hoy. Es pequeña, sólo una potrilla, y será muy cariñosa con vosotros. Os prometo que no es ninguna amenaza en absoluto.
Tenía que seguir repitiendo esas palabras. Frankie no era una amenaza; Frankie sería amable. Una y otra vez, hasta que la creyeran. Tenía una posibilidad. Por lo que sabía, ningún niño se había acercado a la Pareja. El hijo de Marvot estaba fascinado por los caballos, pero les tenía miedo. Los caballos percibían el miedo, y reaccionaban agresivamente.
Frankie también tenía miedo. Bueno, entonces Grace tendría que intentar eliminar ese miedo o, al menos, atenuarlo.
Ella ha escogido unos nombres para vosotros. Tú eres Hope, y tú, Charlie. No son nada del otro mundo, pero a ella le gustan, y tienen un significado para ella. ¿Os puso algún nombre el primer hombre que os crió? Creo que él no me habría gustado. Permitió que su amargura os hiciera daño.
Ninguna atenuación en el comportamiento alterado de los caballos.
Debía seguir hablando. Debía decir cualquier cosa que le pasara por la cabeza. Lo único que tenía que seguir repitiendo era la parte relativa a Frankie. Una y otra vez…
– ¿Qué hago ahora? -preguntó Frankie cuando estuvo delante de Hope-. ¿Intento acariciarla?
– No, a menos que quieras perder un dedo. -Grace sonrió-. Sólo siéntate aquí y háblale. Me meteré en el cercado con Charlie y veré si puedo consolarlo de la pérdida de su amiga.
Frankie se sentó en el suelo.
– ¿Y qué le digo?
– Lo que quieras. -Grace empezó a avanzar por el pasillo-. Es algo entre vosotras dos. Volveré dentro de un par de horas. Mantente alejada del compartimiento. Si me necesitas, ven al cercado.
– Vale.
Frankie estaba muy insegura esa mañana, pensó Grace. ¿Quién podía culparla? Ella misma se estaba moviendo con mucha cautela.
Se detuvo ante la valla, mirando a Charlie, que la miró a su vez con hostilidad.
Te dije que iba a pasar esto. Volverá dentro de unas horas. Sé que es una mierda sentirse impotente, pero sólo será durante un ratito. Frankie tiene que conocerla. El hombre que es vuestro enemigo quiere hacerle daño, y ella puede salvarse, si Hope la ayuda. Ya sé, a ti no te importa. Pero tal vez algún día llegue a importarte.
Aquello era un poco tonto; a Charlie le traía sin cuidado el mañana. El hoy era lo único que tenía cierta importancia.
Abrió la valla del cercado.
– Bueno, veamos si me odias tanto como ayer…
Apenas le dio tiempo a decir las palabras cuando el caballo la embistió. Grace se agachó, se lanzó a un lado y se subió a la valla de un salto.
Sintió el roce de la cabeza de Charlie contra los muslos cuando el caballo pasó por su lado como una exhalación.
Pero el animal no se volvió ni intentó ensañarse con ella. Por el contrario, se dirigió al centro del prado haciendo cabriolas, destilando orgullo, arrogancia y rebeldía con cada postura de su cuerpo. Cuando se dio la vuelta, miró a Grace, que se percató de la satisfacción del caballo por su triunfo.
Ella respiró hondo, y cuando bajó de la valla, intentó reprimir la esperanza y la euforia que la inundaban. Demasiado pronto. Excesivamente pronto.
Hoy no hay tanta mala intención como ayer. Pero indudablemente me has enseñado a qué debo atenerme. ¿Podemos tranquilizarnos ahora y estar juntos sin tanto ataque? Estoy cansada. Ninguno de nosotros hemos dormido mucho esta noche.
No parecía que fueran a poder. Charlie piafó y volvió a cargar contra ella.
Grace subió a la valla de un salto, pero no consiguió alcanzar la parte superior.
El caballo la mordió en el trasero y tiró de ella.
¡Maldición!, aquello le dolió. Grace se frotó el trasero y se dio la vuelta con cuidado para enfrentarse al condenado animal.
¡Dios santo!, Charlie casi estaba sonriendo.
¿Estaba jugando?
Grace se puso tensa, y la esperanza creció en ella.
Sí, ahora ya estás contento, ¿no? Eso no ha sido divertido. Debería dejarte solo. Sabes que no lo haré, pero deberías saber algo. Podría no ser una compañera de juegos tan divertida si vuelves a hacer eso. No soy tan fuerte como tú, y podría salir herida. No creo que quieras dejarme fuera de servicio.
Aunque tal vez sí quisiera. Tal vez ella estuviera equivocada. Bajó lentamente de la valla, con la mirada clavada cansinamente en Charlie.