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¡Y él volvió a atacarla!

– Es verdaderamente idiota -dijo Guillaume-. El caballo la va a matar, y se lo tiene bien merecido.

– ¡Silencio! -Marvot tenía la mirada clavada en Grace. La había estado observando durante casi una hora. El ataque del caballo, los saltos de la mujer… Era como un ballet mortífero. Sólo en los últimos minutos Marvot había llegado al convencimiento de que el ballet no era tan mortífero como parecía al principio-. No es ninguna idiota. Y no creo que el caballo vaya a matarla.

– ¡Ah!

El hombre bajó la mirada hacia su hijo.

– ¿Decepcionado? ¿Por qué?

– No quiero que esos caballos sean domados. Quiero que sigan siendo como son. De esa manera, me pertenecen.

– Nunca te han pertenecido. Son míos. Y no me resultan útiles tal como son. No tolero los objetos que no me son útiles. Al final, tendrían que ser destruidos.

Guillaume estaba mirando a Grace.

– ¿Y ella te resulta útil?

Marvot asintió con la cabeza mientras observaba cómo Grace se acercaba lentamente al semental. El caballo estaba quieto, y ella se acercaba cada vez más a él antes de cada ataque.

– Sí, ella me es útil. -De repente, se rió entre dientes, mientras volvía a mirar a Guillaume-. Pero nada dura eternamente. Nunca he dudado de que acabarás viendo cumplido tu deseo.

– ¿Cómo va? -preguntó Grace a Frankie cuando entró en el establo.

– No muy bien. -La niña puso mala cara-. Creo que me ignora. Me parece que lo de hablar a los caballos no le funciona a nadie, excepto a ti.

– Al menos, se está acostumbrando a tu voz. ¿Lista para comer?

Frankie asintió con la cabeza, y la inclinó cuando se levantó.

– Pareces… contenta.

Grace movió afirmativamente la cabeza.

– Charlie se mostró más receptivo que Hope. Fue como caminar a través de un pantano, pero he tenido la sensación de que estaba llegando a alguna parte. -Le apretó el hombro a Frankie-. Y eso es todo lo que podemos esperar por el momento. Sólo han pasado dos días. Y el juego apenas ha empezado.

– ¿Cuánto crees tú…? -La niña suspiró-. Lo siento, ya sé que no puedo saberlo. Sólo quiero que se acabe.

– No tengo ni idea de cuánto tiempo llevará. -Pero no tenía ninguna duda de que invertiría todo el tiempo que estuviera despierta (y también todo el tiempo en el que debería estar durmiendo) intentando acelerar el proceso-. Pero si tienes miedo de que vaya a obligarte a montar a Hope, eso no ocurrirá. Si avanzo bien con Charlie, Marvot tendrá que contentarse con eso.

– ¿Y si no?

Grace debería haber sabido que Frankie no aceptaría la respuesta sin preguntar.

– Nos preocuparemos de ello cuando ocurra.

La niña permaneció callada un instante.

– ¿Supones que Jake intentará ayudarnos? Ayudó a Donavan.

– Estoy segura de que lo intentará.

– Pero hay muchos hombres armados por aquí. Lo pasaría mal, ¿verdad?

– Muy mal.

Frankie sonrió.

– Pero él conoce todos los pasos. Tú me lo dijiste.

– Creo que deberíamos depender la una de la otra. Si Jake consigue llegar hasta nosotras, será sólo una magnífica sorpresa.

– Creo que lo hará. -La pequeña se sentó en el camastro-. Le gustamos.

– Quédate aquí. -Grace se dirigió a la puerta-. Haré que uno de los centinelas vaya a buscarnos algo de comer.

Después de enviar al guardia a la casa, Grace se quedó contemplando a Charlie, que pastaba en el prado. El caballo se mostraba indolente y despreocupado, pero ella sabía que percibía su cercanía.

– Dos horas, Charlie -le susurró-. Prepárate. Voy a volver.

El animal levantó la cabeza, pero no la miró.

Grace dirigió la mirada más allá del caballo, hacia los bosques. Resultaba gracioso que Frankie hubiera mencionado la posibilidad de que Jake apareciera. Había evitado deliberadamente hablarle de él desde que había llegado allí. Su hija era discreta, pero era una niña, y Grace no quería preocuparla contándole que, sin duda alguna, Kilmer incluiría en sus planes cualquier intento de huida.

Charlie relinchó y se acercó a la valla trotando.

Grace sonrió.

– No me ataques. Tendrás tu oportunidad después de comer.

Estaba a punto de ponerse el sol cuando Frankie salió corriendo del establo y gritó:

– ¡Mamá, ven, rápido! A Hope le pasa algo.

Grace cerró la valla y se dirigió corriendo al establo.

– Estaré ahí enseguida. ¿Qué sucede?

– Está tumbada de lado. No parecía encontrarse muy bien, y antes de que me diera cuenta, se había tumbado.

– ¿Ocurrió algo antes de eso?

– Estaba inquieta. No paraba de moverse y de mordisquearse la barriga. ¿Va a nacer el potrillo? ¿Debería haberte avisado antes?

– No, actuaste bien. -Grace estaba delante del compartimiento de Hope-. No podría haber hecho nada.

– ¿Es el potro?

– Creo que sí. Ayer me di cuenta de que tuvo las ubres llenas todo el día. Eso suele ser señal de que se acerca el momento.

– ¿Y por qué está tumbada?

– Tal vez haya roto aguas. Una yegua suele tumbarse de costado y extender las patas después de romper aguas. Se está preparando para el parto.

– Es verdad, debería haberme acordado. Pero no he visto nacer un potrillo desde que nació Darling, y eso fue hace tres años.

– Es comprensible que tuvieras una ligera pérdida de memoria. No tenías más que cinco años entonces.

– ¿Y ahora qué hacemos para ayudarla?

– Voy a entrar en el compartimiento. El potro debería salir dentro de unos veinte minutos. Sal y dile al guardia que necesito un cubo de agua caliente con jabón, toallas de algodón, tiras de tela para atar la placenta y tintura de yodo al dos por ciento para el muñón del ombligo. ¿Te acordarás?

Frankie asintió con la cabeza y salió del establo como una exhalación.

– Muy bien, Hope. -Abrió la puerta del compartimiento poco a poco-. No te gusto y no confías en mí, pero no estás en condiciones de protestar. Estoy aquí para ayudarte a que salgas sin problemas de esto.

Hope levantó la cabeza y la miró con hostilidad.

– No te pongas tensa; no es bueno para ti. -Se sentó al lado de la yegua-. No voy a hacer nada hasta que vea que soy necesaria. Te lo dejaré a ti. Haz lo que tu cuerpo te pida que hagas.

Hope volvió a bajar la cabeza, y tuvo un espasmo cuando el potro empezó a salir.

Diez minutos después, no había señal del potrillo.

– Vamos, Hope -susurró Grace-. Tengamos un bonito parto natural. No soy veterinaria, y no sé cómo se me daría si tuviéramos problemas y tuviera que intervenir.

– Ya lo tengo, mamá. -Frankie transportaba el cubo de agua caliente-. Tardó un rato. No comprendían lo que necesitaba, hasta que apareció uno de los mozos de cuadra. ¿Cómo está?

– Bien, creo. -Grace exhaló un suspiro de alivio-. Aquí vienen la cabeza y las patas delanteras. Gracias a Dios. Ven aquí, Frankie. Hope está demasiado ocupada para intentar lastimarte.

– Mira la cabeza del potro -dijo la niña con asombro-. Sigue dentro de la placenta. ¿No la debería haber roto ya?

– Se romperá dentro de un minuto, y permitirá que el potro respire. -Pero el saco amniótico siguió intacto. Grace esperó, y finalmente dijo-: Muy bien, muchachito, te ayudaremos un poco. -Con cuidado, rompió la membrana, y el potro respiró por primera vez-. Ahora sigue saliendo. Dale un respiro a tu mamá…