Выбрать главу

Bien sabía Dios que ésa era la verdad.

Frankie estaba un poco más adelante, sentada en la valla.

Levantó la mano para saludarla.

Lo conseguimos, Charlie.

Se bajó del caballo, y se agarró de las crines del semental cuando se le doblaron las rodillas.

Para su sorpresa, Charlie permaneció inmóvil hasta que ella recuperó el equilibro. Luego, cuando se dirigió a la valla tambaleándose, el animal se dio la vuelta y se alejó al trote.

Frankie abrió la valla, y se lanzó a los brazos de Grace.

– Deberías haber esperado -musitó, mientras se abrazaba a su madre como un tornillo-. He pasado tanto miedo. Debiste haber esperado…

– No podía. -Le pasó los dedos dulcemente por los rizos-. Era el momento.

– Ha sido muy largo.

– No podía dejarlo. Habría tenido que empezar de nuevo mañana. -Lanzó una mirada hacia el cielo iluminado-. Hoy.

– Buen trabajo.

Grace se puso tensa y se dio la vuelta para ponerse frente a Marvot.

– ¿Eso crees?

– Excepcional. -Su mirada la estudió fríamente-. Pareces un poco cansada, pero me has impresionado.

– No era mí intención impresionarte. Ni siquiera sabía que estabas aquí.

– Y no lo estaba hasta hace unas pocas horas. A veces mis hombres parecen idiotas. No querían despertarme. -Sonrió-. Pero este espectáculo bien vale la falta de sueño. La verdad es que no estaba seguro de que pudieras domarlo.

– Y no lo he hecho. No creo que nadie pudiera domarlo. Sólo he conseguido llegar a un entendimiento con él.

– Eso está bastante cerca. ¿Puedes montarlo?

Grace asintió con la cabeza.

– Es incierto, pero creo que me dejará estar encima de él. Pero ¿decirle adónde ir y hacer que preste atención? Eso es poco probable.

– ¿Ni siquiera si utilizas un bocado?

– No utilizaré ningún bocado. Le he visto la boca. La persona que contrataste para domarlo debería ser fusilada.

Marvot se encogió de hombros.

– La herida cicatrizó. Tenía que intentarlo todo. Fue sólo la primera vez. Resultó evidente que no iba a funcionar, y que el semental moriría antes que dejarse domar.

Hijo de puta.

– Excepto contigo. -Inclinó la cabeza-. Te felicito. Y también me felicito a mí mismo por mi inteligencia al traerte aquí. No es realmente necesario que el semental acepte tus órdenes. Sólo quiero que te guíe. -Marvot la estudió poniendo el ceño-. Eso no te ha sorprendido. Cuando Kilmer me robó el mapa, pensé que debía tener alguna idea acerca de la importancia de la Pareja. Estoy seguro de que se llevó un buen chasco cuando descubrió la vaguedad del mapa.

– Lo único que me sorprende es que creas que la Pareja puede conducirte hasta el motor. Sólo son caballos.

– Creo en el poder de la venganza, y Burton quiso tener su venganza. Me lo imagino disfrutando maliciosamente al dejarme que le robara la llave, y luego asegurarse de que se rompería en la cerradura. -Se apartó-. Pero he sido paciente, y ahora voy a obtener mi recompensa. Salimos para el Sahara mañana.

– No -dijo Grace-. Dame otro día.

La miró por encima del hombro.

– ¿Intentas ganar tiempo?

– Tengo que estar segura del semental.

Marvot se encogió de hombros.

– Un día.

– ¿Vamos a llevar a la yegua?

– Por supuesto. He intentado separarlos con anterioridad, cuando los he llevado al oasis. No da resultado. No se mueven del corral. Al menos, cuando están juntos, nos dejan que los llevemos al desierto.

– ¿Y el potrillo?

– No es necesario.

– Lo es. El potro está mamando y se pondrá enfermo si no come.

– No podría traerme más sin cuidado.

– Si dejas al potro, alterarás a la yegua, y eso pondrá nervioso al semental.

Marvot desvió la mirada hacia Frankie.

– ¿Estás segura de que es la yegua la que se alteraría?

Grace no respondió.

– Lleva al potro.

– Supón que dejamos aquí a tu hija para que cuide de él.

– ¡No!

Marvot sonrió.

– Dame una razón para que deba llevar a la pequeña.

– Deseas que me concentre en hacer que los caballos hagan lo que quieres que hagan. No podría hacerlo si estoy preocupada por Frankie.

– Endeble. Pero llevaremos a la niña. Tal vez la necesite in situ para espolearte.

– ¿Y el potro? -preguntó Frankie.

Marvot se encogió de hombros.

– Hay algo de verdad en lo que dice tu madre. No quiero que nada estropee la posibilidad que al fin estoy vislumbrando.

Grace se quedó mirando cómo se alejaba. Ella había conseguido lo que quería, y eso era bueno. Pero aquello no impidió que la acometiera un escalofrío repentino. La llegada al oasis sería la señal para que empezara la acción. Kilmer no había tenido ninguna oportunidad allí, pero no tendría más remedio que intentarlo cuando llegaran al Sahara.

– ¿Por qué arrugas la frente? -preguntó Frankie-. Hemos conseguido que aceptaría llevar a Maestro.

– Supongo que estoy cansada. Y tú también has de estarlo. -Empezó a dirigirse al establo-. Veamos si puedo dormir unas horas antes de que empecemos la jornada.

– Primero tengo que ir a ver cómo están Hope y Maestro -dijo Frankie cuando pasó por su lado corriendo-. Estaré contigo en unos minutos.

Grace no se apresuró a seguirla. Estaba entumecida y dolorida, y absolutamente agotada. Tal vez debería haber dejado que su hija se quedara allí; se encontraría en medio del fregado en cuanto llegaran al oasis. Podía haber confiado en que Kilmer escogiera a un hombre bueno para protegerla allí, en El Tariq.

¿En qué estaba pensando? ¿Se había vuelto loca? ¿Cómo se le ocurría que podía dejar a Frankie con otra persona? Una llamada telefónica de Marvot, y su hija podía estar muerta.

No, no había ninguna buena alternativa. Sólo tenía que hacerlo lo mejor que pudiera.

¡Joder!, estaba sudando.

Y tenía náuseas.

Kilmer apoyó la mejilla en la rama y cerró los ojos. Había sido una noche de mil demonios. Probablemente, tendría pesadillas del semental piafando sobre el cuerpo de Grace.

Le sacudió un repentino arrebato de ira. ¿Por qué diablos Grace no se había rendido? ¿Qué especie de locura la había llevado a no parar de perseguir al caballo?

Le entraron ganas de matarla.

Y deseaba abrazarla y protegerla de sementales locos, y de asesinos como Marvot, y de todo el condenado mundo.

Y deseaba decirle lo orgulloso que se sentía de ella.

Tuvo que hacer esfuerzos para no bajar hasta la granja de caballos y sacarla de allí. Hubiera echado por tierra todo lo que ella había hecho durante la noche.

– Mamá, ¿te encuentras bien? Son las diez.

Grace abrió lentamente los ojos y vio la cara de preocupación de Frankie delante de ella.

– ¿De verdad? -Se incorporó en el camastro y sacudió la cabeza para despejarse-. Lo siento. Debía estar más cansada de lo que creía. ¿Cuándo te levantaste?

– Hace dos horas. Fui a ver cómo estaba el potro y volví aquí. Pensé que te despertarías de un momento a otro.

– Enseguida estaré contigo. -¡Señor!, estaba entumecida. Cuando empezó a dirigirse hacia la ducha, tuvo la sensación de que ni cojear podía-. Tengo que asearme y comer algo. Caí redonda en cuanto entré aquí. ¿Te importa rebuscar en la mochila y traerme algo de ropa?

– Claro. ¿Algo en particular?

– Unos vaqueros. -Se metió en el compartimiento y empezó a desnudarse-. Y la camisa caqui.

– Llevaba puesta la camisa caqui -le dijo Kilmer a Donavan por teléfono-. Eso significa que está intentando advertirnos de un cambio.