– Es tranquilizador. ¿Y cómo se supone que va Grace a entretener a Marvot hasta que Hassan esté seguro de que ya toca?
– Ese es tu problema. Y una mujer que es capaz de saber cuándo va a llover debe ser lo bastante inteligente para obstaculizar a un sapo viscoso como Marvot.
– Él no es idiota.
– Cierto. -El jeque hizo una pausa-. Te lo diré. Si quieres intentar informarla, esta noche le enviaré una distracción a Marvot.
– ¿Cómo?
– De vez en cuando, pasan caravanas de mercaderes por el oasis. Han visitado a Marvot antes, cuando ha estado aquí. No resultará demasiado sospechoso que aparezca una pequeña caravana. Te proporcionaré un puesto de observación y la ropa adecuada para que puedas pasar desapercibido. No dispondrás de mucho tiempo antes de que Marvot los eche, pero puede ser suficiente. -Volvió a dar un golpecito en la tienda-. Y no te olvides del centinela que tendrá en su tienda.
– No es probable que lo olvide. -Kilmer se volvió hacia la entrada de la tienda-. Y te agradecería que siguieras intentándolo con Hassan, para ir limitando esa oportunidad. No me has dado mucho para contarle a Grace.
– Kilmer.
– ¿Qué?
– No has hablado del motor. ¿Has renunciado a él?
– ¡No, claro que no! No voy a dejar que Marvot consiga nada de lo que quiere -dijo con aspereza-. Pero no pondré en peligro a Grace y a Frankie para quitárselo. Siempre habrá otra ocasión.
– Muy sabio. Confío en que las rescates sanas y salvas. Y espero que encuentre tu motor.
– ¿Porque no te gusta el cartel petrolífero?
– En parte -contestó-. Haz que Fátima te tizne la cara y el cuerpo mañana, antes de vestirte. -El jeque sonrió burlonamente-. Le encantará.
– Lo haré yo mismo. -Kilmer salió de la tienda.
Donavan se incorporó cuando lo vio.
– ¿Cuándo nos movemos? ¿Cuánta ayuda nos prestará?
– No demasiada. Creo que podemos contar con él si lo necesitamos. Hasta que no iniciemos la ofensiva, no pondrá en peligro a nadie. -Hizo una mueca-. Pero nos presta desinteresadamente los servicios del hombre del tiempo de la tribu. Así que supongo que no debería quejarme.
– ¿El hombre del tiempo?
– Te lo explicaré mientras volvemos a mi tienda. -Levantó la vista al cielo. Estaba nítido y lleno de estrellas. Ni rastro de nubes ni el menor atisbo de alteración-. Espero que ese condenado Hassan sea tan bueno prediciendo el tiempo como Grace…
Capítulo 17
– Charlie está intentando echar abajo el corral -dijo Frankie cuando entró corriendo en la tienda-. Y el potro está asustado, mamá.
– Iré enseguida. -Grace tiró la manopla y salió a toda prisa de la tienda.
Frankie tenía razón. Charlie relinchaba con furia, y golpeaba las tablas de madera con los cascos. Ya había roto una, y la yegua estaba empezando a alterarse. En un instante se uniría a la destrucción.
– Detenlo -Marvot se dirigía a grandes zancadas hacia el corral-. Se hará daño. No he pasado por todo esto para que se rompa una pata.
– Tu consideración es reconfortante. -Grace ya estaba abriendo la valla-. Lo pararé. Mantén alejados de él a tus hombres. Probablemente, cree que ha sido traicionado. Reconoce este lugar. Me di cuenta cuando lo saqué del remolque.
Charlie rompió otro tablón con la pezuña.
Déjalo ya. No me estás ayudando, Charlie. Esto no es lo que crees. Nadie os va a hacer daño, ni a ti, ni a Hope, ni al potro. Tenemos que fingir que seguimos el juego algún tiempo. Será la última vez, te lo prometo.
Otra de las tablas saltó hecha pedazos.
Tranquilo, Charlie…
Grace entró en el corral y empezó a caminar hacia él. Los ojos del caballo relucieron salvajemente cuando piafó. De pronto, se dirigió corriendo hacia ella.
Ella se paró y esperó.
El caballo se desvió justo a tiempo.
Te lo prometo, Charlie. Dame sólo una oportunidad. Podemos superar esto juntos.
El caballo se dirigió corriendo a la valla donde estaba Marvot.
Él retrocedió un paso involuntariamente cuando Charlie se paró tras dar un patinazo.
Grace reprimió una sonrisa.
Bien. Al menos conoces el objetivo. Ahora tranquilízate y descansa un poco. Puede que lo necesitemos.
Charlie pateó un listón más, tras lo cual se fue trotando al otro extremo del corral.
Bien. Pero no mates a ninguno de los mozos de cuadra cuando intenten reparar el corral. No quiero que alguno de ellos os haga daño. Tú puede que seas fuerte, pero el potrillo es débil.
Grace se dio la vuelta y salió del corral.
– Tendrás que hacerlo mejor mañana -dijo Marvot-. No has hecho gala de un gran control.
– No estás muerto, ¿verdad? Sólo estaba jugando contigo. -Cerró la puerta del corral-. ¿Mañana? ¿Vamos a intentarlo por la mañana?
– No hay razón para esperar.
– Los caballos necesitan descansar. Están estresados.
– Sobrevivirán. -Marvot se apartó-. El jurado sigue deliberando acerca de ti y de tu hija.
Grace se lo quedó mirando de hito en hito mientras él se dirigía hacia su caravana. El jurado no estaba deliberando; Marvot ya había tomado su decisión cuando las había llevado a El Tariq.
– Mamá, ¿puedo entrar en el cobertizo y ver a Maestro? -preguntó Frankie.
Grace asintió con la cabeza distraídamente.
– Pero no te acerques a Charlie.
– No lo haré. No le gusto.
– Ya aprenderá. Pero éste no es el momento. Está nervioso.
Frankie dijo secamente:
– Sí, lo veo por la forma en que ha intentando derribar el corral. Yo también estaba algo nerviosa.
Grace la observó sortear cuidadosamente la zona en la que Charlie estaba piafando y echar a correr hacia el cobertizo, donde se habían acurrucado Hope y el potro. No había duda de que Frankie estaría bien con ellos. La yegua la había aceptado, y el potrillo la consideraba prácticamente como una segunda madre.
Se dio la vuelta y volvió a la tienda.
Campanas.
Gritos.
Repiqueteo de metales al entrechocar con otros metales.
¿Qué demonios sucedía?
Un centinela se plantó de repente delante de ella.
– Entre en la tienda y quédese allí.
– ¿Qué sucede?
– Una caravana de mercaderes. -El sujeto la empujó al interior de la tienda-. Tiene que permanecer en la tienda hasta que se hayan ido.
Grace miró por encima del hombro y alcanzó a ver una caravana, varios jinetes a caballo y, ¡por el amor de Dios!, hasta camellos.
El centinela bajó la portezuela de la tienda y ella se quedó en una penumbra con olor a moho. ¿Una caravana? ¿No era demasiada coincidencia? Con toda seguridad, Marvot sospecharía de cualquier intrusión en…
Unas manos la agarraron por los hombros desde atrás.
– No grites, Grace.
¡Kilmer!
Ella se zafó y se giró para ponerse frente a él.
– ¡Idiota! Justo estaba pensando que esto resultaba sospechoso. Marvot te atrapará y te pondrá a secar al sol.
– Yo también te he echado de menos.
Ella se arrojó entre sus brazos.
– Sal de aquí. Ahora no nos puedes ayudar. Hay demasiados guardias y el…
– Me iré de aquí… -Sus brazos la rodearon con fuerza- si te callas y me dejas hablar.
Grace hundió la cara en su hombro. No estaba dispuesta ha dejarlo marchar todavía. ¡Por Dios!, lo que le había echado de menos. No se había dado cuenta de lo sola que se había sentido hasta que él la había tocado. Kilmer olía raro… como a protector solar y nuez y a algo dulce…