Выбрать главу

– Si es que puede encontrarla. A esos caballos les va a entrar el pánico y…

– Tráela.

Hanley asintió con la cabeza e intentó abrir la puerta de la caravana. El viento la cerró de un portazo.

– ¡Mierda! -Volvió a abrir la puerta haciendo más fuerza.-. Tendré que… -Su móvil sonó, y Hanley contestó-. Hanley. -Escuchó un instante-. Hijo de puta. Si dejas que se lleven a la niña, eres fiambre. -Cortó la comunicación-. El campamento base del oasis está siendo atacado.

– Kilmer.

– Eso imagino -dijo Hanley-. Puede que no sepa que Archer no está allí.

– Y puede que sí. Tal vez esté ahí fuera con ella. -Marvot se sentó, pensativo-. Puede que esa zorra me haya tomado por idiota. Nos retiraremos y volveremos al oasis. Dile a los hombres que se olviden de la mujer y vuelvan a la base.

– ¿La vas dejar?

– ¿Crees que no volverá a por la niña? Concentremos toda nuestra potencia de fuego en mantener el control de la base. Luego sólo tendremos que esperar a que Kilmer y ella sigan a su hija.

– ¿Y entonces la utilizarás como rehén?

– Bueno, sí. Pero nadie me toma por idiota. -Arrancó la caravana-. Se va a llevar una sorpresa cuando vuelva al oasis. Veremos si a esa zorra le gusta tener una hija que ha perdido unos cuantos dedos.

¡Disparos!

Frankie se acurrucó contra Maestro en la esquina del cobertizo.

– Toda va bien, muchacho -susurró mientras se abrazaba con fuerza al cuello del potro-. No dejaré que nadie te haga daño.

El potro relinchó suavemente, inquieto.

¿Había vuelto Marvot?

«Mataré al potro.»

Y lo haría, pensó Frankie con angustia, lo haría.

No, no lo haría. Ella no se lo permitiría.

Más disparos. ¿Qué estaba ocurriendo?

Mamá…

El cielo se estaba oscureciendo. Frankie alcanzó a ver una sombra, a un hombre moviéndose en la parte exterior del corral.

¿Marvot?

Ven, mamá. Ven. Por favor, mamá, ven.

El siroco aumentaba su intensidad.

Y Charlie estaba empezando a piafar de nuevo. De seguir así, acabaría tirando a Grace al suelo de una sacudida.

– No. Sólo un poco más. -La voz le temblaba-. Te lo prometo, será…

– Suéltalo.

Kilmer. Sintió una oleada de alivio. Se bajó el pañuelo de un tirón y lo vio a través de la punzante cortina de arena. Era sólo una figura imprecisa, pero parecía algo de otro planeta. Llevaba una máscara de submarinismo y una botella de oxígeno, y el tubo de respiración le colgaba alrededor del cuello.

Había varios hombres detrás de él, pero estaban demasiado lejos para reconocerlos en medio de la tormenta.

El problema era que estaban inquietando a Charlie y a Hope.

– Diles que retrocedan -gritó Grace-. Y tú también.

Kilmer hizo un gesto, y los hombres se desvanecieron en el fondo.

– Me quitaré de en medio enseguida. -Kilmer le había puesto una mascarilla y se la estaba ajustando.

– Frankie. ¿Habéis sacado a Frankie de allí?

– Donavan y Blockman tenían órdenes de atacar el campamento base en cuanto estallara la tormenta. El remolque de los caballos está a unos treinta metros a tu derecha. Si los puedes meter dentro, los hombres del jeque se encargarán de llevarlos a su campamento.

– Vete. -Aspiró profundamente el oxígeno y tiró suavemente de la cuerda-. Vamos a ir a ciegas, Charlie. Sólo un ratito. Luego todo se habrá acabado.

¿Irían con ella o se soltarían?

Charlie piafó. Hope piafó.

¡Mierda!

Volvió a tirar de la cuerda, la soltó, entrelazó las manos en las crines de ambos caballos y tiró.

El semental dio un paso adelante.

Uno más, Charlie. Ve paso a paso.

No podrían tardar más que unos minutos, pero serían los treinta metros más largos de su vida.

Guió a Charlie al interior del remolque, se dio la vuelta y condujo a Hope para que subiera la rampa. Las ráfagas de arena seguían castigando en el interior del remolque, pero los caballos podrían respirar. Aunque era mejor dejarles puestas las máscaras. Grace les dio una palmadita.

– Os sacaremos de aquí y cuidaremos de vosotros. Os prometo que estaréis a salvo… -Salió corriendo del remolque e hizo un seña a los dos hombres que estaban al final de la rampa para que cerraran las puertas.

Kilmer la agarró por el brazo.

– Vamos. Tenemos que ir a por Frankie.

El miedo la dejó helada.

– Dijiste que Donavan había ido a buscarla. -Corrió hacia el todoterreno al lado de Kilmer-. ¿No ha informado todavía?

– No, pero probablemente no podría hacerlo con esta tormenta. El siroco empezó aquí primero, y no habían llegado al oasis cuando hablé con él por última vez. Esto es como una manta que revolotea sobre nuestras cabezas a unos tres metros. Ya sabes lo bueno que es Donavan. La sacará de allí.

– Yo no sé nada. -Grace subió al todoterreno de un salto-. Y tú tampoco. Así que deja de reconfortarme, y vayamos a buscarla. ¿Puedes ver algo con esta tormenta?

– No, pero cubrí el motor e instalé un GPS para encontrar el oasis. -Puso en marcha el vehículo-. No tenía ninguna duda de que no esperarías a que Donavan nos la trajera.

– ¿Y tú sí? No digas gilipolleces. Habrías ido sin mí.

Kilmer asintió con la cabeza.

– Tienes toda la maldita razón.

Donavan se puso en comunicación con Kilmer cuando éste se encontraba a escasos kilómetros del oasis.

– Hemos asegurado el campamento. Tuvimos que rechazar un asalto de Marvot y los matones que se llevó con él para mantener vigilada a Grace. Tal y como esperábamos, no fueron tras ellas. Pero aquí nos hemos hecho bastante fuertes.

– ¿Y Frankie?

– No está aquí. Hemos registrado todas las tiendas.

– ¿Qué?

– Tiene que estar ahí. -Kilmer hizo una pausa-. A menos que Marvot se la haya llevado a otro sitio.

– ¿Se ha ido? -susurró Grace.

Kilmer asintió.

– ¿Alguna señal de Marvot? -preguntó a Donavan.

– No, se marchó cuando repelimos su ataque. Pero interrogué con cierta energía a algunos de sus hombres. Dijeron que la pequeña estaba en su tienda.

– No te dejes llevar por el pánico -le dijo Kilmer a Grace-. Marvot no está allí. Y los centinelas creían que Frankie seguía en su tienda.

– No me digas que no me deje llevar por el pánico. -A Grace le temblaba la voz a causa del miedo-. Marvot puede haber llamado y dar la orden de matarla. Frankie podría estar enterrada en la arena en cualquier parte.

– Donavan y Blockman se movieron con rapidez en cuanto estalló la tormenta. La acción duró minutos. No habría dado tiempo.

Tal vez. Aquella idea se le hacía insoportable, y Grace intentó pensar en un panorama alternativo.

– Dile a Donavan que vaya al cobertizo. Que compruebe si el potro sigue vivo. Marvot amenazó con matarlo.

– De acuerdo. -Kilmer transmitió el mensaje a Donavan.

Pasaron cinco minutos angustiosos antes de que Donavan volviera a estar en comunicación.

– Ni rastro del potrillo. He mirado por todas partes.

– Ni rastro del potrillo -repitió Kilmer para informar a Grace.

– ¡Dios mío! -dijo ella-. Se ha llevado a Maestro.

– ¿Qué?

– Frankie tenía miedo de que mataran al potrillo. Los disparos deben de haberla asustado, y habrá huido con él.

– ¿Con esta tormenta?

Grace asintió con la cabeza.

– Quiere al potro. Dile a Donavan que intente rastrear… -Se pasó los dedos por el pelo-. ¡Por Dios!, no habrá ningún rastro con esta tormenta. Frankie podría morir ahí fuera.

– La encontraremos, Grace.