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Vuelve al corral. ¿A qué estás esperando?

Charlie relinchó y no se movió.

¡Vamos!

Charlie se dio la vuelta, y al instante siguiente él y Hope se habían desvanecido tras una cortina de arena.

Grace se desplomó de espaldas en la arena y ocultó la cabeza en el brazo izquierdo.

– Muy bien, Kilmer, ¿dónde estás?

Y Frankie, cariño, ¿dónde estás tú?

– ¡Grace!

– ¡Aquí! -Grace se apoyó en el codo como pudo-. ¡Kilmer, aquí!

Apareció allí de repente, arrodillándose a su lado.

– ¿Qué ocurrió?

– La cagué. Fui una idiota. Me caí… Tendrás que encontrar a Frankie. Registra esta zona. Charlie se comportaba como si apuntara en una dirección justo antes de caerme. Corre.

– Donavan, Blockman y el equipo vienen detrás de mí. ¿Dónde te has hecho daño?

– En el hombro, creo. ¿Viste a Charlie y a Hope? Los envié de vuelta al oasis. Charlie es inteligente. Espero que haya comprendido y…

– No los hemos visto. ¿En qué hombro?

– El derecho.

Kilmer le palpó el brazo y luego el hombro.

– No creo que haya rotura. Debe de ser una luxación.

– Entonces vuelve a ponerme el hombro en su sitio y deja que vaya a buscar a Frankie.

Él negó con la cabeza y se levantó.

– Creo que le dejaré eso a Donavan.

Ella lo miró de hito en hito sin dar crédito a lo que había oído.

– ¿Qué?

– Me dejaste en ese campamento y te fuiste sola. Dejé que lo hicieras porque tu razonamiento era lógico. Pero ese razonamiento se ha ido al traste. No voy a dejar que deambules por el desierto dando tumbos por el dolor cuando yo puedo buscar tan bien como tú. -Empezó a subir por la duna-. Le diré a Donavan que te he encontrado, y te lo haré saber cuando encuentre a mi hija. -Miró por encima del hombro-. Mi hija, Grace. Nadie me va a hacer trampas cuando puedo ir a salvarla. Ella me pertenece.

– ¡Maldito seas, Kilmer! Arréglame el hombro.

Él no respondió. Ya estaba a mitad de la duna.

– ¡Joder, joder, joder!

Grace sintió las lágrimas escociéndole en los ojos. Lo iba a matar.

– ¡Donavan! -gritó-. ¡Donavan!

Kilmer se encontró con Donavan en lo alto de la duna.

– Grace se ha dislocado un hombro. Pónselo en su sitio, pero tómate tu tiempo. Le va a doler bastante, y quiero encontrar a Frankie antes que pase por ese infierno. -Se volvió hacia Blockman-. Grace piensa que podría haber alguna posibilidad de que la niña estuviera en esta zona. Ve hacia el este con Vazquez, y yo iré hacia el oeste.

– Aquí el único que va a pasar un infierno soy yo -le gritó Donavan cuando se alejaba-. Sabrá que estoy mareando la perdiz.

– Probablemente. Apáñatelas como puedas.

– Bastardo. -Donavan hizo una pausa-. Buena suerte, Kilmer.

– Gracias.

Suerte. Necesitaba toda la fortuna que pudiera suplicar, pedir prestada o robar. ¡Que una niña así los tuviera movilizados a todos de esa manera! Le podía haber ocurrido cualquier cosa con esa tormenta. Kilmer no había estado más asustado en toda su vida.

No, eso no era cierto. Cuando había visto a Grace herida en la arena, se había llevado un susto de muerte.

Debía olvidar a Grace. Estaba a salvo.

Tenía que pensar en Frankie. Encontrar a Frankie.

Grace había dicho que podía estar cerca. Rogó a Dios para que se encontrara bien. La tormenta era ya un delgado velo de polvo y arena, pero la visibilidad aún no era buena.

Llamarla. No parar de llamarla.

Kilmer se quitó la mascarilla.

– ¡Frankie! ¡Frankie, respóndeme!

Ninguna respuesta.

– ¡Frankie!

– ¡Frankie!

¡Dios bendito!, la voz se le quebraba, y estaba ronco. ¿Cuánto tiempo llevaba gritando su nombre? ¿Quince minutos? ¿Treinta? Tenía la garganta seca y dolorida de tanto respirar arena.

– ¡Frankie!

Tal vez no podía responder. Quizá estaba herida o…

– ¡Frankie! -gritó con desesperación-. Soy Jake. Respóndeme.

Ninguna respuesta.

– ¡Frankie!

El silbido del viento transportó un débil sonido.

Se quedó inmóvil. ¿Un grito?

– ¿Frankie?

Volvió a oírse el sonido, a la izquierda, en la base de la duna.

Y no era un grito humano. Era el relincho de un caballo.

Y Frankie se había llevado al potro.

Bajó la duna a trompicones, resbalando y deslizándose.

¿Por qué no había respondido Frankie? Si estaba consciente, debía de haberle oído. Había estado justo encima de ella. Quizá no fuera ella; tal vez el potro se hubiera alejado de la niña. ¡Joder!, no quería ni pensar en eso.

– ¡Frankie!

Entonces vio el bulto cubierto por una manta en la base de la duna.

– ¡Mierda! -Llegó abajo en cuestión de segundos. Arrancó la manta.

Frankie estaba echa un ovillo junto al potro, rodeándolo con los brazos. Tenía la cara pálida y cubierta de una capa de arena, y mantenía los ojos cerrados con fuerza.

¿Estaba viva?

Frankie abrió los ojos lentamente.

– ¿Jake?

¡Dios bendito! Kilmer tenía un nudo tan fuerte en la garganta a causa de la emoción que no podía hablar. Asintió con la cabeza.

La pequeña se lanzó a sus brazos.

– Pensé que podría ser Marvot. Quería hacerle daño al potro.

– Lo sé.

Frankie se retorció.

– Me estás abrazando con demasiada fuerza. No puedo respirar.

– Perdona -dijo Kilmer con voz temblorosa-. Esto es nuevo para mí. Y he estado muy preocupado por ti. Como tu madre. Tendremos que llevarte junto a ella inmediatamente.

– ¿Se encuentra bien? Tenía miedo de que Marvot…

– Marvot no nos volverá a molestar. Y tu madre está bien. Se ha hecho un poco de daño en el hombro mientras te buscaba, pero no es nada grave. Ahora vamos a sacarte de aquí. -Pulsó el botón de la baliza-. ¿Está bien el potro?

– Muy bien. -Puso mala cara-. Pero Maestro no es demasiado inteligente todavía. No había manera de que se quedara debajo de la manta. No paraba de decirle que teníamos que escondernos, pero supongo que no me comprendía. Ojalá hubiera estado aquí mamá.

El potro intentaba levantarse.

– ¿Ves? -dijo Frankie, indignada.

– Al menos fue lo bastante inteligente para informarme de que estabais aquí abajo.

– Ah, ése no fue el potro. Fue Charlie.

– ¿Charlie?

– Charlie y Hope. Están por ahí. -Hizo un gesto con la cabeza hacia la izquierda-. Vinieron hará una hora. ¿Es que se escaparon?

– No, no se escaparon. -En ese momento, Kilmer pudo distinguir a la Pareja a través de la bruma arenosa. El viento azotador había desaparecido prácticamente, gracias a Dios-. Os estaban buscando.

– ¿Sabes?, pensé que tal vez fuera eso. Charlie se paró allí, delante de nosotros, como si montara guardia. Y la verdad es que no le gusto nada. Pero quizá estuviera cuidando del potro. Es su padre, ¿sabes? Supongo que eso lo cambia todo.

Kilmer la levantó y empezó a sacudirle la arena incrustada. No es que fuera a servirle de mucho.

– Y que lo digas.

El GPS de Donavan sonó cuando estaba terminando el cabestrillo de Grace. Se puso tenso y miró el dispositivo.

– Es Kilmer. Debe de haber encontrado a Frankie.

Ella le apartó la mano y se levantó como pudo.

– Vamos.

Donavan asintió con la cabeza.

– Pero va a tener toda la ayuda que quiera. Todos los hombres del equipo y buena parte de los de Adam atravesarán esas dunas cuando vean el GPS.

– Vamos.

– Pensaba que debía decírtelo, eso es todo. -Intentó ayudarla a subir la duna, pero ella se zafó de él-. Aunque no estás de humor para escucharme.