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El hombre se levantó.

– Voy a entrar de nuevo en el coche. Esperaré dos minutos, y luego me iré. ¡Decídete!

Sería capaz de hacerlo. Kilmer siempre hacía lo que decía que iba a hacer. Esa era una de las cosas que la habían atraído…

Se estaba metiendo en el asiento del conductor.

Dos minutos.

Tomar una decisión.

Grace se puso de pie.

– Vamos, Frankie. Sube al asiento trasero. No nos hará daño.

– ¿Lo conoces? -preguntó la niña en un susurro.

– Sí, lo conozco. -Cogió de la mano a su hija y la condujo hacia el coche-. Lo he conocido durante mucho tiempo.

– Hay una manta en el asiento, Frankie -dijo Kilmer mientras pisaba el acelerador-. Quítate ese chubasquero y envuélvete en ella.

– ¿Debo hacerlo? -La pequeña miraba a su madre, que había subido al asiento trasero con ella.

Grace asintió con la cabeza.

– Estás calada hasta los huesos. -Alargó la mano para coger la manta y la envolvió con ella-. Hemos de hacer que te seques, cariño. -Se volvió hacia Kilmer-. Llévanos al pueblo y déjanos en un motel.

– Os llevaré al pueblo. -Le echó un vistazo-. Pero no estoy seguro de que os alojen en ningún motel. Parece que llevarais un mes enterradas en un cenagal.

– Entonces puedes registrarme tú antes de dejarnos. -Grace estaba tratando de coger el teléfono-. No te necesito para nada más.

– ¿Estás llamando a Robert Blockman?

No había tiempo para preguntarse cómo sabía lo de Robert.

– Tengo que asegurarme de que se encuentra bien. Se dirigía a la granja, y no sé en qué clase de apuro…

– No estaba en la granja.

Grace lo observó.

– ¿Cómo…? -Se interrumpió-. Hiciste volar ese coche.

– Era la manera más fácil de alejarlos de vosotras. Eran un poco torpes en el bosque, pero no estoy seguro de que no hubieran terminado por encontrarte. Eliminé a uno de ellos en el bosque, pero no había tiempo para ir tras los otros dos, cuando tú y Frankie estabais tan cerca. Así que los atraje de nuevo hacia la granja.

– Entonces tendré que advertir a Robert de que siguen allí. Se dirigía a… -Grace volvió a interrumpirse cuando vio negar con la cabeza a Kilmer-. ¿Le ha ocurrido algo a Robert?

– No, que yo sepa. Pero resolví el problema de la granja antes de salir a buscaros.

Resolvió el problema. Le había oído decir eso antes muchas veces.

– ¿Estás seguro?

– Sabes que siempre estoy seguro. -Sonrió-. No tienes que preocuparte por tu perro guardián.

– Sí, sí que tengo que preocuparme. -Marcó el número de Robert-. Si no llegó a la granja, debería de tener noticias de él. Iba a intentar encontrar a Charlie.

Le salió el buzón de voz de Robert. Colgó sin dejar ningún mensaje.

– No contesta. -Se volvió hacia Kilmer-. Dime qué ésta ocurriendo, ¡maldita sea!

– Más tarde. -Echó un vistazo a Frankie, que estaba inclinada secándose el pelo-. Me parece que ya ha tenido bastante por una noche. No querrás preocuparla más de lo que ya lo está.

La niña levantó la cabeza y miró a Kilmer con hostilidad.

– Eso es bastante idiota. ¿Cómo voy a evitar preocuparme por Charlie? Y mamá también está preocupada.

Kilmer parpadeó.

– Te pido disculpas si te he faltado al respeto. Es evidente que no me di cuenta de con quién estaba tratando. -Hizo una pausa-. Yo también estoy preocupado por tu amigo Charlie. Sé que probablemente esté asustado y confundido, y creo que dejaré que tu madre discuta el asunto contigo. Es difícil dar a alguien una visión clara de la situación, a menos que se posean los antecedentes del problema. -Echó una mirada a Grace-. ¿Ella…?

– No.

– Eso me parecía. -Miró con gravedad a Frankie-. Estoy seguro de que tu madre corregirá esa omisión en cuanto le sea posible. Y que tú confiarás en ella y sabrás que ésa es la verdad. ¿De acuerdo?

Le estaba hablando a Frankie como si la niña fuera una persona adulta, pensó Grace. Era la manera correcta de manejarla. Kilmer sabía muy bien cómo tratar a la gente.

Frankie estaba asintiendo lentamente con la cabeza.

– De acuerdo.

Se encogió sobre el asiento y se volvió a arrebujar en la manta. Tenía la cara pálida, y la mano con que se aferraba a la manta estaba temblando. Había pasado por una verdadera pesadilla esa noche, y Grace deseó desesperadamente cogerla en brazos y acunarla. No era el momento. No hasta que se asegurase de que estuvieran a salvo en alguna parte. La serenidad de Frankie pendía de un hilo. Y el más leve roce podía romperlo.

– Chica lista -Kilmer miró fijamente la cara de Grace por el espejo retrovisor-. Se las apañará con esto.

– ¿Cómo lo sabes? No sabes nada de ella. -Grace cruzó los brazos por delante del pecho. Era extraño que hiciera tanto frío en una noche agosteña tan calurosa. No había sentido frío antes, pero en ese momento, al remitir la adrenalina, estaba temblando tan estrepitosamente como Frankie-. Pon la calefacción.

– Está puesta -dijo Kilmer-. La notaréis enseguida. Pensé que reaccionarias como de costumbre. Relájate y deja que… ¡Mierda! -Los frenos chirriaron cuando detuvo el coche en la cuneta del lado del río-. Quedaos aquí. -Salió del vehículo de un salto y empezó a bajar corriendo la pendiente hacia la ribera del río-. Me ha parecido vislumbrar una camioneta ahí abajo, en el agua. Haz lo que digo. No quiero que dejes sola a Frankie.

Pero la niña ya estaba fuera del coche.

Grace la agarró antes de que pudiera seguir a Kilmer por la pendiente abajo.

– No, Frankie. Tenemos que quedarnos aquí.

– Charlie tiene una camioneta. -La pequeña estaba forcejeando para soltarse-. Podría ser él. Tenemos que ayudarlo. La camioneta está en el agua.

– Kilmer nos dirá si podemos ayudar. -Grace sintió que la embargaba una frustración desesperante mientras su mirada seguía la de Frankie. El agua del río llegaba hasta las ventanas de la cabina, y apenas podía ver algo más a través de la lluvia. Podría no ser la camioneta de Charlie.

¡Maldición!, ¿y quién, si no, podría estar en ese tramo de la carretera? Deseó estar allí abajo. Pero bajo ningún concepto podía permitir que Frankie fuera con ella. Si se trataba de la camioneta de Charlie… Le rodeó los hombros con el brazo.

– Es mejor que nos quedemos aquí. Si Charlie está allí, Kilmer lo sacará.

– Es un extraño. Si ni siquiera te gusta. Me puedo dar cuenta.

– Pero es muy bueno en las emergencias. Sí yo fuera quien estuviera en esa camioneta, me gustaría que fuera Kilmer, y no otro, quien me sacara.

– ¿Es verdad eso?

– Es la verdad. Ahora acerquémonos para ver si podemos hacer algo…

Kilmer estaba subiendo por el terraplén, medio cargando con alguien.

Grace se puso tensa, y su corazón saltó de esperanza. ¿Charlie?

– ¡Charlie! -Frankie echó a correr hacia los dos hombres-. Estaba tan asustada. ¿Qué…?

– Tranquila, Frankie. -Era Robert, no Charlie, quien estaba siendo ayudado a subir por el terraplén. Estaba empapado, y arrastraba la pierna izquierda-. Ten cuidado, esta pendiente embarrada es muy resbaladiza.

La niña se paró después de dar un patinazo.

– ¿Robert? Pensé que era la…

– No. -Robert miró a Grace a los ojos-. ¡Dios santo!, lo siento. Me tiré al agua y conseguí sacarlo de la cabina, pero cuando lo arrastré hasta el terraplén, me di cuenta de que era… -Se encogió de hombros en un gesto de impotencia-. Lo siento, Grace.

– ¡No! No me digas eso. -Ella pasó por su lado corriendo y empezó a descender por el terraplén.

Charlie no.

Robert estaba equivocado.

Charlie no.

Estaba tumbado sobre el terraplén. Muy quieto.

Demasiado quieto.

Grace se dejó caer de rodillas a su lado.

No te rindas. Las víctimas por ahogamiento a veces pueden ser reanimadas.