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El único revés en esa nueva fase de la vida de Rayner asomó su amenazadora cabeza en 1964 cuando el consejo parroquial de Stone anunció que los canales llenos de juncos iban a ser drenados, modificados y ajardinados para que sirvieran como un lugar de recreo público. Horrorizado por la perspectiva de perder la magnífica y extraña vista que tenía desde Whitern Rise, Rayner consiguió adquirir suficientes fondos adicionales para arrendar, por un período de treinta años, los doscientos metros de orilla cenagosa que había enfrente de la casa.

Con la vista así asegurada, el siguiente punto de su agenda fue el roble en el jardín sur. Recordaba demasiado bien aquel horrible día, hacía ya veinte años, en que su hermano mayor había padecido el terrible infortunio bajo sus ramas. Pensar en ello aún lo hacía estremecer. Rayner pasó revista a sus opciones. ¿Debería cortar el árbol? ¿Bastaría su desaparición para diluir el recuerdo de aquel espantoso episodio? Al final decidió que el árbol debía desaparecer e hizo los arreglos necesarios, pero la mañana en que tendrían que haber empezado los trabajos se lo volvió a pensar. El árbol había estado allí durante seis décadas, haciéndose cada vez más alto, llenándose de hojas y aproximándose a la madurez. Era parte de Whitern Rise. Además, era todo lo que quedaba de los árboles del jardín sur, pues la familia que había sido dueña de la casa desde la década de 1940 los había cortado. No, el roble tenía que seguir donde estaba. Pero había algo que él podía hacer, algo muy simple pero que tal vez aliviara el dolor que Rayner sentía cuando la gente hacía algún comentario sobre la grandeza y majestuosidad del roble: podía cambiarle el nombre. Y así lo hizo. A partir de ese día ya no se refirieron a él llamándolo el roble de Aldous, sino el árbol Genealógico.

Noviembre 2011

Michael Lawrence

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