– Pensaba que se lo habría dicho el agente Dyson… Quiero un período de prueba en el DIC.
– Me parece muy bien.
– Y había pensado que quizás usted necesitaba a alguien…
– ¿En el caso Todorov?
– Así tendría oportunidad de aprender. Ha sido el primer escenario de un crimen para mí… Me encantaría ver cómo se hacen las pesquisas.
– La investigación consiste en mucho trabajo que básicamente no sirve para nada.
– Fantástico -replicó él con una sonrisa triste-. He hecho un buen informe, sargento Clarke… Se me escapan pocos detalles y creo que podría desarrollar más trabajo.
– Es perseverante, ¿verdad?
– Déjeme convencerla invitándole a una copa.
– He quedado con una persona.
– En ese caso, ¿mañana? La invito a un café.
– Mañana es sábado y el inspector jefe Macrae no ha establecido aún el presupuesto del caso.
– ¿Quiere decir que no hay horas extra? -Goodyear asintió comprensivo con la cabeza. Clarke reflexionó un instante.
– ¿Por qué me lo pide a mí en vez de a Rebus? Él es mi superior.
– Tal vez porque pensé que usted me haría más caso.
– ¿Quiere decir que sería más crédula?
– Quiero decir lo que he dicho.
Clarke se concedió otro momento de reflexión.
– En realidad, la encargada del caso soy yo; así que tomemos ese café el lunes por la mañana. En Broughton Street hay un lugar al que voy a veces.
Clarke le dijo el nombre y le citó a una hora.
– Gracias, sargento Clarke -dijo Goodyear-. No se arrepentirá -añadió tendiéndole la mano que ella estrechó.
CUARTO DÍA
Lunes, 20 de noviembre de 2006
Capítulo 11
Siobhan Clarke llegó diez minutos antes de la hora, pero Goodyear ya estaba en el lugar de la cita. Vestía de uniforme pero con la misma cazadora acolchada del viernes por la tarde con la cremallera cerrada hasta arriba.
– ¿Le preocupa que la vean aquí? -preguntó Clarke.
– Bueno, ya sabe lo que ocurre…
Ella lo sabía. Hacía mucho tiempo que no llevaba uniforme, pero el trabajo seguía siendo algo que uno no deseaba que se supiera a simple vista. Había acudido a fiestas en las que la gente se sentía algo incómoda cuando se enteraba de cómo se ganaba la vida. Y lo mismo sucedía en las salidas nocturnas; los chicos perdían interés o gastaban bromas como: «¿Vas a esposarme a la cabecera de la cama? Pues ya verás mi porra. No te preocupes por los vecinos, agente, me correré sin gritos…».
Goodyear se puso en pie y le preguntó qué tomaba.
– Ya lo saben -respondió ella.
Estaban ya preparando su café con leche y Goodyear no tuvo más que pagarlo y traerlo a la mesa. Ocupaban dos taburetes en una mesa junto a la ventana y, como era un sótano, sólo veían las piernas de los peatones. Del mar del Norte llegaban ráfagas de lluvia y la gente caminaba deprisa a sus asuntos. Clarke rehusó el azúcar que él le ofrecía y le dijo que se relajase.
– No es una entrevista de trabajo -añadió.
– Yo pensé que sí -replicó él con una risita nerviosa, mostrando unos dientes ligeramente torcidos. Tenía un poco orejas de soplillo y pestañas rubias. Ante él, una taza de café de filtro y unas migas en el plato delataban el consumo de un croissant-. ¿Ha pasado un buen fin de semana? -preguntó.
– Un gran fin de semana -replicó ella-. El Hibs ganó por seis a uno y el Hearts perdió con el Rangers.
– Es seguidora del Hibs -dijo él asintiendo despacio con la cabeza, tomando nota del dato-. ¿Fue al partido?
Ella negó con la cabeza.
– Jugaban en Motherwell. Tuve que contentarme con una película.
– ¿Casino Royale7.
Clarke negó con la cabeza.
– Infiltrados -guardaron silencio hasta que a Clarke se le ocurrió una pregunta-: ¿Hacía mucho que esperaba?
– No mucho. Esta mañana me levanté temprano y pensé que ya que… -aspiró hondo-. La verdad, no estaba seguro de encontrar el sitio y vine con bastante antelación. Siempre me paso de prudente.
– Ya lo he observado, agente Goodyear. Bueno, hábleme de usted.
– ¿Qué quiere que le cuente?
– Lo que sea.
– Bueno, supongo que sabrá quién era mi abuelo… -dijo alzando la vista, y ella asintió con la cabeza-. Mucha gente parece saberlo, aunque no me lo digan en la cara.
– Usted era pequeño cuando él murió -añadió Clarke.
– Tenía cuatro años, pero hacía casi un año que no le veía. Mis padres no me llevaban a visitarle.
– ¿A la cárcel?
Goodyear asintió con la cabeza.
– A mi madre le afectó bastante… Ella era muy nerviosa y sus padres pensaban que pertenecía a una clase superior a la de mi padre, por lo que cuando mi abuelo acabó en la cárcel fue como si el hecho les diera la razón. Aparte de que a mi padre le gustaba ahogar las penas en la bebida -añadió con una sonrisa de tristeza-. Hay gente que haría mejor en no casarse.
– Entonces, no habría un Todd Goodyear.
– Dios tendrá sus razones.
– ¿Tiene algo todo eso que ver para que ingresara en la policía?
– Quizá… Le agradezco que no lo haya afirmado taxativamente. Mucha gente lo interpreta así. «Es tu expiación, Todd» o «Quieres demostrar que no todos los Goodyear son iguales».
– Estereotipos -comentó Clarke.
– ¿Y usted, sargento Clarke? ¿Por qué se hizo policía?
Ella reflexionó un instante calculando si decirle o no la verdad.
– Creo que fue una reacción contra mis padres, que eran los típicos liberales izquierdistas de los años sesenta.
– ¿Y la única manera de rebelarse era formar parte del sistema? -dijo Goodyear sonriendo y asintiendo con la cabeza.
– Bastante bien dicho -comentó Clarke llevándose la taza a los labios-. ¿Qué piensa su hermano de esto?
– ¿Sabe que se ha metido en líos alguna vez?
– Sé que está fichado -admitió Clarke.
– ¿Ha comprobado mis antecedentes? -Clarke decidió no contestar-. Yo no lo veo nunca -dijo Goodyear, haciendo una pausa-. Bueno, no es cierto. Estuvo en el hospital y fui a verle.
– ¿Por algo grave?
– Se vio envuelto en una pelea tonta en un pub. Sol es así.
– ¿Es mayor o menor que usted?
– Dos años mayor. Aunque no se nota… cuando éramos niños los vecinos decían que yo parecía mucho mayor. Se referían a que me portaba mejor… y era yo quien iba a comprar y hacía recados… -pareció perderse un instante en la evocación del pasado y a continuación meneó la cabeza-. El inspector Rebus tiene una larga relación con Big Ger Cafferty, ¿verdad?
A Clarke le sorprendió el cambio de conversación.
– Depende, ¿a qué se refiere? -replicó con cautela.
– Es lo que se comenta en el Cuerpo; dicen que son muy amigos.
– Se detestan mutuamente -dijo Clarke casi sin quererlo.
– ¿De verdad?
Ella asintió con la cabeza.
– A veces me pregunto cómo acabará el asunto… -añadió casi hablando para sí misma, porque lo había pensado más de una vez en las últimas semanas-. ¿Lo pregunta por algo en concreto?
– Cuando Sol empezó a traficar creo que fue inducido por Cafferty.
– ¿Lo cree o lo sabe?
– Él nunca lo ha reconocido.
– Entonces, ¿cómo está tan seguro?