– Lo he hablado todo con ella, ¿sabes? -añadió Rebus-. Y tiene su lógica.
– ¿El qué?
– La otra noche, en la fiesta, hablé con Sonia…
– Eso ya lo ha dicho.
– La noche de la agresión a Cafferty dijiste que te marchabas para reunirte con ella -Rebus hizo otra pausa-, pero ella no lo recuerda. Además, dice que fue idea tuya que mirara debajo del puente.
– ¿Qué?
– Ella encontró el protector de zapatos porque tú le dijiste dónde tenía que buscar.
– Un momento…
– Pero lo curioso, Todd, es que tú no estabas allí. Para mí que seguramente ella te llamó para decirte que salía de servicio hacia el canal, y fue cuando tú le dijiste que mirase debajo del puente: sabías que había un puente y sabías lo que encontraría.
– Pare el coche.
– ¿Vas a denunciarme por rapto, Todd? -dijo Rebus con otra sonrisa glacial-. El inspector John Rebus y Big Ger Cafferty: los peores enemigos de tu familia para ti… y de pronto viste la oportunidad de vengarte de uno implicando al otro. Sabías que existía la probabilidad de que hubiera en el protector huellas mías, y pudiste muy bien cogerlo del maletero en cualquier momento. Todd, la noche del sábado estábamos los tres fuera del bar Oxford: Siobhan, tú y yo. Y los tres sabíamos adonde me dirigía. Únicamente nosotros tres. Me seguiste, aguardaste al acecho a que Cafferty se quedara solo y le golpeaste por detrás. Siobhan me ha contado que te causó mucha impresión enterarte de que a Cafferty le vigilaban. Si yo no hubiese desviado a Stone del lugar de la cita te habrían cazado allí mismo.
– Tonterías -espetó Goodyear.
– En realidad, da lo mismo, ya que no puedo demostrarlo -añadió Rebus volviéndose otra vez hacia el joven-. Quedas impune, Todd. Enhorabuena. Pero por otra parte Cafferty irá a por ti.
– Yo sé cuidarme, Rebus. Y mi familia también -el tono de voz de Goodyear había cambiado; se había endurecido, igual que su mirada-. En Cafferty hace mucho tiempo que pienso, pero después, cuando apuñalaron a Sol, fue cuando realmente empecé a reconcomerme al imaginar la vida tan distinta que habrían podido tener mis padres. Yo sabía que usted tenía relación con Cafferty, así que necesitaba acercarme a usted -añadió el joven mirando al frente-. Luego, me contó que había testificado contra mi abuelo, que había intervenido decisivamente para que lo encerraran, y de pronto todo se articulaba; podía eliminar a Cafferty y a usted al mismo tiempo.
– Como digo, ojo por ojo -el tráfico comenzaba a ser más denso y Rebus levantó el pie del acelerador-. Bien, debes sentirte contento, liberado, vengado, etcétera.
– Estoy libre de pecado.
– ¿Es otra cita de la Biblia? -dijo Rebus asintiendo despacio con la cabeza-. Todo perfecto, pero no basta para salvarte, ni mucho menos.
– Semáforo rojo -dijo Goodyear, y cuando el coche se detuvo abrió la portezuela.
– Estaba pensando en ir a ver a Cafferty -añadió Rebus-. Y no sé si tú querrás volver a verle. Los médicos dicen que mejora.
Goodyear había bajado del coche, pero Rebus lo llamó y se inclinó hacia la ventanilla.
– Cuando Cafferty recobre el conocimiento -añadió Rebus-, la primera cara que verá será la mía… y ¿sabes lo que voy a decirle, Todd? Más vale que te cubras la espalda y sobre todo el frente, Todd Goodyear. Cafferty será todo lo que tú quieras, pero no la clase de cobarde que ataca por la espalda.
Goodyear cerró la portezuela de golpe al cambiar la luz del semáforo. Rebus apretó el acelerador y contempló por el retrovisor cómo Goodyear se ajustaba la gorra y se quedaba mirando el coche que se alejaba. Suspiró hondo y abrió ligeramente la ventanilla. Tenía que ir al taller a que le conectaran el nuevo iPod al estéreo. Apretó el botón de «play» y subió el volumen.
«Sinner Boy» de Rory Gallagher hasta el hospital donde estaba Cafferty.
Siobhan Clarke le estaba esperando a la cabecera del gángster en coma.
– ¿Has hablado con él? -preguntó. Rebus asintió con la cabeza sin dejar de mirar a un Cafferty inmóvil, cuyos únicos signos de vida eran los pitidos y destellos de los aparatos. Le habían trasladado de Cuidados Intensivos pero con todo el equipo de mantenimiento.
– Me he enterado de que tu equipo empató.
– A dos en el último momento… pero yo ni me enteré.
– Claro, bien ocupada estabas con Stuart Janney. ¿No ha confesado aún?
– Ya lo hará -dijo ella haciendo una pausa-. ¿Y Goodyear? ¿Va a confesar?
– Todd no va a ser tan tonto.
– Aún no acabo de creérmelo…
– Qué diablos, Shiv, ¿cómo íbamos a imaginárnoslo? -añadió Rebus sentándose en la silla junto a ella-. Si de alguien es la culpa, es sólo mía.
Ella le miró.
– ¿Todavía quieres cargar con más cosas?
– Hablo en serio. Las cosas se torcieron para Todd y sus padres desde el momento en que el abuelo fue a la cárcel, y yo contribuí a ello.
– Eso no quiere… -Siobhan calló al ver que Rebus se volvía hacia ella.
– En aquel pub encontraron droga dura, Shiv, pero el abuelo de Todd no distribuía nada parecido.
– ¿Qué me dices?
Rebus miró a la pared.
– En aquella época Cafferty tenía policías a sueldo y los del DIC preparaban lo que él les dijera.
– ¿Tú…?
Rebus negó con la cabeza.
– Gracias por no ponerlo en duda.
– Pero sabías lo que habían preparado.
Él asintió despacio con la cabeza.
– Y no hice nada por impedirlo… Así eran entonces las cosas. Cafferty traficaba y no le gustaba que le hicieran la competencia en el pub de Harry Goodyear -infló las mejillas y expulsó aire antes de continuar-. Hace tiempo me preguntaste sobre mi primer día en el DIC y te mentí diciendo que no lo recordaba. Lo que sucedió fue que salí de la escuela de la policía para ir directamente a la cantina de la comisaría, y lo primero que me dijeron fue que me olvidara de todo lo que había aprendido. «Aquí empieza el juego, hijo, y sólo hay dos bandos: ellos y nosotros» -la miró otra vez-. Echabas un capote a los compañeros que habían tomado más whisky de lo debido… o se habían excedido al detener a alguien, si se caía un detenido por la escalera o se daba contra la pared… se tapaba todo lo de los compañeros de tu equipo. Yo testifiqué en aquel estrado sabiendo perfectamente que encubría a un compañero que había tendido una trampa a aquel hombre.
Ella no apartaba la vista de él.
– ¿Y por qué me lo cuentas? ¿Para qué demonios tengo yo que saberlo?
– Algo se te ocurrirá.
– Es tan típico de ti, John… Es una vieja historia, pero no podías guardártela para ti y tenías que hacerme partícipe.
– En espera de la absolución.
– ¡Pues te equivocas! -Clarke permaneció en silencio un instante con los hombros caídos. Luego, lanzó un profundo suspiro-. La enfermera me ha dicho que viniste aquí después de la fiesta apestando a alcohol.
– ¿Y bien?
– Y que había otro policía.
– Stone -dijo Rebus-. Quería asegurarse de que no iba a desenchufar los aparatos al paciente.
– La sutileza no es tu fuerte, ¿verdad?
– ¿Quieres decir que soy como un toro en una cristalería?
– ¿Tú qué crees?
Rebus reflexionó cinco segundos.
– Tal vez un toro que ha escapado del matadero -dijo, haciendo gesto de levantarse. Ella se puso en pie también, perpleja al verle inclinarse sobre la cama como ansiando que Cafferty despertase.
– ¿De verdad que vas a decirle lo que hizo Goodyear? -preguntó ella.
– ¿Qué otra alternativa tengo?