Sólo tres casas daban a la impasse agrupadas fuera del alcance de la vista de la calle, al pie de la L y, a través de la estrecha hendidura existente entre el edificio en el que se prohibía fijar carteles y la parte trasera de un hotel en cuyo techo destacaban unos desagües retorcidos como serpientes, aquellas casas miraban hacia un espacio cerrado por muros de cemento.
La vida en la impasse des Huit Anges, pensó Latimer, debía ser como una especie de ensayo para la Eternidad. Otros, antes que él, habían pensado lo mismo: la prueba estaba en que de las tres casas, dos estaban cerradas y vacías, sin duda alguna, y la tercera, el número 3, precisamente, ocupada en el cuarto y en el último piso tan sólo.
Con la impresión de que estaba entrando en una propiedad privada, Latimer caminó por los irregulares adoquines del pasaje hasta llegar a la puerta del número 3.
La puerta estaba abierta; un pasillo embaldosado desembocaba en un pequeño patio trasero, húmedo y oscuro. El cuarto del conserje, a la derecha de la puerta, estaba vacío y no mostraba señales de haber sido utilizado desde hacía cierto tiempo. A su lado, sobre la pared, cuatro cajas de madera cubiertas de polvo, ostentaban cuatro placas de bronce, atornilladas en la parte superior de cada una. Tres de ellas estaban vacías. En la cuarta, un trozo mugriento de papel contenía el nombre «CAILLE», escrito con tinta violeta.
Al margen de esto, lo único que cabía pensar era que mister Peters le había dado unas señas reales, cosa de la que Latimer no había dudado en ningún momento. Giró y se encaminó hacia la calle. En la rue de Rennes compró una tarjeta, escribió su nombre, la dirección de su hotel, puso el nombre de Peters y echó el sobre en el buzón.
También envió una tarjeta postal a Marukakis.
Lo que ocurriera a partir de ese momento dependía, en gran medida, de Peters. Pero había algo que podía hacer, entretanto: averiguar qué dijeron los periódicos de París (si es que habían publicado algo al respecto) cuando en diciembre de 1931 había sido capturada la banda de traficantes de drogas.
A la mañana siguiente, a las ocho en punto, sin haber recibido aún noticias de Peters, se decidió a pasar la mañana en los archivos de la hemeroteca.
El periódico que por fin eligió había hecho algunas referencias al caso. La primera con fecha del 29 de noviembre de 1931. El titular decía:
TRAFICANTES DE DROGAS
ARRESTADOS
y proseguía:
«Un hombre y una mujer, relacionados con la distribución de droga y adictos, fueron arrestados ayer en el barrio de Alésia. Según se ha podido saber, forman parte de una conocida banda extranjera. La policía espera efectuar nuevos arrestos en los próximos días.»
Eso era todo. Es un texto extraño, pensó Latimer. Esas escuetas oraciones parecían haber sido entresacadas de un informe más extenso. También resultaba curioso que no se mencionara ningún nombre. Censura policial, tal vez.
La siguiente referencia apareció el 4 de diciembre con el siguiente titular:
TRAFICANTES DE DROGAS, TRES
NUEVOS ARRESTOS
«Tres miembros de una organización criminal, dedicada a la distribución de droga, fueron arrestados a última hora de la noche de ayer, en un café, cerca de la Porte d'Orléans. Los agentes, al entrar en el café para practicar los arrestos, se vieron obligados a disparar contra uno de los hombres, que iba armado y que resultó herido de poca consideración; el individuo había intentado escapar desesperadamente. Los dos hombres restantes, uno de ellos extranjero, no han ofrecido resistencia.
Se eleva ya a cinco el número de integrantes de la banda que se encuentran detenidos.
Se cree que los tres individuos detenidos anoche también formaban parte de la banda que integraban el hombre y la mujer arrestados en el barrio de Alésia, la semana pasada.
La policía estima que aún se producirán más detenciones, ya que la Brigada Superior de Estupefacientes tiene en su poder pruebas que comprometen a los actuales organizadores de esta pandilla.
El señor Auguste Lafon, director de la Brigada, ha declarado: "Tuvimos conocimiento de la existencia de esta banda hace algún tiempo y hemos llevado a cabo laboriosas investigaciones para determinar sus actividades. Pudimos haber realizado con anterioridad otras detenciones, pero no lo creímos prudente. Perseguíamos a los jefes, a los criminales más destacados. Sin sus jefes y sin la fuente de suministro, el ejército de pequeños traficantes que infestan las calles de París se verá incapaz de sacar adelante su nefasto negocio. Nos proponemos desarticular a esta banda e, incluso, a otras similares."»
Además, el 11 de diciembre, el periódico publicaba otra noticia:
UNA BANDA DE TRAFICANTES
DE DROGAS
HA SIDO DESARTICULADA
«Los hemos cogido a todos», dice Lafon
EL CONSEJO DE LOS SIETE
«Seis hombres y una mujer se encuentran detenidos como resultado de la operación organizada por monsieur Lafon, director de la Brigada Superior de Estupefacientes, contra una conocida banda extranjera de traficantes de droga, que actuaba en París y en Marsella.
La operación había comenzado dos semanas atrás, con el arresto de una mujer y un hombre, cómplices ambos, en el barrio de Alésia. Alcanzó su punto álgido ayer, con el arresto, en Marsella, de dos hombres que, al parecer, son los dos miembros restantes del Consejo de los Siete, responsable de la organización de esta banda criminal y de su tráfico.
A petición de la policía, no mencionamos los nombres de las personas arrestadas, con el fin de no poner en guardia a los demás implicados. Ahora, esa prohibición ya ha sido retirada.
La mujer, Lydia Prokofievna, de origen ruso, llegó a Francia, según se cree, desde Turquía, con pasaporte Nansen, expedido en 1924. En el mundo del hampa se la conoce con el sobrenombre de La Gran Duquesa. El hombre detenido con ella se llama Manus Visser, y como socio de la Prokofievna, es conocido con el apodo de El Señor Duque.
Los nombres de los otros cinco individuos detenidos son: Luis Galindo, súbdito mexicano nacionalizado francés, internado en la actualidad en un hospital con una herida de bala en el muslo; Jean-Baptiste Lenôtre, francés, vecino de Burdeos; Jacob Werner, belga, que fue detenido juntamente con Galindo; Pierre Lamare o Jo-jo, nizardo, y Frederik Petersen, súbdito danés, que fueron arrestados en Marsella. En unas declaraciones hechas anoche a la prensa, monsieur Lafon dijo: "Los hemos cogido ya a todos; la banda ha sido desarticulada; hemos decapitado a la organización que ha quedado, pues, sin su cerebro. El cuerpo morirá de una muerte rápida: todo ha terminado."
Lamare y Petersen serán interrogados hoy por el juez instructor. Se espera que se celebre un juicio común de todos estos detenidos.»
En Inglaterra, pensaba Latimer, monsieur Lafon se hubiera encontrado en un serio apuro. De acuerdo con lo publicado por el periódico, parecía ocioso celebrar un juicio, ya que la policía y la prensa ya habían pronunciado su propio veredicto.
Pero, por esos años, el acusado era siempre culpable a los ojos de los jueces. De hecho, el que se les concediera un juicio no servía de otra cosa que para preguntarles si tenían algo que alegar antes de oír la sentencia.
Al parecer, con el arresto del Consejo de los Siete el interés por ese caso había desaparecido. La Gran Duquesa había sido enviada a Niza para ser juzgada allí por un fraude cometido tres años antes; tal vez eso explicara el silencio que siguió. El resto de los procesados fueron juzgados rápidamente. Todos ellos fueron declarados culpables. A Galindo, Lenôtre y Werner se les condenó a pagar una multa de cinco mil francos y a tres meses de cárcel; Lamare, Petersen y Visser, a sendas multas de dos mil francos y a un mes de prisión.