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Dev no apartaba la mirada de su rostro. Susanna podía sentir la violencia que emanaba de él, una violencia a duras penas contenida. Vio que se movía un músculo de su mandíbula.

– ¿Has hecho el amor con él? -parecía estar haciendo la pregunta en contra de su voluntad.

Antes de que Susanna pudiera responder, se levantó de la cama y la agarró de los antebrazos con tanta delicadeza como despiadado era su tono de voz.

– Maldita sea. No lo entiendo, pero hayas hecho lo que hayas hecho con Fitz, continúo deseándote -la recorrió de los pies a la cabeza con aquella mirada cargada de furia-. Me parece imposible, pero es cierto.

Enmarcó su rostro con las manos y buscó sus labios. Una vez más, la ternura de sus labios contra su boca marcaba un inquietante contrapunto con el enfado que Susanna sentía bullir dentro de él.

– Sería capaz de hacer el amor contigo aunque tu cuerpo conserve la marca de sus besos y sus manos.

Volvió a besarla, con más dureza en aquella ocasión, hundiendo la lengua en su boca y exigiendo una respuesta.

– ¿Lo has conseguido? -preguntó con desprecio cuando la soltó-. ¿Ya tienes lo que buscabas?

– Mañana anunciarán el compromiso en el periódico -susurró Susanna.

Vio que cambiaba el semblante de Dev. Le oyó soltar la respiración antes de estrecharla de tal manera contra él que Susanna podía sentir los latidos de su corazón contra su pecho.

– Susanna… -estaba temblando-, ¿por qué estás haciendo esto?

Entonces fue Susanna la que se enfadó. Le empujó para apartarlo de ella.

– Estoy asegurando mi futuro, Devlin. Al igual que lo estás haciendo tú a través del matrimonio. Ésa es la única razón por la que estoy haciendo esto.

De pronto, deseaba contarle todo. Le resultaba extraño, porque Devlin era la última persona en la que debería confiar, pero se sentía muy sola llevando una doble vida y Dev era el único que sabía realmente quién era.

– Los dos estamos haciendo lo que tenemos que hacer. Tú casándote con Emma y yo casándome con Fitz.

– Esto no tiene nada que ver con Fitz o con Emma -replicó Dev con dureza.

La estrechó entre sus brazos y la besó como si su vida dependiera de ello. Susanna enredó la lengua con la suya y le bastó disfrutar de su sabor y respirar su esencia para sentirse de nuevo embriagada.

– Dijimos que no deberíamos… -comenzó a decir cuando Dev abandonó sus labios.

– Sabías que volvería a ocurrir -contestó Dev con dureza-. ¿Cómo no íbamos a repetirlo?

Cómo no iba a repetirlo, pensó Susanna, si durante todo aquel proceso en busca de fortuna se habían comportado como si fueran las dos mitades de un todo, dos personas que se completaban y que, contra todo pronóstico, necesitaban estar juntas. El mero pensamiento la horrorizaba. Habría sido mucho más fácil fingir que era el simple deseo lo que los unía. Pero no habría sido cierto. Era mucho más lo que sentía por Devlin. Siempre lo había sido, aunque él no lo sintiera.

Devlin tomó su rostro entre las manos y volvió a besarla. Había enfado en él y una extraña angustia e inquietud. Le quitó bruscamente el vestido. Al oír cómo saltaban las costuras, Susanna protestó.

– Ya te comprarán otro tus amigos, los duques de Alton, puesto que parecen tener tanto interés en que seduzcas a su heredero -le espetó Dev.

La hizo volverse hacia la luz de la vela, de manera que un resplandor dorado bañara su cuerpo.

– Maldita sea…

Volvió a recorrerla de los pies a la cabeza, y no hubo un solo milímetro de la piel de Susanna que no ardiera ante la fuerza de sus ojos.

– No soporto pensar en ello siquiera.

– Pero no hemos… -comenzó a decir Susanna.

Devlin la silenció negando con la cabeza.

– Ahórramelo.

La tumbó en la cama y le sostuvo con una mano las muñecas. Susanna se retorció para liberarse, pero Devlin se limitó a continuar presionando y la retuvo tumbada sin dificultad. A Susanna le dio un vuelco el corazón al comprender que, en aquella ocasión, no iba a esperar. Se apoderó de ella una alegría fiera. Estaba deseando aquel encuentro. Se sentía desesperadamente carnal.

Devlin cerró su boca ardiente sobre uno de los pezones, y Susanna sintió un estallido de placer atravesando su cuerpo entero. Devlin succionó y ella continuó retorciéndose, intentando liberar sus manos. Devlin comenzó a descender. Susanna emitió un jadeo que terminó convertido en un gemido de frustración. Al parecer se había equivocado. Devlin estaba dispuesto a hacerla esperar.

– Parece que la velada no ha sido tan satisfactoria como cabría imaginar -susurró Devlin mientras rozaba su seno con los labios. Le lamió el pezón-. ¿Lo ha sido, Susanna?

– Devlin, por favor…

– Mañana anunciarás tu compromiso con otro hombre.

Devlin se interrumpió y Susanna sintió la caricia de su respiración sobre su piel. Devlin succionó de nuevo el pezón. Otra llamarada encendió el cuerpo entero de Susanna, dejándola temblando y furiosa por el dominio que parecía tener Devlin sobre ella.

– ¿Qué estás intentando demostrar? -le preguntó entre dientes.

Vio el resplandor de los dientes de Devlin cuando éste sonrió.

– Solo que sientes por mí algo que jamás sentirás por Fitz.

– Así que es orgullo -le reprochó con enfado y desprecio, a pesar de su excitación-. En ese caso, lo admito libremente, Devlin. Jamás responderé a Fitz como te respondo a ti. De modo que si lo que querías era demostrar algo, ya puedes marcharte.

Dev acarició su vientre.

– Me temo que no.

Susanna continuaba enfadada, pese a que las caricias de Dev le hacían estremecerse de deseo.

– Eres un hipócrita al pedirme ese tipo de cosas -le reprochó con amargura-. Al fin y al cabo, tú tampoco eres mío, ¿no es cierto, Devlin? Perteneces a otra mujer.

– Ah…

Demostrando una asombrosa capacidad para la ternura, Devlin la besó con infinita delicadeza, como si quisiera llegarle hasta el alma. Cuando se separó de ella, los dos estaban temblando. Devlin le apartó el pelo de la frente, haciéndole sentir las frías yemas de sus dedos contra su piel.

– Años atrás nos pertenecimos el uno al otro, Susanna. Y esta noche, podemos hacerlo otra vez.

Fue aquel pensamiento el que le dio a Susanna la fuerza para detenerlo. Una noche. Sí, podría entregarse a Devlin una noche más. Sería fácil sumergirse en la pasión y olvidarlo todo en el goce supremo junto a él.

Pero al cabo de unas horas, Devlin se marcharía, volvería a perderle y se odiaría a sí misma por su debilidad. El placer desaparecería, pero permanecería el dolor. Se había prometido a sí misma que jamás volvería a arriesgarse a perder en el amor y sabía que si flaqueaba en aquel momento, estaría perdida.

– ¡No!

Se apartó bruscamente de él y se aferró a la sábana para ocultar su desnudez. Se envolvió en ella con manos temblorosas.

– No -repitió.

Se alejó de la cama. Las piernas le temblaban de tal manera que pensó que iba a caerse.

– Esta noche no, Devlin. Tenemos que detener todo esto.

Dev dio media vuelta en la cama y se levantó. Por un momento, pareció completamente aturdido, tan absorto en lo que estaba sintiendo como lo estaba ella segundos antes. Sacudió la cabeza, como si necesitara aclarar sus pensamientos. Alzó la mirada y la fijó en Susanna. Ésta comprobó estupefacta que había diversión en ella.

– Tienes el sentido de la oportunidad más frustrante del mundo -musitó.

– Lo siento -contestó Susanna. Se aferró al brazo de la butaca y se sentó agradecida-. No pretendía tentarte intencionadamente.

– Lo sé -le espetó Dev. Su frustración era visible. La miró, desvió a regañadientes la mirada y sacudió la cabeza-. ¿Pero de verdad tienes que serle fiel a Fitz cuando solo le quieres por su título y además es muy posible que en este momento esté disfrutando de la noche con una prostituta del Covent Garden?