Выбрать главу

Fitz le rozó a Susanna el dorso de la mano para reclamar su atención y ella se inclinó obediente hacia él, dispuesta a escuchar lo que quería decirle. Dev la vio sonreír y sintió que el enfado y el deseo se cerraban como un tenso puño en su interior. Formaban la pareja perfecta: atractivos, ricos y encantadores, sin que hubiera el menor trazo de amor, o incluso de sincero respeto, por ninguna de ambas partes.

– Lo siento -susurró Chessie de pronto.

Estaba tan pálida que Dev temió que fuera a desmayarse. Se meció ligeramente y Dev le pasó el brazo por los hombros.

– No me encuentro muy bien -susurró-. Hace mucho calor y apenas hay aire…

Dev se encontró por encima de la cabeza de su hermana con la mirada preocupada de Joanna Grant.

– La llevaré a casa -se ofreció Joanna-. Chessie, querida -tomó la mano helada de Chessie-. Vamos. No te encuentras bien.

Joanna y Devlin acompañaron a Chessie hasta las escaleras y bajaron al vestíbulo. Todavía estaban llegando los últimos invitados, que se sumaban a la multitud que abarrotaba la sala de recepción. Dev fue abriéndoles paso con sus anchos hombros, protegiendo a su hermana de miradas curiosas y de susurros y risas mal disimuladas de los invitados. Se sentía furioso y protector, sabiendo que todo el mundo estaba hablando de la humillación de Chessie. Sentía la tristeza y el dolor de su hermana. Joanna y Tess, que pese a su aparente fragilidad eran mujeres de gran fortaleza, la acompañaban con las cabezas bien altas.

– Solo un poco más -animó Tess a Chessie cuando Joanna fue a buscar a un mayordomo para pedirles los abrigos-. Pronto estaremos en casa.

Dev le pidió a uno de los sirvientes que les consiguiera un carruaje.

– No vengas con nosotras -susurró Joanna mientras Devlin las ayudaba a subir. Le estrechó la mano con suavidad-. Es posible que Chessie quiera hablar con nosotras, y está tan ansiosa por evitar que te disgustes, que a lo mejor no se atreve a desahogarse delante de ti -se inclinó para darle a Dev un beso en la mejilla-. Te haré saber cómo se encuentra.

Dev asintió a regañadientes.

– Nada de lo que Chessie pueda hacer o decir cambiará lo que siento por ella -respondió malhumorado-. Nada de esto es culpa suya.

– Lo sé -contestó Joanna. Le sonrió-. Gracias, Devlin.

El carruaje se puso en marcha y Dev permaneció en los escalones de la entrada, viéndolo alejarse. No tenía ganas de pasar la velada contemplando a Susanna bailando con Fitz, encantada con su triunfo. Estaba cansado, furioso y amargado. No era frecuente en aquella época que decidiera ahogar sus penas en alcohol, pero aquella noche le apetecía de una forma especial.

– ¿Preparado para marcharte, Devlin? -un hombre alto y rubio le agarró del brazo y lo arrastró al interior de la casa de los Alton-. Pero antes ven a compartir conmigo una copa de champán.

– ¡Purchase! -exclamó Dev-. ¡Has vuelto a Londres!

Owen Purchase le estrechó la mano con entusiasmo.

– Acabo de llegar. He estado visitando mis propiedades -soltó una carcajada-. Jamás pensé que oiría esas palabras saliendo de mis labios.

– Entonces, ¿el título es tuyo?

– De ahí lo del champán -se interrumpió-. Pero te agradecería que lo mantuvieras en secreto. Ya sabes que estos asuntos legales tienen cierta complejidad. Además, todavía no quiero que me identifiquen como el vizconde de Rothbury.

– Te deseo suerte a la hora de mantener a distancia a las madres casamenteras -contestó Dev con ironía-. En cuanto se enteren de que tienes un título, te van a perseguir por toda la ciudad.

– Supongo que sabré cómo enfrentarme a ellas -contestó Purchase, sonriendo de oreja a oreja-. Aunque preferiría hacer mi propia elección.

– Así que has venido a presentar tus respetos a los futuros duques de Alton.

– Mis propiedades en Somerset lindan con las de los Alton -respondió Purchase con una mueca-. Y puesto que vamos a ser vecinos, me ha parecido un gesto diplomático. El hecho de que no soporte a Alton…

Se interrumpió bruscamente, mudo de asombro, al ver a Susanna bajando las escaleras para recibir a unos conocidos que acababan de llegar.

– Veo que estás mirando a la novia de hito en hito. No sé si ésa es la mejor manera de congraciarte con tus futuros vecinos. Y no lo digo -añadió-, porque no sea digna de ser admirada.

– Es una mujer de excepcional belleza -se mostró de acuerdo Purchase-. Es difícil confundirla con ninguna otra.

Dev le miró intrigado por su tono de voz.

– ¿Esa es la futura esposa de Alton? -preguntó Purchase.

– Acabo de decírtelo. Sí, es lady Carew, de Edimburgo.

– ¿Así es como se hace llamar ahora? -Purchase sonreía de oreja a oreja sin apartar la mirada de Susanna.

Dev sintió una sensación extraña en el estómago.

– ¿Qué quieres decir?

– La última vez que vi a lady Carew -le explicó su amigo-, se hacía llamar señorita Ivés y estaba siendo cortejada por Johan Denham, el joven más rico de Bristol. Su padre había amasado una fortuna con el comercio.

Dev se encogió de hombros. Sentía un amargor en la boca que no tenía nada que ver con la calidad del champán que ofrecían los duques. De modo que Susanna era una aventurera que ya había intentado atrapar a otro marido rico. En realidad, no era una novedad. Lo único que podía sorprenderle era el hecho de que hubiera fracasado a la hora de atrapar a su presa. Pero quizá se valorara en exceso. A lo mejor había rechazado a Denham porque quería también un título, no solo una fortuna amasada con el comercio.

– ¿Cuándo fue eso?

Purchase le miró de soslayo.

– Hace un año, aproximadamente. Denham acababa de llegar a la mayoría de edad y tenía acceso a una vasta fortuna. Dicen que estaba tan enamorado de ella que terminó poniéndose en ridículo -esbozó una mueca-. Supongo que no fue el primero -bebió un largo sorbo de champán-. Es una mujer notable. Pero como soldado de fortuna, reconozco a la mujer que era la primera vez que nos vimos. Y no puedo dejar de admirarla por ello. No es fácil salir adelante contando únicamente con el ingenio. Y tú deberías saberlo mejor que nadie, Devlin.

– Y lo sé -contestó con sentimiento.

– Incluso yo probé suerte con ella al comprender que estábamos en el mismo bando.

Dev fue consciente entonces de una repentina necesidad. La necesidad de darle a Owen Purchase, uno de sus mejores amigos, un puñetazo.

– ¿Y tuviste éxito? -preguntó muy tenso.

Purchase negó con la cabeza.

– A pesar de su aspecto sensual, es fría como la nieve. Me rechazó de plano.

– Mala suerte.

Dev se frotó la nuca, sintiendo que comenzaba a ceder la tensión de sus músculos. Observó a Susanna bailando con Fitz, posando la mano en su brazo y poniéndose de puntillas para susurrarle algo al oído. Fría como la nieve, había dicho Purchase. En aquel momento, vestida de rojo, era como el fuego, y también lo había sido cuando se había mostrado dulce y dispuesta en sus brazos.

Dev se aclaró la garganta. Aquélla no era la forma más apropiada de pensar en una mujer cuya ambición sobrepasaba con mucho a la suya. Una cazafortunas, una aventurera que había tenido la suerte de atrapar a un marqués y que, algún día, llegaría a convertirse en duquesa.

– Lo lamenté por Denham -continuó contando Purchase-. Se quedó con el corazón destrozado cuando la supuesta señorita Ivés puso fin a su compromiso. Ya había roto con su anterior prometida por culpa de esa aventura, y después perdió a la segunda…

Aquellas palabras renovaron la atención de Dev.

– ¿Perdón?

Purchase arqueó una ceja con extrañeza al ver la expresión de Dev.

– He dicho que Denham ya había roto con su prometida. Cuando comenzó a coquetear con la señorita Ivés, el amor de su infancia le abandonó.

Dev sintió algo parecido a una premonición.