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– Yo pensaba… -comenzó a decir Dev, pero se interrumpió.

– Tú pensabas que trabajaba como prostituta -terminó Susanna por él-. Bueno, supongo que esto no te parecerá muy distinto -se encogió de hombros-. Era cierto que pasaban caballeros por la tienda, muchos, y que algunas de las chicas… -se sonrojó ante la atenta mirada de Dev.

Muchas de las chicas completaban sus ingresos con tareas de otra clase, pero ella jamás lo había hecho. A veces, mientras buscaba hambrienta y agotada comida para sus mellizos, se había preguntado si merecía la pena tanto orgullo. Pero nunca había querido venderse a tan bajo precio.

– Puedo imaginármelo -dijo Dev secamente.

– Hubo un joven que fue más insistente. Quería convertirme en su meretriz, pero yo no estaba de acuerdo.

Alzó la barbilla. Sabía que no podía cambiar la opinión que Dev tenía de ella, pero no iba a dejar de contestar a sus insinuaciones.

– No quería ser una prostituta, y nunca lo he sido.

Dev permaneció en silencio. Susanna esperó. Quería que Dev le dijera que la creía, y sabía que aquello le importaba mucho más de lo que debería. Pero sabía también que no iba a conseguir la aprobación que ansiaba. Al ver que Dev continuaba en silencio, continuó su relato.

– Pocos días después, llegó un caballero a la tienda preguntando por mí. Resultó ser el padre de mi admirador. Iba vestido de forma muy elegante, era obvio que era un hombre rico e influyente en Edimburgo. Estaba de un humor excelente. Dejó una bolsa de guineas en el mostrador y me dijo que eran mías.

Tomó aire mientras recordaba todo aquello. Entonces le había parecido un milagro. Aquellas guineas la habían salvado de otra noche sin comida.

– Su hijo estaba comprometido con una joven a la que había conocido antes de que su padre hiciera fortuna. La familia había ascendido socialmente y quería que su hijo se casara con alguien de su posición, pero el compromiso se mantenía en pie. Cuando su hijo me conoció -se interrumpió un instante-, perdió ligeramente la cabeza. Al parecer, se dedicó a proclamar por toda la ciudad que me convertiría en su meretriz. Por lo que tengo entendido, aquello llegó a oídos de su prometida, que rompió el compromiso, dejando al joven libre para hacer un buen matrimonio, tal y como su padre quería.

– Aceptaste el dinero.

– Por supuesto -contestó Susanna.

Pensó en el festín del que habían disfrutado aquella noche. Pensó en el rostro feliz de Rose a la luz de las velas. En Rory devorando el pan como si fuera un lobo hambriento. Se habían comprado zapatos, abrigos…

– No sabía lo que iba a pasar a continuación, pero al cabo de unas semanas, se puso en contacto conmigo un caballero. Era socio de negocios del primero y estaba al tanto de la historia. Él se encontraba en una situación similar. Había hecho dinero y tenía ambiciones sociales. Su hija estaba comprometida con un pobre pretendiente y estaba decidida a casarse con él. Me pidió que… distrajera a su prometido. Que le apartara de la chica. Y así lo hice.

– Eso fue en Manchester.

– Sí, hay muchos nuevos ricos y muchas familias ambiciosas entre los industriales del norte.

– ¿Y Leeds? -quiso saber Dev.

– Otro joven que amaba a la mujer que no le convenía. Sus padres me estaban muy agradecidos.

– Y, sin duda alguna, mostraron su agradecimiento económicamente.

– Por supuesto.

– ¿Birmingham?

– Oh…

A Susanna se le quebró ligeramente la voz. En Birmingham no había disfrutado. Normalmente, se consolaba diciéndose que los hombres a los que tentaba eran terriblemente caprichosos e inestables en sus afectos. Sus prometidas estaban mucho mejor sin ellos. No era una excusa, pero le había servido para aliviar el sentimiento de culpa que le provocaba el ganar dinero a cambio de romper corazones. Sin embargo, Birmingham… En Birmingham todo había sido diferente.

– Fue más difícil. La hija de un hombre importante se había comprometido con un joven caballero de buena familia, el señor Jackson. Sus padres deberían haberse dado por satisfechos con aquel compromiso, pero entonces, fue lord Downing a visitarlos y decidieron que un caballero no era suficientemente bueno para su hija. Querían conseguirle un título.

– ¿Y no podían haberse limitado a romper el compromiso? Las damas tienen ese privilegio, que a los hombres no les es concedido.

Susanna negó con la cabeza.

– La señorita Price era una joven muy leal. Al igual que la dama de Manchester, una vez entregado su afecto, no vacilaba. Se negaba a romper el compromiso, así que sus padres vinieron a verme para pedir ayuda.

– ¿Y qué tipo de ayuda les proporcionaste? -preguntó Dev con dureza.

– Yo… -Susanna vaciló un instante-. Llevé al señor Jackson por mal camino.

Vio que Dev torcía el gesto.

– Dios mío. ¿Le hiciste pasar por tu cama?

A Susanna le latía con fuerza el corazón.

– Por lo menos, eso tenía que parecer.

Se odiaba por haber hecho una cosa así. Para convencer a la señorita Price de que el objeto de sus afectos no merecía la pena, había seducido a Jackson hasta hacerle ocupar su lecho y había organizado todo de manera que les sorprendieran en el acto. Había sido fácil. Aquel hombre era un libertino y estaba deseando acostarse con ella. Lo único que le había resultado difícil había sido retenerle sin hacer nada durante el tiempo suficiente como para que la señorita Price y sus padres los sorprendieran. En aquella ocasión, a duras penas había podido proteger su virtud, en el caso de que se pudiera considerar que conservaba virtud alguna después de tan notable carrera.

– Supongo que rompiste el corazón de aquella joven.

– Así es.

A Susanna se le hizo un nudo en la garganta. Había sido terrible. La señorita Price no había llorado, ni gritado. De sus labios no había salido una sola palabra de reproche. Había palidecido de forma notable y parecía tan afligida que Susanna se había sentido enferma de pena.

– Pero era un libertino. No se merecía una mujer como ella.

– Lo cual hace perfectamente aceptable el que le rompieras a esa pobre el corazón -repuso Dev con sarcasmo-. Supongo que en esa ocasión tus honorarios fueron superiores, por el trabajo extra de haberlo llevado a tu cama.

Susanna tensó los labios.

– Ya te he dicho que nunca he sido una prostituta.

– No, por supuesto que no -respondió Dev con desprecio-. Has estado a punto, Susanna, pero no has llegado a caer. Te felicito por tu fortaleza moral.

Susanna no tenía respuesta para eso.

– Y después llegaste a Bristol y te encargaste de John Denham.

Susanna se encogió de hombros.

– Hubo otros. En una ocasión, fracasé.

Dev se echó a reír.

– ¿Hubo alguien que se te resistió? ¡Qué interesante!

– No soy irresistible -dijo Susanna-. No más que tú. Simplemente, preparo bien el terreno. Hablo con padres y tutores, lo aprendo todo de mis objetivos, conozco sus gustos y planeo el acercamiento.

– Estoy seguro de que eres toda una profesional. ¿Por qué fracasaste, entonces?

– Porque se trataba de un caballero inquebrantable y leal en sus afectos. Nada ni nadie podía separarle de la mujer que amaba. Así que -se encogió de hombros-, fracasé.

– Qué gratificante haber sido capaz de demostrar su valor -exclamó Dev con un deje de sarcasmo-. Deberías felicitarle por haber demostrado al mundo que era un joven fiel -cambió de tono de voz-. Y siguió tu ascenso. Después de Dehnam, has conseguido llegar al mundo de la aristocracia. El último desafío ha sido Fitzwilliam Alton, el hijo de un duque.

– Sí -contestó Susanna.

– Sus padres sabían que estaba a punto de proponerle matrimonio a Chessie, así que te pagaron para que le distrajeras.