– Pensaba que habías dicho que creías en la fidelidad -le recordó Dev con una sonrisa irónica-. ¿Acaso crees más en el dinero?
No era cierto, pero Susanna asintió en silencio. No confiaba en ser capaz de emitir una sola palabra.
– Lo harás porque los Alton van a pagarte mucho dinero -repitió Dev-, y no quieres perderlo -se levantó bruscamente y echó la silla hacia atrás-. En ese caso, ven conmigo.
Al principio, Susanna no le entendió, pero no tardó en comprender la verdad. Quería poseerla en ese instante, en una de las habitaciones del piso superior de la taberna. Sintió una vergüenza inmensa. Devlin continuaba tendiéndole la mano. Había enfado y diversión en su mirada. Al cabo de un instante, preguntó con voz burlona:
– ¿Has cambiado de opinión, Susanna? ¿El precio te parece demasiado alto?
Susanna se levantó y posó la mano en la de Devlin. Las piernas le temblaban de tal manera que pensó que iba a caerse. Se odiaba a sí misma. A veces, pensaba que no podía soportar a la persona en la que se había convertido, capaz de comprometer su moralidad y sus principios porque la vida le había enseñado la amarga verdad de que para sobrevivir había que mentir, robar e incluso venderse. Pero le había fallado a su propia hija. Aquella tristeza nunca la abandonaría. Y no podía fallar a Rory y a Rose, a los que había jurado proteger.
De modo que se obligó a decir, a pesar del miedo que le oprimía el pecho:
– No. No he cambiado de opinión.
Capítulo 15
En realidad, Dev no pretendía seguir adelante. Había sido un desafío, un reto, porque le interesaba comprobar hasta dónde estaba dispuesta a llegar Susanna. Estaba furioso con ella por haber destrozado la vida de Chessie y por la indiferente crueldad con la que había separado a otras parejas, cuyas vidas había destrozado. Pero también sentía curiosidad. Había visto en ella el miedo y la desesperación, algo extraño cuando decía actuar únicamente por dinero. Susanna había intentado ocultar sus miedos, pero él la conocía demasiado bien. De modo que había decidido presionarla para forzarla a confesar toda la verdad. Sin embargo, Susanna había aceptado acostarse con él a cambio de su silencio, de modo que quizá estaba confundido y Susanna era una mujer corrupta, con un alma vacía dentro de un cuerpo irresistible. Una mujer capaz de venderse a cambio de una fortuna. En realidad, Dev tampoco estaba muy seguro de que eso le importara, siempre y cuando tuviera oportunidad de volver a hacer el amor con ella con la misma deslumbrante intensidad que había experimentado la vez anterior y que todavía anhelaba.
– Primera habitación a la izquierda, señor -contestó el tabernero en respuesta a la pregunta de Dev.
Éste sostenía a Susanna de la mano con firmeza. No iba a dejarla escapar en aquel momento. Estaba tan excitado, era víctima de un deseo tan atroz, que apenas podía pensar.
– Pero si no queréis público o ser más de dos en la cama, aseguraos de la que la habitación está vacía -añadió el tabernero con mirada lasciva.
Dev vio desaparecer el color del rostro de Susanna. Podía notar su vacilación, y sentirla incluso en el temblor de su mano mientras la arrastraba tras él. Susanna resbaló en uno de los escalones. Devlin la levantó en brazos para evitar que cayera. Era más ligera que una pluma y su pelo, perfumado con aquella fragancia de miel y verbena que le perseguía en sueños, le rozó la mejilla con la más delicada de las caricias. El deseo de Devlin se intensificó.
Al llegar al diminuto rellano de la escalera, la dejó en el suelo, la apoyó contra la pared y volvió a besarla. Sintió los labios de Susanna ceder bajo los suyos. Abrió también la boca, permitiéndole el acceso a su interior y así pudo saborear aquella esencia que embriagaba sus sentidos. Quería hacer el amor allí mismo, contra la pared. Quería levantarle la falda de muselina y hundirse en ella. La naturaleza fiera y voraz de su deseo le impactó profundamente y le advirtió que debía dominarse. Estaba a punto de perder el control, y no era eso lo que quería. Si iba a disponer de Susanna una noche más, quería disfrutar de cada segundo de placer.
Alguien pasó por delante de ellos, escaleras abajo. Dev abrió entonces la primera puerta que encontró a la izquierda y empujó a Susanna al interior. Una vez allí, cesó el bramido atronador de las conversaciones. La única luz que iluminaba la habitación era la de los patéticamente románticos rayos de luna que se filtraban por la ventana y teñían de plata los tablones del suelo. La habitación, afortunadamente, era menos sórdida de lo que cabría haber esperado. La fragancia de la lavanda se mezclaba con el olor de la madera.
Bajo aquella débil luz, vio brillar los ojos de Susanna. Unos ojos enormes y oscuros que estaban clavados en aquel momento en aquella cama con el colchón hundido.
– No confío en ti -parecía ligeramente aturdida, como si le hubieran afectado los besos que habían compartido-. ¿Cómo sé que vas a cumplir tu palabra?
– No puedes saberlo -respondió Dev.
Comenzó a desnudarla. Parecía haber perdido todo interés, se limitaba a quitarle la ropa con indiferencia y a tirarla al suelo, hasta dejarla completamente desnuda bajo la luz de la luna. Susanna no hizo ningún movimiento. Permanecía ante él, rígida como una estatua, con las manos a ambos lados de su cuerpo, desafiándole a tocarla. Devlin oía el sonido agitado de su respiración y veía la rápida elevación de sus senos, lo que hacía evidente que estaba mucho menos segura de lo que fingía. Debía de tener mucho interés en cobrar el dinero de los Alton.
Comenzó a besarla, pero Susanna se apartó de él.
– Prométemelo -le pidió, con un traicionero temblor en la voz-. Prométeme que mantendrás tu palabra.
– Te lo prometo.
En aquel momento, sintiendo el calor que irradiaba su cuerpo, le habría prometido cualquier cosa. El deseo rugía en su interior mientras la besaba. Sintió su vacilante respuesta y volvió a besarla suavemente, con ternura, deslizando la lengua por su labio inferior y buscando su respuesta. Por un instante, temió que Susanna fuera a apartarle, temió que hubiera perdido el valor. Pero Susanna emitió un suave jadeo y su deseo pareció crecer hasta igualar al suyo mientras le rodeaba el cuello con los brazos para devolverle el beso con una pasión febril.
El triunfo estalló en el interior de Dev. Ya fuera por deseo o por dinero, aquella noche era suya. ¿Qué importancia tenía que fuera una mujer corrupta y deshonesta? Tenía un cuerpo hecho para el pecado. Lo disfrutaría y al día siguiente, la devolvería de nuevo con Fitz, sabiendo que llevaría inscrita en la piel la marca de su posesión, sabiendo que en realidad era suya, porque los dos pertenecían a la misma especie, porque no les quedaba otra opción que estar juntos. La idea de que Susanna era suya, de que siempre lo había sido, penetró en lo más profundo de su alma y, por un momento, se sintió como si algo hubiera cambiado en su corazón. Pero aquel pensamiento no tardó en perderse en el lacio calor y en la suavidad del cuerpo de Susanna y Devlin se entregó por completo a aquel mundo de sensaciones.
Susanna había aprendido que ceder al chantaje no era tan difícil con un hombre como James Devlin, capaz de hacer el amor con ella de la forma más deliciosa. Su cuerpo parecía cantar de placer y, por un momento, pensó que podría llegar a disolverse en tan grata sensación. Al mismo tiempo, le resultaba desconcertante y doloroso saberse capaz de hacer una cosa así cuando, durante todo el tiempo que llevaba dedicada a romper corazones, se había enorgullecido de algunos de sus principios morales. Particularmente, de no haberse acostado nunca con los hombres a los que llevaba a la perdición. Pero en aquel momento, sintiendo los besos de Dev en el cuello, disfrutando de la caricia de su boca sobre su seno, se veía a sí misma como una criatura completamente diferente. Sus sentidos habían despertado una vez más bajo las caricias de Dev. Volvía a estar completamente a su merced.