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Poirot y Hastings asisten a un espectáculo en el que Carlotta Adams realiza una perfecta imitación de personahes célebres, entre los que se destaca la famosa actriz de cine Jane Wilkinson. Casualmente se encuentran todos después en una fiesta y la famosa actriz pida a Poirot que la ayude a obtener el divorcio de su marido, lord Edgware. La gestión resulta innecesaria porque, a los pocos días, lord Edgware aparece asesinado con un estilete clavado en la nuca. Nuevas muertes dificultan la investigación. Existen varios sospechosos..., pero todos tienen una coartada perfecta.

Agatha Christie

La muerte de lord Edgware

ePUB v1.1

Ormi 22.10.11

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Lord Edgware Dies

Traducción:José Mallorquí Figuerola

Agatha Christie, 1933

Edición 1983 - Editorial Molino - 256 páginas

ISBN: 84-272-0124-9

Guía del Lector

En un orden alfabético convencional relacionamos a continuación los principales personajes que intervienen en esta obra:

Charlotte ADAMS:Excelente actriz judía, americana, excepcional imitadora de estrellas.

Lucy ADAMS:Hermana menor de Charlotte.

ALTON:Afeminado mayordomo de lord Edgware.

Alice BENNET:Sirvienta de miss Adams.

CARROLL:Secretaria de lord Edgware.

Jenny DRIVER:Dueña de una casa de modas y amiga de actrices y cineastas.

George Marsh, LORD EDGWARE:Esposo de la Wilkinson, hombre multimillonario y excéntrico.

ELLIS:Camarera de Jane Wilkinson.

HASTINGS:Capitán, gran amigo y colaborador de Hércules Poirot.

JAPP:Inspector de Policía.

JOBSON:Chófer taxista.

Geraldine MARSH:Bella hija de lord Edgware.

Ronald MARSH:Sobrino del citado lord.

Bryan MARTIN:Uno de los más famosos artistas de cine; hombre apuesto y elegante, con gran partido entre las damas.

MAXON:Abogado de Jane Wilkinson.

Duque de MERTON:Joven distinguido, culto y rico, deseado por la citada Wilkinson.

Hércules POIROT:Famoso detective y protagonista de esta novela.

Donald ROSS:Actor bastante conocido y contertulio asiduo de sir Montagu.

Sir Montagu CORNER:Potentado aristócrata, mecenas cinematográfico.

WIDBURN:Un matrimonio amigo de la Adams y de sir Montagu.

Jane WILKINSON:Inteligente actriz norteamericana y bellísima mujer a la que muchos pretenden.

Capítulo I

Una representación teatral

El público es sumamente olvidadizo. El asesinato de George Alfred Saint Vincent Marsh, cuarto barón de Edgware, que tan intensamente apasionó a la opinión, ha pasado ya al olvido y otros hechos posteriores han acaparado su interés.

Debo confesar que por expreso deseo de mi amigo Hércules Poirot no figuró su nombre en el suceso, ya que si intervino en él no fue por su propia voluntad. Los laureles, por tanto, se los llevaron los demás, como él quería, pues, desde su punto de vista, aquello constituyó uno de sus fracasos, ya que si consiguió ponerse, por fin, sobre la verdadera pista del criminal fue debido a sorprender en la calle cierta conversación que sostenían dos desconocidos.

De todos modos, lo cierto es que él fue quien descubrió al asesino.

Mi opinión personal coincide con la de mi amigo en que, aun no habiendo sido descubierto el culpable, es muy improbable que el crimen le hubiese servido a éste para lograr sus propósitos.

Y ahora creo que ha llegado el momento de explicar cuanto sé del suceso, diciendo también que al relatarlo cumplo los deseos de una de las mujeres más hermosas que he conocido. Me acordaré siempre del día en que Poirot, paseándose a grandes zancadas por la habitación de nuestra casa, nos contó lo ocurrido.

Mi relato empieza en un teatro de Londres, en el mes de junio del pasado año. Por entonces hacía furor la actriz teatral Charlotte Adams. El año anterior debutó con gran éxito y estuvo trabajando unos días. Pero al siguiente actuó durante tres semanas en uno de los más importantes teatros de la capital, siendo aquella noche la de su despedida.

Charlotte Adams era una muchacha norteamericana, de gran talento. Se presentaba en escena sola, sin maquillaje y sin ningún decorado. Su trabajo consistía en imitar a un sinfín de personalidades de todos los países. Hablaba con facilidad varios idiomas. Uno de los números de su repertorio, Una noche en un hotel extranjero, era realmente asombroso. Parodiaba, uno tras otro, a americanos, a turistas alemanes, a toda una familia inglesa de clase media, a muchachas de dudosa moralidad, a nobles rusos arruinados, sin omitir a los serviciales camareros.

Las escenas representadas, unas eran alegres y otras tristes, alternativamente. Por ejemplo, la Muerte de una mujer checoslovaca en un hospital ponía un nudo en la garganta de los espectadores; pero al poco rato se desternillaba uno de risa ante la amabilidad de un dentista con sus futuras víctimas.

La función se terminaba con lo que ella llamaba Algunas imitaciones, en las cuales estaba de nuevo maravillosa. Sin la menor caracterización, sus rasgos parecían deformarse para adquirir los de algún célebre político, o los de alguna actriz famosa, o los de alguna bella mundana. En cada caracterización empleaba la manera de hablar especial que el personaje requería, resultando maravillosamente exacta.

Una de sus últimas imitaciones fue la de Jane Wilkinson, inteligente artista norteamericana, célebre en Londres por su cálida voz. Yo había sido gran admirador suyo. Me entusiasmaban las interpretaciones que hacía de los personajes y muchas veces llegué a pelearme con quienes decían que de hermosa tenía mucho, pero de artista nada.

Jane Wilkinson era una de esas actrices que dejan el teatro al casarse, pero que a los pocos años vuelven a él.

Tres años antes habíase casado con el riquísimo, aunque algo excéntrico, lord Edgware. Corrieron rumores de que le abandonó al poco tiempo. Lo cierto fue que año y medio después del casamiento empezó a trabajar en los estudios cinematográficos de América, y que en aquella temporada interpretó algunas obras en Londres.

Uno de los gestos de Charlotte Adams, imitando a Jane Wilkinson, me hizo soltar una alegre carcajada, que fue seguida por otra que alguien lanzó a mi espalda. Me volví para ver quién era y me encontré ante la propia imitada, lady Edgware, más conocida por Jane Wilkinson.

Al terminar la representación, la actriz aplaudió calurosamente y, riéndose, se volvió hacia su acompañante, hombre de gran belleza física, belleza que recordaba algo de las estatuas griegas, y en quien reconocí a uno de los artistas más famosos de la pantalla, Bryan Martin, el héroe cinematográfico del momento. Él y Jane Wilkinson habían aparecido juntos en varias películas.

—Es maravilloso, ¿verdad? —decía lady Edgware. Él se echó a reír.

—Estás muy entusiasmada. Jane.

—Pero ¡si es estupenda! Lo hace mucho mejor de lo que yo creía.

Lo que ocurrió más tarde fue verdadera coincidencia.

Después del teatro, Poirot y yo fuimos a tomar algo al Savoy. En la mesa próxima a la nuestra estaban lady Edgware, Bryan Martin y otras dos personas que yo no conocía. Le hice notar a Poirot que estábamos al lado de lady Edgware. Mientras se lo estaba diciendo, otras dos personas, un hombre y una mujer, se sentaron en otra mesa cercana. El rostro de ella me era familiar, aunque de momento no pude recordar quién era. De pronto me di cuenta de que se trataba de Charlotte Adams. A su acompañante no le conocía. Era un joven alto, de rostro simpático, pero algo atontado.