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Después asintió en silencio para sí misma.

– No sabemos qué piensa ella, pero no hay que perder la esperanza.

Luego avanzó hacia su paciente y ajustó alguno de los numerosos goteros que colgaban sobre la cama.

– ¡Bueno! Creo que dentro de poco estará con nosotros. Apretad ese interruptor si os hace falta algo -añadió, y se marchó con chacoloteo de zuecos y un montón de trabajo por delante.

Los tres observaron a Merete en silencio. Uffe completamente inexpresivo, y su acompañante con una mueca triste en la boca. Tal vez hubiera sido mejor que Carl nunca se hubiera mezclado en aquel caso.

Al cabo de un minuto Merete abrió los ojos poco a poco, visiblemente molesta por la luz del exterior. El blanco de sus ojos era una red marrón-rojiza, y aun así verla despierta dejó a Carl sin aliento. La paciente parpadeó varias veces, como si tratara de enfocar la mirada, pero en apariencia no lo consiguió. Después volvió a cerrar los ojos.

– Ven, Uffe -dijo la enfermera jefe de Egely-. Siéntate un poco junto a tu hermana.

Uffe pareció entenderlo, porque avanzó hacia la silla y se sentó junto a la cama con el rostro tan cerca del de su hermana que la respiración de aquélla hacía vibrar su flequillo rubio.

Después de estar observándola un rato, levantó una punta de la sábana y dejó al descubierto uno de los brazos de su hermana. Después la tomó de la mano y se quedó así, con la mirada vagando lentamente por su rostro.

Carl avanzó un par de pasos y se colocó junto a la enfermera jefe a los pies de la cama.

La imagen del taciturno Uffe con la mano de su hermana en la suya y su rostro apoyado en la mejilla de ella era de lo más conmovedora. En aquel momento Uffe parecía un cachorro de perro extraviado que tras buscar sin descanso acaba de encontrar el camino de vuelta al calor y la seguridad de la guarida.

Entonces Uffe se retiró un poco, volvió a observarla con atención, posó los labios en su mejilla y la besó.

Carl vio que el cuerpo de Merete se estremecía ligeramente bajo la sábana y que el ritmo cardíaco subía un poco en la pantalla del electrocardiograma. Dirigió la mirada hacia el siguiente monitor. Sí, el pulso también había subido algo. Después Merete emitió un profundo suspiro y abrió los ojos. Esta vez la cabeza de Uffe le daba sombra, y lo primero con que topó su mirada fue la sonrisa de su hermano.

Carl se dio cuenta de que hasta él abría los ojos desmesuradamente mientras la mirada de Merete se hacía cada vez más consciente. Sus labios se separaron. Después se estremecieron. Pero entre los dos hermanos había un campo de tensión que no permitía el contacto. Se notaba directamente en Uffe, cuyo rostro iba oscureciéndose, como si contuviera la respiración. Después empezó a balancearse un poco atrás y adelante mientras de su garganta salían quejidos. Abrió la boca y pareció presionado y confuso. Entornó los ojos y soltó la mano de su hermana mientras se llevaba las manos a la garganta. Los sonidos no querían salir, pero los pensaba, era algo evidente.

Entonces soltó todo el aire del sistema y pareció que tampoco esa vez iba a conseguirlo. Pero entonces volvió a oírse el ruido gutural, y esta vez más arriba en la garganta.

– Mmmmmmmm -dijo, respirando con dificultad por el agotamiento-. Mmmmmmmee.

Merete miraba con intensidad a su hermano ahora. No había la menor duda de que sabía a quién tenía enfrente. Sus ojos estaban húmedos.

Carl jadeó en busca de aire. La enfermera jefe se llevó las manos a la boca.

– Mmmmmeerete -soltó Uffe por fin, tras un enorme esfuerzo.

Uffe se asustó por el flujo de sonidos. Jadeaba y por un momento dejó caer la mandíbula, mientras junto a Carl la mujer rompía a sollozar y su mano buscaba el hombro de Carl.

Entonces el brazo de Uffe volvió a levantarse y topó con la mano de Merete.

La apretó y la besó, temblando de cintura para arriba, como si lo acabaran de sacar de un agujero en el hielo.

Entonces de repente Merete echó la cabeza hacia atrás con los ojos como platos y el cuerpo en tensión, con los dedos de la mano libre contraídos en la palma de la mano como si tuviera un calambre. Hasta Uffe percibió algo funesto en el cambio, y finalmente la enfermera jefe dio un paso y apretó el interruptor.

Entonces Merete emitió un sonido profundo, oscuro, y todo su cuerpo se relajó. Seguía teniendo los ojos abiertos y captó la mirada de su hermano. Después emitió otro sonido sordo, como cuando se echa aliento sobre un cristal frío. Ahora sonreía. Parecía que el sonido de su interior la estimulaba.

Se abrió la puerta, y una enfermera seguida de un médico joven con mirada inquisitiva se precipitaron dentro. Se detuvieron frente a la cama y vieron a una Merete Lynggaard relajada, agarrada a la mano de su hermano.

Escrutaron con detenimiento los diversos aparatos y no pareció que encontraran nada alarmante, tras lo cual dirigieron la mirada hacia Carl y la acompañante de Uffe. Estaban a punto de preguntar algo cuando volvió a oírse el sonido de la boca de Merete Lynggaard.

Uffe pegó el oído a los labios de su hermana, pero todos los presentes pudieron oírlo.

– Gracias, Uffe -dijo Merete, dirigiendo la mirada hacia Carl.

Y Carl sintió que la presión del pecho remitía gradualmente.

Agradecimientos

Muchísimas gracias a Hanne Adler-Olsen, Henning Kure, Elsebeth Waehrens, Soren Schou, Freddy Milton, Eddie Kiran, Hanne Petersen, Micha Schmalstieg y Karsten D. D. por sus indispensables y minuciosos comentarios.

Gracias a Gitte & Peter Q. Rannes y al Centro para Escritores y Traductores de Hald por el necesario ambiente de sosiego que me ofrecieron en momentos decisivos de la redacción.

Gracias a Peter Madsen por las ilustraciones de la edición especial y a Peter H. Olesen y Jorn Pedersen por la inspiración.

Gracias a Jorgen N. Larsen por su trabajo de investigación, a Michael Needergaard por su conocimiento de los efectos de una cámara de descompresión, y gracias a K. Olsen y al comisario de policía Leif Christensen por sus correcciones relacionadas con la policía.

Y, finalmente, muchas gracias también a mi editora Anne Christine Andersen por su especial colaboración.

Jussi Adler-Olsen

Jussi Adler-Olsen nació el 2 de agosto de 1950 en Copenhague. Hijo de un reconocido psiquiatra, pasó la mayor parte de su infancia en diferentes hospitales para enfermos mentales de Dinamarca. Estudió Medicina, Sociología, Historia Política y Comunicación Audiovisual. Antes de empezar a escribir en 1995, realizó trabajos muy variopintos: redactor para revistas y cómics, coordinador del movimiento por la paz de Dinamarca, editor jefe de una revista semanal de televisión y presidente del consejo de administración de distintos consorcios empresariales. Su hobby es restaurar casas antiguas.

Gracias a las novelas protagonizadas por Carl Mørck, se ha convertido en el autor de novela negra más vendido de Dinamarca. No es de extrañar, porque esta son unas novelas absolutamente irresistibles para cualquier aficionado al thriller. Se tratan de historias terribles y muy cercanas a la actualidad reciente, con unos personajes creíbles y complejos, y un sentido del ritmo y de la tensión que mantienen el suspense hasta el final. La trilogía del Departamento Q se ha convertido en un imparable best seller en Dinamarca y Alemania, antes de iniciar la conquista del resto del mundo.

Jussi Adler-Olsen ha recibido el prestigioso premio Glass Key a la mejor novela policíaca del 2010.

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