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– Excelente información para el plan promocional -exclamó agradecidamente Randall.

El doctor Jeffries inclinó la cabeza y luego levantó un dedo en señal de advertencia.

– Sin embargo, señor Randall, por otra parte, los traductores pueden algunas veces ir demasiado lejos al tratar de modernizar, e indebidamente alteran los significados. Por ejemplo, Pablo menciona que Nuestro Señor dice: «Más bendito es quien da que quien recibe.» Esto siempre se consideró como una traducción perfectamente literal del griego. No obstante, los traductores de la Nueva Biblia Inglesa estaban tan ansiosos de volcar su trabajo al idioma inglés que alteraron la cita de modo que leyera: «La felicidad radica más en dar que en recibir.» Ahora bien, ésa no sólo era una traducción imperfecta, desde el punto de vista literal, sino que de hecho cambió el significado de la sentencia. Esa interpretación transformó una aseveración contundente en una reflexión perezosa y casual. Sacrificó una frase fuerte, sólida por una débil. Más aún, hay una considerable diferencia entre ser feliz y ser bendecido. Por lo que toca al doctor Knight, él nunca fue culpable de tales innovaciones. Pensando retrospectivamente, de ninguna manera puedo censurar el trabajo del doctor Knight. Permítame profundizar…

El doctor Jeffries se quedó pensativo, mientras Randall esperaba que continuara, deseando que surgiera alguna clave que resolviera el enigma de la enfermedad del doctor Knight.

– Cuando yo estuve dirigiendo un equipo de estudiantes preparatorianos interesados en la traducción inglesa del descubrimiento del Nuevo Testamento Internacional, el doctor Knight actuó como mi investigador aquí, en el museo, y nunca dejó de escudriñar, tratando de encontrar significados nuevos y contemporáneos del lenguaje. La mayoría de los escolásticos olvidan que Cristo vivió entre granjeros y convivió con ellos. Con demasiada frecuencia, los estudiosos se niegan a profundizar en el uso del lenguaje común entre los granjeros de principios del siglo primero en Palestina. Nuestro equipo de colaboradores había traducido una frase como «oídos de grano», pero el doctor Knight no quedó satisfecho. Se fue años atrás y descubrió que en la época de Cristo los granjeros decían que el trigo, la avena y la cebada tenían «cabezas» y no «oídos», y nos demostró que el término «oídos de grano» era incorrecto. Desafió, además, nuestra manera de usar la palabra ganado. Nos pudo probar que, en tiempos bíblicos, el vocablo ganado no se refería sólo a los bovinos, sino que abarcaba a todos los animales en general, incluyendo a los asnos, los gatos, los perros, las cabras, los camellos. Si hubiésemos usado ganado en la traducción, habría resultado terriblemente engañoso. El doctor Knight evitó que cometiéramos semejante imprecisión. -El doctor Jeffries echó un vistazo a Wheeler, y luego a Randall-. Caballeros, una mentalidad tan despierta difícilmente es propicia para un colapso nervioso.

– Supongo que tengo que estar de acuerdo con usted -concedió Randall.

– Puede usted tener la seguridad de que en esto yo tengo la razón -dijo amigablemente el doctor Jeffries-. Porque si alguna vez alguien ha trabajado bajo circunstancias propicias para un colapso mental, ese hombre es Florian Knight.

Randall frunció el ceño.

– ¿Bajo cuáles circunstancias?

– Bueno, durante todos esos largos meses, al pobre muchacho nunca se le dijo con precisión en qué estaba trabajando. Recuerden ustedes que se nos exigió guardar el secreto. Y a pesar de que tanto el doctor Knight como nuestros otros lectores eran tan dignos de confianza como sus superiores, se nos había advertido claramente que mientras menos personas supieran acerca del descubrimiento de Ostia Antica, sería mejor; así es que ocultamos la verdad frente al doctor Knight y los demás.

Randall se encontraba totalmente perplejo.

– Pero, ¿cómo pudo él trabajar para ustedes si ni siquiera le mostraron los fragmentos recientemente descubiertos?

– Nunca le enseñamos, ni a él ni a nadie, todos los documentos. Le asignamos al doctor Knight ciertos fragmentos cruciales para que trabajara en ellos, y otros versículos o frases diferentes a otros colaboradores. Yo le dije al doctor Knight que tenía algunos fragmentos de un códice apócrifo del Nuevo Testamento, y que planeaba escribir algo acerca de ellos. Me vi forzado a ocultarle la verdad. Los trozos de material que le di estaban tan incompletos, eran tan difíciles, tan confusos, que él debe haberse preguntado de qué se trataba todo eso. Sin embargo, fue lo suficientemente discreto como para nunca interrogarme al respecto.

Randall comenzaba a intrigarse.

– ¿Me está usted diciendo, doctor Jeffries, que su investigador, Florian Knight, nada sabe acerca de Resurrección Dos? -Le estoy diciendo que él nada sabía… hasta ayer por la tarde. Cuando vine de Oxford para reunirme con él, para prepararlo en su calidad de asesor de usted en Amsterdam, creí que finalmente podía revelarle la verdad total. Claro está que la Biblia ya está imprimiéndose, y para que Florian le fuese realmente útil a usted, tuve que revelarle absolutamente todo acerca del trascendental descubrimiento del profesor Monti. Ésa es la razón por la cual vine aquí a la oficina y le hablé, por primera vez, acerca del Evangelio según Santiago y del Pergamino de Petronio. Debo decir que Knight estaba anonadado.

– ¿Anonadado? ¿En qué sentido…?

– Hummm… pasmado sería más exacto, señor Randall. Estaba pasmado; se quedó sin hablar y, finalmente, se puso extremadamente excitado. Usted comprende. Para él, la Biblia lo era todo en la vida. Una revelación como la que yo le hice… puede ser abrumadora.

La curiosidad de Randall se había despertado por completo.

– ¿Y después de eso se enfermó?

– ¿Qué? No, no se enfermó en mi presencia…

– Pero, ¿después de que lo dejó usted se fue a su casa, y entonces se sintió enfermo?

El doctor Jeffries estaba jugueteando nuevamente con sus bigotes.

– Sí, supongo que eso es lo que ocurrió. Íbamos a reunirnos una vez más para cenar. Quería discutir con él, detalladamente, el nuevo nombramiento como su asesor, pero poco antes de la cena recibí ese misterioso telefonema de la señorita Hughes. Knight no podría asistir a la cena, ni podría hacerse cargo de su nueva tarea. Su médico se oponía a que siquiera lo reconsiderara. Lo que es más, no podría recibir una sola llamada durante una o dos semanas. -El doctor Jeffries sacudió la cabeza-. Muy mal, muy mal; es desconcertante, pero resultaría inútil tratar de saber algo más, cuando menos por ahora. Ya no podemos contar con Florian Knight. ¿Qué haremos? Supongo que sólo tenemos una alternativa: encontrar un sustituto -Jeffries se dirigió a Wheeler-. Tengo dos o tres lectores más que han trabajado para nosotros. Son jóvenes estables. Supongo que podríamos mandar a uno de ellos con el señor Randall y esperar que funcione. Desgraciadamente, ninguno de ellos es tan experto como el doctor Knight.