– No fue difícil tomar esa decisión -dijo el inspector Heldering-. Con la Interpol, yo estaba realizando un trabajo humano. Importante. Con Resurrección Dos, estoy haciendo un trabajo de Dios, divino. Más importante.
«El trabajo de Dios con una pistola», pensó Randall. Y dijo:
– Supongo que sé muy poco acerca de la Interpol.
– Hay poco que saber -dijo Heldering-. Es una organización policiaca de veinte naciones que se proporcionan ayuda mutua para atrapar criminales internacionales. Yo estuve en la oficina principal de la Interpol en un suburbio en París, pero existen sucursales en más de den países… La sucursal en los Estados Unidos está ligada con el Departamento del Tesoro; el Bureau en la Gran Bretaña está en Scotland Yard, y así por el estilo. En Saint-Cloud teníamos en los archivos un millón de tarjetas de identificación de criminales. Cada ficha contenía cerca de doscientas características del criminal que estábamos buscando, bajo encabezados específicos como nacionalidad, raza, complexión, manera de andar, vicios, tatuajes, señas particulares, hábitos, etcétera. En menor escala, he implantado el mismo sistema de identificación en Resurrección Dos. Mis expedientes contienen todo lo que debemos saber acerca de cada una de las personas empleadas aquí. Además, controlamos información similar acerca de aquellos periodistas, revolucionarios religiosos, extremistas y competidores que pudieran tener el deseo y la oportunidad de sabotear nuestro esfuerzo.
– Muy impresionante -admitió Randall.
Heldering asintió cortésmente.
– De hecho, señor Randall, tuve que averiguar todo lo posible acerca de su persona, antes de que esta oficina pudiera expedir un pase para usted. Era importantísimo conocer sus debilidades… el grado de su afición a la bebida o a las drogas, el tipo de mujeres con las que cohabita… así como sus puntos vulnerables… Saber si usted podría ser chantajeado en caso de que algo negativo se supiera acerca de su hija Judy, o si alguien revelara información personal acerca de su hermana Clare, o si alguien sedujera a la señorita Darlene Nicholson para que revelara intimidades de alcoba.
«Me lleva la chiganda -pensó Randall-; le grand frère…. el Hermano Mayor, el Ángel Guardián nos vigila.» Y luego dijo:
– Ya veo que nada es privado; nada es sagrado.
– Sólo Resurrección Dos -dijo el tranquilo de Heldering.
– Y bien -inquirió Randall con gesto de disgusto-, ¿aprobé el examen? ¿Califiqué con «A»?
– No del todo -dijo con seriedad Heldering, abriendo un cajón de la mesa y extrayendo una pequeña tarjeta-. Sacó usted una «B»; una tarjeta roja. Clasificación «B». Pero aún así, es de alta jerarquía; extremadamente alta. Verá usted…
– Yo le explicaré -intervino Wheeler-. En cierto modo, basado en el sistema de la Interpol, el inspector ha establecido cinco clasificaciones de seguridad para todos los que estamos involucrados en Resurrección Dos. La tarjeta roja, clasificación «A», que significa acceso a todo, sólo se me ha concedido a mí, a los otros cuatro editores y al señor Groat, el guardián. La tarjeta roja, clasificación «B», proporciona acceso a todo, excepción hecha de algunas posesiones en cierta área restringida. Las tarjetas de otros colores son para empleados con menores privilegios de acceso. Así es que, como usted puede ver, Steven, el inspector lo considera un buen riesgo. Jerárquicamente, ha sido usted clasificado en la segunda categoría.
Randall echó un vistazo a Heldering.
– Y esa área restringida que mencionó el señor Wheeler -dijo Randall-, ¿cuál es?
– La bóveda de seguridad, construida en acero, que hay debajo de este hotel -dijo el inspector Heldering-, y de la cual el señor Groat es el guardián.
– ¿Qué es lo que hay en la bóveda?
– El papiro original del Evangelio según Santiago, escrito en el año 62 A. D., y los fragmentos originales del Pergamino de Petronio, escrito en el año 30 A. D., así como nuestras cinco traducciones de ambos documentos. Son más valiosos que todas las joyas y todo el oro de la Tierra. -El inspector Heldering se levantó de su escritorio, dio la vuelta, y entregó a Randall su tarjeta de identificación-. Aquí tiene su pase para Resurrección Dos, señor Randall. Está usted en libertad de entrar y comenzar su trabajo.
Dos horas más tarde, cuando regresó a Zaal F, su oficina privada en el primer piso, Steven Randall se acomodó en su silla giratoria de piel, profundamente estimulado e inspirado por las primeras personas que había conocido en Resurrección Dos.
Después de que Wheeler le había mostrado su oficina (un pesado escritorio de roble en forma de L, una máquina de escribir eléctrica de manufactura suiza, varias sillas agrupadas frente al escritorio, un imponente archivo verde con chapa, barra vertical de seguridad y a prueba de fuego, y varias hileras de luz fluorescente en el techo), Naomí Dunn hizo acto de presencia para acompañarlo en su recorrido inicial.
A Naomí le habían asignado la tarea de presentarlo a todos los eruditos, especialistas y expertos que trabajaban en el primer piso; hombres que habían invertido años en la producción del Nuevo Testamento Internacional. Ahora, de vuelta ya de ese recorrido, aguardaba la llegada de Wheeler. Dentro de veinte minutos, el editor vendría para escoltarlo basta Zaal G, el comedor privado para ejecutivos que estaba al final del pasillo, donde se ofrecería un almuerzo, presidido por el doctor Deichhardt, para que él conociera al consorcio de editores y sus consejeros en Teología. Después del almuerzo, Naomí volvería para conducirlo al segundo piso, donde sería presentado a los miembros de su equipo de publirrelacionistas y llevaría a cabo su primera junta de promoción, a efecto de prepararse para las atareadas semanas que les esperaban de inmediato.
Mientras tanto, Randall tenía la mente puesta en los eruditos que había conocido hacía apenas dos horas. Sabía que necesitaría la ayuda de esos especialistas para poder resolver la multifacética campaña de publicidad requerida para el Nuevo Testamento Internacional. También sabía cuán difícil le sería clasificar y recordar aquellas caras ajenas, esas voces, esos seres humanos, sus actividades, la infinita cantidad de sus intrigantes conocimientos. En uno de los bolsillos de su chaqueta deportiva traía una hoja amarilla de apuntes, llena ya con anotaciones y precipitados garabatos, hechos entre un pasillo y otro, conforme visitaba cada cubículo y conocía a su ocupante.
Para fijar en su mente a cada especialista, Randall había decidido que debía tomar notas breves de las impresiones que cada personalidad le había causado. Estas anotaciones condensadas acerca del equipo de Resurrección Dos constituirían una referencia manual y secreta, así como una guía para su memoria.
Randall acercó su silla hasta la máquina de escribir e insertó una hoja de papel bond en la máquina. Examinó sus notas y empezó a escribir rápidamente:
Junio 13
EXPERTOS RESIDENTES EN RESURRECCIÓN DOS
HANS BOGARDUS… Tiene largo cabello rubio, ojos de párpados pesados, rasgos insípidos, voz afeminada. Bastante esbelto. Había trabajado como bibliotecario para la Netherlands Bijbelgenootschap (revisar ortografía), la Sociedad Bíblica de los Países Bajos. Incorporado a Resurrección Dos desde un principio, como bibliotecario en el Salón de Referencias, que es el Schrijzaal del hotel; es decir, el salón para escribir. Actualmente, ese salón está lleno de libros, desde el piso basta el techo, todos marcados, con referencias. Están disponibles todos los manuscritos bíblicos importantes o los códices en ediciones facsímiles, así como reediciones de Biblias o ediciones originales en todos los idiomas. No me agrada Bogardus. Se ve tan cordial como una anguila. Humilde y quejumbroso. En el fondo se siente superior. Naomí dice que tiene cerebro de computadora. Puede localizar cualquier cosa que necesitemos y puede comunicárnosla. Así es que lo necesito y me llevaré bien con él.