Randall se percató de que los editores, que habían estado escuchando con atención, estaban ligeramente inquietos. Monsieur Fontaine, el editor francés, interrumpió el diálogo entre los teólogos.
– Caballeros, si es que los entiendo correctamente, lo que ustedes esperan es reapuntalar completamente los bastiones de la vieja Iglesia. Pero si utilizan los ímpetus que el Nuevo Testamento Internacional dará a la religión para regresar hacia el tradicionalismo total, estarán cometiendo un grave error. Las facciones activistas de la Iglesia no estarán satisfechas, y pronto se perderá el terreno ganado. Por supuesto, reafirmen ustedes la ortodoxia revelando la Verdad, si así lo desean, pero proyéctenlo con un mínimo de relevancia.
Esa discusión continuó durante un rato, pero poco después los editores callaron y los teólogos volvieron a involucrarse profundamente en su conversación, esta vez acerca del valor del simbolismo en las recién descubiertas palabras de Cristo, tal como fueron asentadas por Su hermano Santiago el Justo.
Randall notó que varios de los editores escuchaban, pero que su atención era breve. Su actitud se tornaba tranquila y descansada. Parecía como si consideraran a sus teólogos como meros locos dedicados a contar cuántos ángeles podrían danzar sobre la cabeza de un alfiler. Gradualmente, Deichhardt, Wheeler, Fontaine, Sir Trevor y Gayda comenzaron a monopolizar la conversación. Su diálogo se refería exclusivamente a los negocios y era totalmente comercial, involucrando los problemas de edición y promoción de su enorme inversión.
Sir Trevor Young manifestó preocupación.
– Este descubrimiento causará un profundo efecto en todas las Iglesias, pero lo que yo temo es que pueda provocar antagonismos o choques entre una Iglesia y otra. La mayoría aceptará Nuestro Testamento, como bien sabemos; pero algunas otras probablemente no. Puede transcurrir toda una generación antes de que nuestra Biblia haga su efecto total, y esto me preocupa, porque cualquier controversia nos podría llevar a todos a la ruina. Necesitamos solidaridad. Debemos abrumar a las Iglesias antes de que pueda surgir alguna oposición que nos cause problemas.
El doctor Deichhardt censuró amistosamente a Sir Trevor por preocuparse acerca del éxito comercial en Gran Bretaña.
– Usted, Sir Trevor, y George Wheeler en América, no tienen que vencer los obstáculos que nosotros afrontamos en Alemania. Ustedes pueden llegar directamente al público con su publicidad y sus artículos a través de los cientos de publicaciones religiosas que semanal y mensualmente se editan en sus países. En Alemania tenemos dos grandes obstáculos. Primero, que la Biblia luterana es la que se utiliza en la mayoría de nuestros once estados. Segundo, que esa Biblia sólo puede ser editada por miembros de nuestra Unión de Sociedades Bíblicas. Para lograr que esos editores acepten nuestro Nuevo Testamento Internacional, debo pedirles que prescindan de su propia empresa lucrativa. Tal vez tengamos que arreglar algún tipo de sociedad de participación de utilidades con la Unión, para evitarnos problemas.
– Se está usted preocupando sin motivo, Emil -respondió el editor británico-. No tendrá ningún problema en Alemania. Una vez que el público sepa del nuevo evangelio, de los nuevos descubrimientos, exigirá el Nuevo Testamento Internacional. Considerará que la Biblia luterana habrá sido superada y que ya será incompleta y, por lo tanto, obsoleta. Su Unión de Sociedades Bíblicas tendrá que distribuir y patrocinar su edición. Recuerde lo que digo. Una vez que los tambores publicitarios empiecen a redoblar (y el señor Randall se encargará de eso) la demanda pública por nuestro producto vencerá cualquier obstáculo. Tal vez hasta las Iglesias disidentes que tanto me angustian.
Luego, Fontaine y Wheeler cambiaron la conversación hacia los costos, los precios, la distribución y la publicidad.
Cuando terminó su café, Randall se recostó en su silla, fascinado. Ahora tenía la certeza de lo que había sentido… un abismo definitivo entre los teólogos y los editores. Los teólogos estaban tan molestos con la conversación acerca de dólares-libras-esterlinas-marcos-francos-liras de los editores, como éstos habían estado impacientes con la charla espiritual de los teólogos. Randall tenía el profundo sentimiento de un antiguo conflicto vigente. Trató de resumir para sí mismo la diferencia tan marcada: supuso que los teólogos sentían una pasión genuina por el Nuevo Testamento Internacional, por las palabras transmitidas por el hermano de Jesús y por las del centurión que había registrado los resultados del juicio de Cristo. Percibía la fe verdadera en estos teólogos, la profunda creencia en la Resurrección del verdadero Cristo, recientemente revelada. Por otra parte, los editores, mientras rendían tributo a esta Resurrección, a su potencial para dar a los hombres de todas partes fe y esperanza, parecían estar interesados principalmente en sus utilidades. Eran magnates que casualmente se encontraban en el negocio de la producción de Biblias, de la misma manera como podrían haber estado produciendo automóviles o alimentos envasados, y se habrían expresado de igual modo.
Inquietante la discrepancia; pero comprensible.
El doctor Deichhardt había resumido la conversación acerca de sus temores de un fracaso comercial.
– Y no se olviden de que nosotros hemos tenido en Alemania un obstáculo muy acentuado, el mismo que algunos de ustedes también han padecido en gran medida. Hemos sido el centro de la Reforma de la Iglesia, desde Lutero hasta Strauss y Bultmann. Hoy en día somos un semillero que raya en lo herético, en lo que va más allá de la desmitificación de los evangelios, en lo que es más que un mero escepticismo acerca de la existencia de Nuestro Señor y de Su mensaje. Nosotros constituimos un semillero excepcionalmente virulento para el desarrollo del movimiento revolucionario y radical de De Vroome. Ese lunático no es sólo el enemigo de nuestras Iglesias establecidas… sino el adversario declarado de nuestro sagrado esfuerzo conjunto por rescatar a la Humanidad a través de nuestro Nuevo Testamento Internacional. Piensen ustedes en lo que yo debo superar en Alemania, caballeros.
– Nada más que lo que cualquiera de nosotros tendremos que afrontar en nuestros países -insistió Wheeler-. Los reformistas conversos de De Vroome están en todas partes. Pero yo creo que una vez que nuestra Biblia vea la luz, su verdad y su poder ahogarán a De Vroome y sus seguidores… los vencerá, los erradicará de la faz de la Tierra. Nuestra revelación sorpresiva los dejará atónitos, indefensos e incapacitados para tomar represalias.
– Ya que el elemento de la sorpresa es la clave de nuestro éxito -interrumpió Randall-, ¿están ustedes seguros de estar haciendo todo lo posible por preservar el contenido del Nuevo Testamento Internacional lejos del reverendo Maertin de Vroome?
De inmediato, todos comenzaron a hablar a un mismo tiempo, describiendo las nuevas medidas de protección que se estaban tomando para mantener el secreto fuera del alcance de De Vroome y su grupo de fanáticos adeptos que acechaban desde no muy lejos en la ciudad, rodeando al Dam.
Por primera vez en el transcurso del almuerzo, los editores y sus consejeros espirituales fueron como uno solo en su causa y sus creencias.
«Interesante -pensó Randall-. Dadle a los habitantes de la Torre de Babel un temor común, y todos aprenderán a hablar una lengua común.»
Esto estaba aún mejor. Randall se encontraba entre los de su clase, y se sintió confortable y relajado.
Naomí lo había llevado al cuarto 204 del «Hotel Krasnapolsky» (una habitación ultramoderna de paredes blancas, mobiliario blanco laqueado estilo cubista, lámparas en cromo brillante, una caja de líquido y arte kinético en movimiento, colgando encima de un sofá rojo) y lo estaba presentando con sus asistentes por primera vez.