– Históricamente, existen 322 casos comprobados de personas que sangraron de las manos y el costado, tal como a Cristo le sucedió en la Cruz. El primero fue San Francisco de Asís, en 1224, y el más renombrado de los últimos casos fue el caso de Teresa Neumann, en 1926.
Gayda quitó la vista de Riccardi para mirar a Wheeler.
– Como comprenderás, George, todo eso se debe a la sugestión. Esos seres creyeron en la Pasión y sufrieron igual que Cristo. Del mismo modo, Lori Cook deseaba tanto sanar y tenía una fe tan grande en nuestra nueva Biblia, que mediante el poder de la sugestión sanó.
Wheeler extendió las manos y dijo:
– Pero eso es un milagro; simple y sencillamente un milagro.
Monseñor Riccardi se levantó, asintiendo con la cabeza y dirigiéndose a Wheeler.
– Puede ser. Observaremos este caso muy de cerca. Esto pudiera ser sólo el comienzo. Una vez que Santiago difunda su nuevo evangelio al mundo entero, la creencia en la Pasión podría extenderse y, con fe y convicción, Nuestro Señor responderá y abundarán los milagros en todas partes. Rezaremos para que así sea.
Mientras Riccardi y el editor italiano salían de la sala, Wheeler detuvo a Randall.
– Lo logramos, Steven -dijo lleno de júbilo-. Puedo adivinarlo; lo siento muy en el fondo. Esos teólogos saben que ha sido un milagro; el primer milagro divino que puede acreditarse a nuestro Nuevo Testamento Internacional. Aun cuando los protestantes no consideran los milagros igual que los católicos, no podrán ignorar evidencias como ésta. Tienen que impresionarse con los poderes de nuestra nueva Biblia. Y ya se imagina usted cómo los católicos van a exigir un imprimatur para la obra. Una vez que nos den luz verde, quiero que esté listo con este asunto, Steven. Después de que se haga el anuncio de la Biblia, podrá usted difundir la historia de Lori Cook. ¿Acaso se le ocurre mejor endoso, mayor respaldo que este milagro? No se trata de una publicidad forzada, Steven. Será simplemente labor misionera. Piense en todo el bien que podemos hacer.
«El bien que podemos hacer vendiendo a diez dólares cada ejemplar», quiso añadir Randall. Sin embargo, prefirió callar.
Porque en verdad estaba impresionado.
Algo le había ocurrido a una muchacha que él conocía; una chica que había estado lisiada y que ahora estaba curada.
Él no tenía ninguna respuesta para todo esto. Aparentemente, la ciencia tampoco. Entonces, ¿por qué no llamarlo lo que realmente era?… un milagro.
Cinco horas después, sentado en una silla de bejuco frente a Ángela Monti y jugueteando con una cuchara sobre el mantel azul moteado, en un café al aire libre, Randall había estado relatando sus experiencias en el hospital.
Se habían reunido para almorzar en De Pool, un café-restaurante que quedaba a la mitad del camino entre el «Hotel Victoria», donde Ángela había estado trabajando con sus apuntes de investigación toda la mañana, y el «Krasnapolsky», donde Randall había estado febrilmente ocupado después de abandonar el hospital junto con Wheeler.
Ángela escuchó y aceptó el relato de la curación milagrosa de Lori Cook sin dar muestras de sorpresa o de duda.
– No porque yo sea muy buena católica, aunque tengo fe en la religión -estaba explicando Ángela-, sino porque yo sospecho que en un mundo tan aparentemente racional hay muchos misterios que no pueden ser comprendidos por nuestras limitadas capacidades mentales. En el orden de las cosas y los seres vivientes del universo nosotros, los humanos, probablemente estamos clasificados apenas un poco más arriba que las hormigas.
Luego, tomando la mano de Steven encima de la mesa, Ángela quiso saber qué había hecho él, minuto a minuto de la mañana, después de abandonar el hospital. Antes de que Randall pudiera contarle, un camarero se había presentado a la mesa para preguntar qué comerían.
Randall tomó el menú, una lustrosa cartulina en la cual aparecían fotografías en color de cuatro especialidades para el almuerzo; cada platillo aparecía sobre un plato de cartón oblongo, muy parecido a las comidas norteamericanas congeladas.
– Conoces el lugar -dijo Randall-, y ahora me conoces a mí. ¿Qué sugieres?
Ángela parecía estar complacida.
– Ya que tenemos tanto trabajo, sugiero que comamos poco. De hecho, los platos son ligeros aquí -señaló una fotografía en el menú y se dirigió al camarero:
– Comeremos el Hongaarse goulash.
Una vez que el camarero se había retirado, Ángela se volvió a Randalclass="underline"
– Ahora explícame, ¿qué hiciste el resto de la mañana, Steven?
– Déjame ver… Antes de salir del hospital te llamé por teléfono, ¿verdad? Como te dije, cualquier cosa que pudieras escribir basándote en tu memoria, en tu Diario, en tus apuntes, en los papeles de tu padre acerca de la excavación y el hallazgo, nos serviría y nos conduciría a otras cuestiones nuevas.
– Ya tengo algo escrito, para que tú lo veas.
– Estupendo. Bueno, después del hospital, fui al «Krasnapolsky». Les Cunningham y Helen de Boer (ellos son miembros de mi personal de publicidad y los conocerás pronto) me estaban esperando para darme buenas noticias. El Gobierno holandés nos autorizó a utilizar el auditorio del Palacio Real de los Países Bajos el 12 de julio, para el anuncio del Nuevo Testamento Internacional y su publicación, y también conseguimos el permiso para difundir el evento por televisión al mundo entero a través de Intelsat V, el sistema de comunicaciones por satélite. Después bosquejamos un memorándum confidencial dirigido a los cinco editores, con copias para otras personas que trabajan en el proyecto y a quienes podría interesar el asunto, y las enviamos junto con una nota más sugiriendo que nos reunamos mañana para finalizar los planes… Ángela, ¿que no te lo había dicho ya cuando te llamé nuevamente desde el «Kras» para invitarte a almorzar?
– Me habías dicho algo.
– Odio repetirme. Pero es que están pasando tantas malditas cosas…
– Me gusta que te repitas. Me encanta escuchar tu voz. ¿Qué sucedió después, Steven?
– Pues bien, luego ordené que mi personal subiera al cuarto 204… el cuarto que usamos para las juntas de publicidad; pero el lugar es tan agradable, que pensé que tú y yo podríamos hacer un poco de vida doméstica allí…
Ángela le apretó la mano.
– ¿Te acordaste de mí mientras trabajabas? Me halagas mucho, pero tú estás demasiado ocupado para andar tomándote esas libertades.
– Espero que no -dijo Randall-. Es verdad que el tiempo nos apremia… Bueno, de todos modos, celebramos la junta y todo salió bien.
– ¿Qué es lo que discuten en una junta de publicidad?
– Les conté todo… claro que Jessica Taylor estaba enterada desde un principio… pero a los demás les relaté que Lori Cook había leído clandestinamente el Evangelio según Santiago, lo que sucedió después y cómo es que ya puede caminar normalmente. El asunto causó gran sensación. Le encomendé a Jessica que escribiera dos artículos… uno en forma de historia escrita en primera persona (que quiero que ella haga por Lori) donde narre su vida, los años en los que tuvo que sobrellevar su deformidad, su incansable búsqueda de un milagro, y lo que sucedió después de haber leído a Santiago y a Petronio; y el otro será una historia acerca de la propia Jessica, en la cual relate su experiencia de anoche con Lori Cook. A Paddy O'Neal le pedí que preparara una gaceta de Prensa acerca de lo ocurrido, enfatizando la cuña con nuestra nueva Biblia. Naturalmente, este material no se dará a conocer hasta que los médicos y los teólogos den su dictamen final. Cuando tengamos la aprobación de ellos, podremos darle rienda suelta a la noticia. Éste será sólo uno de los muchos artículos que publicaremos después de que se haga el anuncio a través del Intelsat.