Выбрать главу

Pero no iba a actuar con precipitación. Permitiría que las lecciones continuaran. No podían perjudicar a Skye. Y más tarde tomaría una decisión sobre su futuro.

Cerró los ojos, suspiró y se dejó arrastrar por un placentero sueño.

Capítulo 9

Yasmin no podía entenderlo.

– ¿Os llevasteis a la cama a una mujer sin entrenamiento? ¿Qué diablos os pasa, mi señor Khalid?

Él se volvió hacia ella.

– Tu larga asociación conmigo te hace presumida, Yasmin. Skye me pertenece y haré lo que quiera con ella. No necesito tu aprobación.

– Solamente he querido…

– Eres una esclava insolente -dijo él, cortante-. Nunca he tenido que usar el látigo contigo, y lo he usado con otros en muy pocas ocasiones, pero me estás tentado, Yasmin. Me estás tentando…

Ella se había puesto muy pálida. Se dejó caer al suelo y le pidió perdón.

– Levántate -llegó la fría respuesta-. Continuarás con las lecciones de Skye, Yasmin, y si me entero de que la maltratas de cualquier forma, te venderé. ¡Vete!

La circasiana se puso en pie como pudo y huyó de la habitación.

Le latía el corazón con fuerza. En todos los años que habían pasado juntos, Khalid jamás le había hablado así. Yasmin estaba muy asustada. ¿Estaría enamorado? ¡Alá no lo quisiera! El gusano de los celos le carcomía el pecho y empezó a odiar a la mujer llamada Skye con verdadera furia.

No se atrevía a actuar directamente en su contra, no todavía, pero una vez que Khalid la colocase en la Casa de la Felicidad, Skye estaría a su merced. Pensó con placer en un mercader sirio que las visitaba un par de veces al año y que se deleitaba contemplando a dos mujeres haciendo el amor. Sabía que Skye odiaba que otra mujer la tocara y pensaba castigarla forzándola a participar en uno de esos espectáculos. Por ahora, sin embargo, se cuidaría mucho de maltratarla.

Sonrió cuando Skye entró en su habitación y le dio los buenos días.

– Hoy -dijo-, repasaremos la lección de ayer y empezaremos a estudiar anatomía, del hombre y de la mujer.

Skye asintió. Disgustada por esa cándida obediencia, Yasmin trató de impresionarla.

– Mañana traeré a una muchacha de la Casa de la Felicidad y ella y Alí te demostrarán las distintas posturas del amor. -Miró a Skye con ojos duros.

– Me parece muy interesante -aceptó Skye con una calma que la excitó todavía más-. Quiero aprender rápido y bien para que mi señor Khalid se sienta orgulloso de mí.

Yasmin tuvo que morderse los labios para no gritar. La falta de emociones que descubría en Skye la ponía muy nerviosa. ¿Sería una de esas criaturas frías que no sienten nada, ni siquiera en la cumbre de la pasión? Si en realidad era así, tendría que enseñarle a simular emoción, porque nada frustra ni enoja más a un hombre que una mujer que no le responda. Yasmin se dio cuenta de que tal vez adiestrar a Skye iba a ser más difícil de lo que había creído al principio. Convertiría a Skye en la criatura más maravillosa que jamás hubiese servido en la Casa de la Felicidad. Y entonces, Khalid se daría cuenta de que Yasmin valía mucho y le propondría ser su primera esposa. Había esperado tanto tiempo una oportunidad como ésta, obedeciéndolo siempre durante tantos años, velando por sus intereses…

Se contuvo para no seguir soñando despierta. Llamó al eunuco y se quitó la bata de seda.

– Es esencial conocer a fondo el cuerpo del hombre y de la mujer, Skye -le explicó, desnuda ante ella-. En una mujer de senos pequeños como tú, los senos suelen ser muy sensitivos, y la mayoría de las mujeres tienen una enorme sensibilidad en el pequeño botón que esconden detrás del monte de Venus. ¡Enséñale, Alí!

Yasmin se tendió sobre los almohadones y el joven eunuco se dejó caer a su lado. Fascinada, Skye miró cómo él acariciaba los suaves globos de los senos de Yasmin, con ambas manos y con la boca. Trabajaba con lentitud y los senos de Yasmin fueron ganando turgencia, hasta que, finalmente, se le escapó un gemido. Una mano bajó hasta el monte de Venus. Un dedo lo exploró con delicadeza, frotándolo suavemente, y entonces la mujer dejó escapar otro gemido.

Alí se inclinó para acariciar con la lengua lo que antes había acariciado su dedo. La mujer gimió de gozo y, de pronto, Skye cerró los ojos y tembló. En su mente, vio a un hombre y una mujer rubios abrazados en una cama. ¡Era algo malo, horrible! Su mente trató de recordar, pero no pudo y, entonces, un gemido de placer de Yasmin la devolvió a la realidad.

La mujer yacía jadeante con el maravilloso cuerpo cubierto de una fina capa de transpiración. El eunuco estaba de espaldas, con los ojos cerrados. Lentamente, Yasmin recuperó la compostura.

– Has visto cómo el cuerpo de una mujer puede dar placer y sentirlo, aunque lo más importante es que lo des. Eso te lo demostraré más tarde, pero primero quiero que Alí te acaricie como ha hecho conmigo. Quiero ver cómo reaccionas. Ven aquí.

Por segunda vez, Skye se sintió incómoda. Cuando Khalid el Bey había hecho el amor con ella por la noche, todo había ido bien pero no quería que ese escurridizo Alí la tocara con sus sabias manos y lo dijo, con voz desafiante. Sorprendida, al principio Yasmin se quedó muda, pero pronto recuperó la voz:

– No te he preguntado si querías hacerlo. Te lo ordeno. ¿Cómo se te ocurre desobedecerme? Nuestro señor Khalid te ha confiado a mí, y si me desobedeces, haré que te castiguen.

Yasmin sonrió con furia.

– No pienso destruir tu belleza, y te aseguro que no serás menos hermosa si hago que Alí te golpee en las plantas de los pies. Una tunda de bastonazos ahí es algo muy, muy doloroso, y no deja marcas. Es muy efectivo para castigar a esclavos revoltosos.

Skye palideció, pero aseguró con voz tranquila:

– No permitiré que esa criatura me ponga las manos encima, y si me haces daño, se lo contaré al señor Khalid.

– ¿Por qué hablas de golpes, mi hermosa Skye? -Khalid el Bey estaba de pie en la puerta. No había entrado todavía. Instintivamente, Skye se arrojó en sus brazos.

– No quiero hacerlo, mi señor. Por favor, no me obliguéis.

Los ojos de él se suavizaron y le pasó un brazo por el hombro en ademán protector. Luego dejó un beso sobre la cabellera renegrida.

Yasmin expresó su exasperación, ruidosamente.

– Me pedís que la instruya en las artes del amor y cuando me desobedece, la disculpáis.

– ¡No dejaré que Alí me toque, jamás!

– ¿Cómo puedo evaluar tu sensualidad si no la veo?

Khalid el Bey escondió una sonrisa y le dijo a Skye:

– ¿Dejarás que yo te acaricie para que Yasmin vea lo que tiene que ver?

– Sí -respondió en voz baja.

Sin decir palabra, él le quitó el caftán y la recostó sobre los almohadones. Las manos de Khalid fueron amables y cariñosas al acariciarle los redondos y pequeños senos, y ella suspiró de placer cuando él recorrió la piel suave y tersa con esos dedos que sabían tantas cosas… Una mano cálida le acarició el vientre y luego descendió al más sensible de los puntos. Ella gimió de placer y la boca de él cubrió la suya con un beso ardiente. Cuando el placer se hubo extinguido, ella abrió los ojos y lo descubrió mirándola, con expresión tierna en los ojos color ámbar. Luego, Khalid volvió la cabeza y Skye se sorprendió ante la belleza aguileña de su perfil masculino.

– ¿Ya sabes lo que necesitabas saber, Yasmin?

La mujer estaba muy quieta, los ojos verdes muy abiertos sobre la pálida cara.

– Responde bien a las caricias de un hombre, ¿verdad?

– A vuestras caricias, mi señor Khalid -llegó la respuesta.