Los ojos de Geoffrey Southwood se entrecerraron un poco al oír la forma familiar con la que Niall Burke se refería a su esposa.
– Decidme algo de la familia de mi esposa -pidió con voz tensa.
– Su padre y su madre están muertos, el padre murió un año antes de que ella desapareciera. Tenía una madrastra y un tío al que quiere mucho, cinco hermanas mayores, un hermano menor, cuatro hermanastros, y dos hijos varones de su primer matrimonio. El primer marido murió, milord -terminó Niall con rapidez, viendo que el conde se ponía pálido hasta los labios.
– ¿Ella lo amaba?
– ¡No! ¡Nunca! Era un bastardo que la maltrataba por la noche y, además, disfrutaba haciéndolo. Había muerto antes de que ella dejara Irlanda y su muerte es una prueba de que Dios existe.
Los ojos de Geoffrey Southwood se entrecerraron de nuevo y se llenaron de brillo al oír el tono apasionado de las palabras de lord Burke.
– ¿Y cuál es, si puedo saberlo, vuestra relación con mi esposa, lord Burke?
– Crecimos juntos -explicó Niall. La mentira salió con facilidad de sus labios-. Su padre era el O'Malley de Innisfana, su madre, Margaret McLeod, era de la isla de Skye.
»Cuando Dubhdara O'Malley murió, convirtió a Skye en su heredera hasta que uno de sus hermanastros llegara a la mayoría de edad y demostrara aptitudes para los negocios del mar. Skye siempre había sido la favorita de su padre, y si el O'Malley no hubiera conseguido herederos varones de su segunda esposa, seguramente todo habría terminado en sus manos. Ella juró lealtad a mi padre en nombre de su familia, como todos los jefes O'Malley anteriores.
– ¿Y qué estaba haciendo en un barco en el norte de África? -quiso saber el conde.
– Los O'Malley han hecho su fortuna en el mar durante siglos. La flota mercante de Skye había hecho contactos con el gobierno de Argel para empezar una relación comercial. Cuando el Dey de Argel supo que el jefe del clan O'Malley era una mujer, exigió conocerla antes de seguir con las negociaciones. Yo la acompañé como representante de mi padre. La bandera del Dey, que nos protegía de los piratas, la perdimos durante una terrible tormenta que nos sorprendió cerca de la costa argelina, y cuando el viento amainó, tuvimos que enfrentarnos a los piratas berberiscos, que no sabían que estábamos bajo la protección del Dey. Casi los habíamos vencido cuando un pirata saltó a la nave capitana y se llevó a la O'Malley. Antes de que pudiéramos recuperarla, perdimos al barco pirata en la niebla. Yo estaba malherido y me llevaron a Mallorca. El resto de la flota buscó a Skye con la ayuda del Dey, pero no lograron encontrarla.
– Y eso -aclaró Robert Small- fue debido a que no la vendieron por los canales habituales del mercado de esclavos, sino en una venta privada.
– Deberíais notificárselo a su familia, Southwood. Con vuestro permiso, me gustaría escribirle a su tío, que es el obispo de Connaught. El capitán Small y yo pensamos que, tal vez, después de que nazca el bebé, vos queráis decírselo a ella.
– Lord Burke es un caballero, Geoffrey -dijo Robbie con tono de disculpa-, pero como él quería ir directamente a vuestra casa y explicárselo todo a Skye, he creído conveniente ponerlo al corriente del estado de la dama.
– Os felicito por vuestra parte -dijo Niall con sentimiento-. He oído que acabáis de perder a vuestro único hijo varón.
– Gracias -dijo Geoffrey, suavizando su tono.
Robert Small exhaló un suspiro de alivio. Entonces, no iban a matarse en un duelo.
– Bueno, caballeros, todos estamos interesados en lo que pueda pasarle a Skye -dijo-. Estamos de acuerdo en que lord Burke informe a los O'Malley. Es una grata noticia para ellos, pero Skye no lo sabrá hasta que dé a luz.
Los dos jóvenes asintieron y Robbie levantó la copa.
– Por Skye y su felicidad -propuso.
Geoffrey Southwood sonrió por primera vez desde su entrada en el camarote y sus ojos verdes buscaron los plateados de Niall.
– Es fácil compartir este brindis -dijo, y Niall Burke también le sonrió, levantando la copa.
De pronto, se oyó un ruido brusco fuera del camarote. La voz del muchacho que vigilaba se alzó protestando junto a una profunda voz masculina. Southwood asomó la cabeza.
– Parece De Grenville -dijo. Apenas había terminado de decirlo, la puerta se abrió para dar paso a ese caballero, y el muchacho que vigilaba apareció detrás con los ojos llenos de lágrimas, aferrado al jubón del noble.
– Le he dicho que no podía entrar, capitán. ¡Juro que se lo he dicho!
– De acuerdo, muchacho, no te preocupes -le disculpó Robert Small con amabilidad-. Veo que has hecho lo que has podido. Esta vez han sido más fuertes que tú. Vuelve a tu puesto. No te preocupes, no estoy enojado contigo.
El muchacho se secó las lágrimas con la manga y dijo:
– Sí, señor. -Y salió para retomar su puesto.
Robert Small se volvió con frialdad hacia De Grenville.
– Bueno, Dickon, ¿qué es tan importante para que atropelles así a mi guardia?
De Grenville se alisó arrugas imaginarias en sus puños de encaje.
– ¡Una oportunidad en un millón para ti, Robbie! Hola, Southwood, Burke. Tal vez estos caballeros quieran unirse a nosotros. -Se volvió otra vez hacia el capitán-. Robbie, el destino te ha sonreído al retrasar tu partida. Me han asegurado que la Dama del Libro irá a casa de Claire esta noche y tengo hora en su cama para nosotros dos.
– ¿La Dama del Libro? -preguntó el conde.
– Ah, Geoff, has estado tan ocupado con tu nueva esposa que te has perdido un fenómeno delicioso. Acaba de aparecer en casa de Claire. Llegó hace unos meses. Dicen que es una dama noble aburrida, pero siempre lleva máscara, así que nadie puede estar seguro. Sus modales son impecables y habla como alguien que nació noble, así que tal vez tengan razón los que lo afirman.
– Tal vez es sólo una buena actriz -sugirió el conde.
– Creo que tiene buena educación. La estructura de su cuerpo y su piel parecen de una dama noble -replicó De Grenville.
– ¿Por qué la llaman la Dama del Libro? -preguntó Niall Burke.
– Ah -jadeó De Grenville-, ahí está lo fascinante. Una puta es una puta, eso lo sabemos, caballeros, pero la Dama del Libro es una artista. Tiene un libro perverso del Lejano Oriente, lleno de las ilustraciones más increíbles, gente haciendo el amor, animales haciendo el amor. Si se quiere, se puede elegir una y ella la pone en práctica con el cliente. Dicen que es una experta consumada y, ciertamente ama su trabajo. Se dice que hubo un concurso entre ella y Claire para comprobar cuál de las dos podía tener relaciones con más hombres durante veinticuatro horas. ¡Vamos, Robbie! ¡Lo vamos a pasar de maravilla esta noche! ¡Southwood! ¡Burke! ¿Venís?
– No, Dickon, no. No necesito buscar entretenimiento en otra parte ahora que estoy casado con Skye.
Un dolor ardiente recorrió el cuerpo de Niall.
– ¿Qué le habéis dicho a Skye para poder venir aquí?
– Que tenía una sorpresa para ella -contestó el conde-. Y es cierto. -Sacó del jubón un gran zafiro en forma de lágrima que colgaba de una cadena de oro-. ¿Os parece que le gustará?
– ¡Un azul de Ceilán! ¡Dios, qué belleza! -logró decir De Grenville.
– Sí, claro que le gustará -aseguró Rober Small-. Hace juego con sus ojos.
– Eso es lo que creo -dijo el conde sonriendo, y Niall se encogió de dolor otra vez.
Geoffrey Southwood se puso en pie y buscó su capa.
– Gracias, Robbie, y a vos, milord Burke. Robbie, venid a despediros de Skye antes de partir.
– Claro -prometió el capitán. Después él y los otros dos caballeros caminaron hasta el puente con el conde.
Al pie del puente los esperaba un marinero que sostenía el caballo castaño de Southwood por la brida. Después de montar, el conde hizo un gesto a Robbie y se alejó en dirección a su casa junto al río. Lord De Grenville se volvió hacia sus dos compañeros.