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– Realmente me quieres aquí -dijo Kirsty, turbada.

– Realmente te quiero -Jake dudó un momento-. Como médico.

– Desde luego -dijo ella recatadamente-. ¿Qué otra cosa podrías haber querido decir? Pero… traer aquí a todo el mundo… ¿Qué dirá Angus?

– Se lo plantearé a Angus como un hecho consumado. Tú quieres trabajar conmigo. Él quiere que Susie se quede aquí, pero Susie no se puede quedar a no ser que Margie se quede con ella. Y Margie no se puede quedar aquí a no ser que las gemelas vengan con ella. Y Ben también.

Jake continuó hablando, dejando de sonreír para mostrar la seriedad del asunto.

– Este lugar ha sido como una tumba. Desde que Deirdre murió, Angus se ha encerrado en sí mismo, esperando que a él también le llegara la muerte. Pero tiene mucho por lo que vivir y quiero que se dé cuenta. Si puedo abrir las puertas, traer a su viejo amigo Ben, a Margie para que lo cuide y a las gemelas para que llenen el castillo de risas y juegos, junto con Susie y un pequeñín que le darán de nuevo una familia… ¿No crees que quizá eso se equipare a cualquier antidepresivo, doctora McMahon? ¿Para Susie tanto como para Angus? ¿Qué piensas?

Capítulo 4

A las dos de aquella misma tarde, Kirsty iba sentada al lado de Jake en el coche, dirigiéndose a su primera visita a domicilio. Se sentía avasallada.

En el castillo habían quedado Susie, Angus, Ben y Margie, Alice, Penelope y Boris. Quizá ellos también se sentían avasallados, pero habían parecido contentos.

– ¿Cuánto has tardado en arreglarlo todo? -Preguntó ella.

– Trabajo rápido cuando veo la recompensa. Ha salido todo muy bien, ¿verdad?

– Es fantástico -susurró Kirsty.

Había sido fantástico haber visto reír a su hermana al menos una docena de veces. Se había sentado a la mesa con las gemelas y apenas parecía haberse percatado de que estaba comiendo.

Las gemelas, dos alegres diablillos que habían heredado los preciosos rizos castaños de su padre, no dejaban de hablar… ¿y quién podría sentirse desolado a su lado?

– Es excelente -dijo Jake.

– No hay necesidad de ponerse petulante. Si cuando regresemos Boris ha arrancado las calabazas…

– Boris es muy inteligente -dijo él firmemente-. Si fueran piernas de cordero o fresas, entonces me preocuparía.

Se creó un tenso silencio. No sólo eran Susie y Angus los que se estaban beneficiando de aquella situación. Incluso el humor de Kirsty había mejorado. Y quizá tenía que ver con que estuviera sentada al lado de Jake Cameron…

– Háblame del paciente al que vamos a ver -se apresuró a pedir, intentando de esa manera distraerse de aquellos pensamientos.

– Mavis Hipton es un cielo -dijo él con dulzura-. Tiene ochenta años y un cáncer terminal. Cáncer de útero con metástasis ósea. Como Angus, se niega a ir al hospital. Aunque en realidad está mejor que él, ya que su hija, Bárbara, cuida muy bien de ella.

– ¿Entonces por qué quieres que yo la vea?

– Tiene muchos dolores. Yo no puedo controlarlo sin hacer que ella esté tan adormilada que no sea capaz siquiera de leerles a sus nietos. Fui a verla anoche tras salir del castillo. Le subí la dosis de morfina, pero esperaba que tú pudieses darme una solución más imaginativa. Puedo telefonear a un médico de Sidney para que me aconseje, pero sin verla no es muy aconsejable. Y…

– ¿Y?

– Y él piensa que adormilar a los pacientes terminales es la mejor manera de tratarlos -dijo Jake de manera sombría-. Espero que tú no estés de acuerdo. Quizá a Mavis le queden unos pocos meses por delante, y si le puedo dar algún tiempo de calidad con su familia… bueno, estaría condenado si le privara de ello a no ser que tuviera que hacerlo.

Cuando llegaron a la pequeña casucha donde vivía la señora Hipton, les salió a recibir una mujer que se estaba secando las manos con un trapo.

– Jake, no pensé que te fuera a ser posible regresar hoy.

– Te dije que lo haría, Bárbara.

– Sí, pero ayer noche te costó hacernos un hueco, y sabemos lo ocupado que estás.

– ¿Cómo ha pasado la noche?

– Como un bebé -dijo Bárbara-. Fue estupendo que vinieras. Tenía muchos dolores.

– ¿Y hoy?

– Es incluso peor de lo que debería ser. No quiere ponerse más morfina. Dice que se la pondrá esta noche, pero que ahora no. Le hace sentirse somnolienta, y dice que si va a estar todo el tiempo dormida, prefiere morirse ahora mismo.

– Quizá podamos mejorar la situación. Bárbara, ésta es la doctora McMahon. Kirsty es una especialista en alivio del dolor de Estados Unidos. Me preguntaba si a tu madre le importaría verla.

– A mi madre le encanta ver a quien sea -dijo Bárbara, señalando una casa más grande que había en la misma calle-. Ahí es donde vivimos mi maridito y yo -le dijo a Kirsty-. Mi madre se siente muy sola y su homo es mejor que el mío. Ahora mismo estoy haciendo bollitos. Entrad y vedla. Cuando hayáis terminado, tendré preparados los bollitos.

– ¿Quién necesita que le paguen cuando hay bollitos? -Dijo Jake.

El asombro de Kirsty aumentó. Se dio cuenta de que Jake era un médico que tenía corazón.

La habitación de Mavis era encantadora y tenía unas magníficas vistas, pero la señora estaba muy mal. Su mirada reflejaba miedo y dolor; era una mirada que había visto muchas veces.

– Así que usted es una especialista en aliviar el dolor -dijo Mavis al verla entrar en la habitación.

– Hola, señora Hipton -dijo Kirsty, estrechando la seca y agrietada mano que le ofrecía la mujer-. Soy la doctora McMahon. Llámeme Kirsty.

– ¿Qué relación tienes con este lugar? -Susurró Mavis, haciendo un gran esfuerzo-. No me digas que viajaste desde Estados Unidos sólo para pasarme consulta.

– La hermana de Kirsty estaba casada con Rory Douglas -explicó Jake.

– ¿Casada con Rory? ¿Con el Rory de Angus?

– Mi hermana está visitando a Angus -dijo Kirsty-. Así que pensé en ser útil mientras ellos dos se conocen.

– Así que Angus vuelve a tener familia -jadeó Mavis-. Bueno, bueno. ¿No es eso encantador? -Dijo, logrando esbozar una dolorosa sonrisa-. Todo el mundo debería tener familia -miró a Kirsty y después a Jake, para volver a mirar a Kirsty-. Incluso el doctor Cameron.

– Yo creo que las gemelas son suficiente familia para cualquiera -dijo Kirsty, ignorando la insinuación-. Señora Hipton…

– Llámame Mavis.

– Entonces… Mavis -Kirsty sonrió-. ¿Podrías soportar si el doctor… si Jake y tú me contarais con detalle tu historial de dolor?

Kirsty escuchó. Durante un rato no comentó nada. Esperó a que Jake terminara su exploración completa.

– Creo que tal vez pueda ayudar un poco -dijo por fin, vacilando-. Si confías en mí.

– He comprobado las referencias de la doctora McMahon -dijo Jake antes de que la anciana pudiese responder-. Es la mejor.

Aquello hizo sentirse muy bien a Kirsty, que miró a Jake, agradecida.

– ¿Cuándo has recibido morfina por última vez? -Preguntó ella.

– Sobre las cuatro de esta madrugada.

– ¿Por qué no te has suministrado más desde entonces?

– No la he necesitado.

– Ahora mismo tienes dolor. Y mucho.

– Puedo soportarlo -dijo Mavis-. Pensé que… te acostumbras. Te haces adicta a esa medicina y llega un momento en que no es efectiva. Si la cosa empeora mucho…

– Ahora mismo estás muy mal -dijo Jake con delicadeza.

– No me estoy muriendo todavía -dijo Mavis, mirando a Jake, atemorizada.