Выбрать главу

– No -dijo Kirsty suavemente, tomando la mano de Mavis entre las suyas-. Todavía no te estás muriendo. Pero tienes mucho dolor. La morfina es una droga extraña. Si la tomas para olvidarte de los problemas, como hacen muchos adictos, entonces sí, te volverás adicta. Perderá su efectividad y necesitarás dosis más altas. Pero si tienes dolor de verdad, como tienes tú, nunca pierde efectividad. Te lo prometo. Creo que estás sufriendo innecesariamente un dolor porque tienes miedo de convertirte en adicta y por qué la droga te deja adormilada. Por tus miedos, no estás tomando la droga regularmente, lo que significa que aguantas mucho dolor antes de administrarte la siguiente dosis. Alcanzas el nivel en el que el dolor es insoportable y entonces finalmente tomas la droga. Es así, ¿verdad?

– Yo… sí -murmuró la anciana.

– Mavis, te prometo que la morfina no es adictiva si te suministramos la dosis adecuada al dolor que sientes. También te prometo que seguirá siendo efectiva durante el tiempo que la necesites. Lo que tenemos que hacer es encontrar la dosis adecuada. La dosis es distinta para cada persona, porque el dolor que cada uno siente es distinto. Tienes que comenzar administrándote una dosis de esta mezcla de morfina que Jake te ha preparado cada cuatro horas. Menos de lo que te estás administrando ahora… pero regularmente. Quiero que me prometas que vas a suministrarte estas dosis pase lo que pase. Después de más o menos un día la somnolencia disminuirá. La dosis que te estoy prescribiendo te permitirá disfrutar de la vida. Quiero que me telefonees diariamente y te iré incrementando la dosis hasta que el dolor haya desaparecido por completo, momento en el que te cambiaré a unas pastillas que podrás tomar dos veces al día.

– Pero la morfina me deja tan somnolienta -susurró Mavis-. No quiero tomarla. Me queda tan poco tiempo. No puedo simplemente pasarlo durmiendo…

– La somnolencia frecuentemente ocurre si tomas mucha morfina ocasionalmente -explicó Kirsty-. Esperas tanto que necesitas una dosis muy alta para combatir el dolor y eso te deja adormilada. Lo que tenemos que hacer es darte poca dosis pero frecuentemente. De esa manera será raro que sientas somnolencia -la doctora sonrió.

– ¿Te vas a quedar durante un tiempo? -Preguntó Mavis, mirando a Kirsty.

– Mi hermana sale de cuentas dentro de un mes. No me voy a marchar a ningún sitio.

– Así que nuestro doctor Jake tiene una compañera durante un mes.

– Supongo que así es -dijo Kirsty-. Y tú tienes una médico muy mandona. Si me aceptas como médico.

– ¿No le importa a Jake?

– A Jake no le importa -dijo él mismo firmemente detrás de ella-. Parece que Kirsty es un regalo del cielo, Mavis.

– Bienvenida a Dolphin Bay, amor. Estaría muy agradecida si pudieses lograr que yo estuviera más a gusto.

– Bien -dijo Kirsty alegremente-. Estupendo. Haré que estés llena de vida en muy poco tiempo.

– Ha sido estupendo -dijo Jake mientras se dirigían de regreso al castillo en el coche-. Realmente estupendo.

– Todavía no sabemos si seguirá las instrucciones que le hemos dado.

– Lo hará -dijo él sin rodeos-. ¿Por qué no iría a hacerlo? Ha sufrido tanto que deseaba morirse tan pronto como pudiese… y lo que estaba haciendo yo no era de ayuda.

– Le estabas aliviando el dolor. O dándole la opción de librarse de él.

– Drogándola completamente -Jake agarró el volante con fuerza-. Hay tanto que no sé sobre este trabajo -dijo tristemente-. Parecía que tú sabías todo sobre ello.

– Trabajar con enfermos terminales es lo que hago todos los días. Claro que conozco los detalles. Pero me imagino que mis conocimientos de medicina general son mucho más limitados que los tuyos. Preséntame un caso de varicela y saldré corriendo.

– Cualquier persona en su sano juicio saldría cogiendo ante un caso de varicela -dijo él, sonriendo.

Kirsty pensó que aquello era estupendo. Realmente podía trabajar con aquel hombre, incluso podría divertirse…

– ¿Podrías suministrar anestesia para una pequeña operación? -Preguntó Jake.

– Claro. Hum… ¿qué tienes que hacer?

– Tengo un granjero de mediana edad con una hernia que está desesperado por operarse. Francis está casi incapacitado por la hernia que tiene en la ingle, pero tontamente le tiene miedo a los hospitales de la ciudad. Se le ha metido en la cabeza que, si sale de aquí no volverá con vida, así que aguanta con una hernia que le convierte casi en un invalido. Pero si tengo una anestesista competente, podría operarle aquí. Si tú estás aquí…

– Ya que estoy, aprovéchate de mí, ¿no?

– Es lo que pretendo hacer.

Jake encendió la radio y Kirsty miró hacia el mar que tenía a su izquierda, que era precioso.

– Esto es el cielo -susurró ella.

– Si tú lo dices.

– Realmente sería un sitio estupendo para criar niños.

– Por eso estoy yo aquí.

Kirsty dudó. El coche se estaba acercando al castillo.

– ¿Qué pretendes hacer ahora?

– ¿Esta tarde?

– Sí.

– Dejarte en el castillo, llevarme a los Boyce, a las gemelas y a Boris, y dejarles en casa.

– Pero tienes más trabajo que hacer.

– Sí, pero tú vas a estar en el castillo para cuidar de Angus y de Susie, así que Margie no tiene que quedarse. Margie se encargará de todos en la residencia del hospital.

– ¿Vives en la residencia del hospital?

– Sí.

– ¿Te gustaría dejarlos a todos en el castillo por lo que queda de tarde? -Dijo Kirsty en un impulso, pensando en el montón de comida que había visto en el congelador de Angus-. Vuelve cuando hayas terminado de trabajar y yo os prepararé la cena a todos.

– No -contestó él bruscamente-. Gracias.

Ella se quedó mirándolo, impactada ante el cambio del tono de su voz.

– ¿Qué es lo que he dicho para ofenderte?

– Nada.

– ¿No te gustaría cenar con… con nosotros?

Jake dudó si hablar o no, pero finalmente se decidió.

– Kirsty, será mejor que te diga esto claramente. Quizá parezca tonto al plantear esto tan pronto, pero no quiero que te lleves una idea equivocada. No tengo relaciones con mujeres. Mis gemelas necesitan toda mi atención y no puedo alborotarlas de esa manera.

En ese momento se creó un tenso silencio. Kirsty sintió como si le hubiesen arrojado agua fría.

– ¿No tienes relaciones con mujeres? -Dijo ella por fin.

– Las gemelas y yo nos las apañamos muy bien solos -explicó él-. Tomé la decisión de no alborotar su vida al involucrarme con mujeres. Soy padre, y eso es lo más importante. Después soy médico de este distrito. Mi vida sexual ocupa un triste último lugar.

– No tienes relaciones con mujeres -repitió ella-. ¿Qué quieres decir exactamente con «relaciones»?

– Ya sabes.

– No lo sé -gruñó ella, enfadada-. He estado trabajando contigo durante la última hora. ¿Es eso para ti una relación?

– No, yo…

– He estado hablando contigo. Me he entrometido en tu espacio personal al hacer que me hablases. Incluso has sonreído un par de veces. ¿Constituye eso una relación?

– Sabes perfectamente a lo que me refiero -Jake parecía ruborizado.

– Así que tienes miedo de venir a cenar con mi hermana, con Angus, con las gemelas, con los Boyce, con Boris y conmigo. Tienes miedo porque eso dará pie a lo que tú calificas como una relación. Tienes miedo de que mientras estemos comiendo los postres me suba a la mesa y te arranque la ropa.

– No seas…

– ¿Melodramática? ¿No crees que eres tú el que está siendo melodramático, pensando que invitarte a cenar significa que estoy detrás de tu cuerpo? ¿Y no crees que estás siendo un poco hiriente? No sabes nada de mí. Podría tener marido y seis hijos esperándome en Manhattan, y aquí estás, no sólo diciendo que te estoy haciendo una propuesta, sino que estoy traicionando a mí… a mi querido marido.