Выбрать главу

– Oh, sí. Es el conde de Loganaich, aunque su parte de Loganaich ya no existe.

– Loganaich -había repetido Kirsty sin comprender.

– Según parece, el castillo de su familia en Escocia se quemó -había explicado la mujer de la oficina de correos-. Lord Angus dice que era un lugar desagradable y que no fue una gran pérdida. Su Señoría no es muy sentimental, aunque a veces lleve falda escocesa. ¡Oh, deberían verlo llevando una! Bueno, el caso es que lord Angus y sus hermanos se marcharon de Escocia cuando apenas eran unos quinceañeros, y dos de ellos, los dos mayores, vinieron aquí.

– Cuéntenos qué sabe sobre ellos -había pedido Kirsty débilmente.

– Lord Angus se casó con una enfermera durante la guerra -había dicho la mujer, señalando al tablón de anuncios, donde había un recorte de periódico sobre una anciana en una feria regional-. Ésa es Deirdre, que Dios la tenga en su gloria. Una mujer realmente encantadora.

– ¿Tuvieron hijos?

– No, pero eran felices -la encargada de la oficina de correos había tomado un pañuelo y se había sonado la nariz; estaba claro que aquélla era una pérdida personal para ella-. Deirdre murió hace tan sólo dos años, rompiéndole el corazón a lord Angus. En realidad, nos rompió el corazón a todos. Y ahora su señoría está solo en su vejez. Doc me dice que no está bien. Doc está haciendo todo lo que puede, pero claro, un médico sólo puede remediar lo que la medicina le permite.

– ¿Ha dicho que… su señoría… tenía hermanos? -Había preguntado Kirsty cautelosamente.

– El hermano que nosotros conocimos era un poco… imprevisible -les había dicho la señora-. Y se casó con una chica que era incluso peor que él. Tuvieron dos hijos, Rory y Kenneth. Los chicos nacieron aquí, pero poco después la familia se marchó. Los muchachos solían venir aquí de vacaciones, para darles un poquito de estabilidad. Deirdre y Angus los adoraban, pero por lo que oí, Kenneth se parecía mucho a su padre y no era amante de la paz. Se peleaba todo el tiempo con Rory. Y, finalmente, Rory se marchó a América para alejarse de él. Hace un par de meses nos enteramos de que había muerto en un accidente de tráfico. Su señoría se quedó destrozado. Kenneth todavía sigue visitándole, pero a la gente de por aquí no nos gusta. No le llamaremos lord Kenneth cuando muera Angus, eso está claro.

– Pero… Angus todavía es conde -había susurrado Susie, aturdida por aquello.

– Parece un poco ridículo, ¿verdad? A él no le gusta que se le llame así. Dice que «Angus» es suficiente para él. Pero entre nosotros nos gusta llamarle lord Angus, o lord Douglas cuando hablamos formalmente. Lo que Deirdre y él hicieron por nuestro pueblo… es muy prolijo de contar. Esperad a ver su casa. Nosotros, de broma, lo llamamos el castillo de Loganaich. ¿Necesitan encontrarlo? Les dibujaré un mapa.

Susie casi había regresado a casa y, en aquel momento, sentada en el coche frente al castillo, miró a su hermana gemela con los ojos más sombríos que nunca.

– Kirsty, ¿qué estamos haciendo aquí? Regresemos a América. Ha sido una tontería venir.

– Hemos llegado muy lejos, y sabes que no podemos regresar a América en este momento. Ninguna compañía aérea te permitiría volar hasta que no nazca el bebé. Vamos a buscar un lugar donde pasar la noche y volvamos por la mañana.

– Volvamos a Sidney por la mañana.

– Susie, no. No puedes perder todo vínculo con Rory.

– Ya lo he hecho. Y oíste a la encargada de la oficina de correos; Rory había perdido cualquier vínculo con su tío.

– Rory hablaba con cariño de Angus y de su tía. La mujer de correos dijo que Angus se quedó destrozado al enterarse de que Rory había muerto. Tienes que verlo.

– No.

– Susie, por favor.

– Las puertas se están abriendo de nuevo -dijo Susie sin inmutarse-. Alguien está saliendo. Tenemos que marcharnos.

Kirsty se dio la vuelta para ver qué ocurría, y vio un Land Rover polvoriento salir del patio delantero. Su coche estaba bloqueando la salida y el Land Rover tuvo que detenerse.

Kirsty arrancó el coche y miró de nuevo al Land Rover. El hombre que le había cerrado la puerta en las narices iba al volante, llevando al perro sentado a su lado.

Kirsty dudó qué hacer y pudo ver cómo el hombre comenzada a enfadarse. Entonces miró a su hermana, que tenía la desesperanza reflejada en la cara, y decidió que no la llevaría a aquel lugar al día siguiente. Deseaba con todas sus fuerzas que su hermana volviese a estar llena de vida como hacía un año. Realmente enfadada, apagó el coche.

– ¿Qué…? -Comenzó a preguntar Susie.

Pero Kirsty ya había salido del coche, habiéndose olvidado del charco que había justo debajo y llenándose de fango hasta los tobillos.

Pero apenas se percató de ello; estaba furiosa al ver que él le había chascado los dedos, lo que provocó que toda la tensión que ella había estado conteniendo durante los últimos meses explotara. Se acercó al Land Rover y abrió la puerta del conductor con tal fuerza que casi la arranca.

– Está bien -le dijo al hombre-. Salga del coche. Quiero algunas respuestas y las quiero ahora.

* * *

Debía haber regresado a casa hacía dos horas.

El doctor Jake Cameron había pasado todo el día arreglando problemas, problemas que todavía tenía delante, antes de poder marcharse a su casa aquella noche. Sus chicas le estaban esperando. Las gemelas eran estupendas, pero él había llevado su paciencia al límite. La señora Boyce tendría que volver a acostarlas aquella noche y estaría enfadada.

Pero no podía salir de allí, ya que el coche de la mujer estaba taponando el camino.

– ¿Qué quiere decir con eso de que «quiere respuestas»? -Preguntó fríamente, saliendo del coche.

Ella había dicho que era familia de Angus, pero él no la había visto nunca; si lo hubiera hecho se acordaría. Era alta, delgada, con ojos marrones claros y con un brillante pelo color caoba. Tendría casi treinta años y era adorable.

– Mi hermana y yo hemos venido desde Nueva York para visitar al señor… a lord Douglas -espetó ella-. Necesitamos ver al conde.

– Quiere decir a Angus -sólo se había referido a Angus como a su señoría para intimidarlas. Como no había funcionado, volvió a referirse a él como Angus. Su amigo.

– Mi hermana no está bien -volvió a espetar ella.

– Nadie está bien -dijo él amargamente-. Y sólo estoy yo para encargarme de ello. Tengo que visitar tres casas más antes de cenar. ¿Puede mover su coche, por favor?

– ¿Es usted médico?

– Sí. Soy el doctor Jake Cameron, el médico de Angus.

– No tiene el aspecto de ser médico.

– ¿Querría que fuera con bata blanca y con un estetoscopio? ¿Aquí? Hace una hora estaba apartando vacas de la carretera, ya que bloqueaban el camino.

– Pensé que quizá usted fuese un sobrino.

– Desde luego que es usted un familiar cercano -dijo él con sequedad-. ¿Necesita su hermana atención médica?

– No, pero…

– Entonces, por favor, mueva su vehículo. Llevo dos horas de retraso y usted me está retrasando aún más.

– ¿Hay alguien más con quien podamos hablar?

– Angus está solo.

– ¿En esa enorme casa?

– Está acostumbrado a estarlo -dijo él-. Pero si le contenta, él no va a estar mucho más tiempo aquí. Mañana va a ser trasladado a la residencia de Dolphin Bay. Será mucho más fácil ir a visitarle allí, ¿no le parece? Pero si está planeando presionarle para que cambie su testamento, no se moleste. Si le acerca algún abogado, telefonearé a la policía.

– ¿Por qué está siendo tan desagradable?

– No estoy siendo más desagradable de lo que tengo que ser. Angus está harto de la presión familiar, y yo tengo mucha prisa.

– Pues sea agradable rápidamente y dígame por qué no podemos ver al conde.