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– Sí, señorita -dijo Jake, sonriendo.

Entonces le examinó las vértebras a Susie.

– ¿De cuántos meses está?

– De ocho -respondió ella-. Me quedan cuatro semanas.

– Ya ha tenido una falsa amenaza de parto -murmuró Kirsty.

– Y decide ir de viaje -dijo él secamente-. Muy sensato.

– Métase en sus asuntos -espetó Kirsty.

– Sé agradable -le dijo Susie a su gemela.

Pareció que aquello sorprendió a Kirsty, como si no estuviera acostumbrada a que su hermana hablara por ella misma.

– ¿Ha volado desde Estados Unidos a Australia a los ocho meses de embarazo? -Preguntó Jake a Susie.

Pero ésta no respondió.

– Vinimos hace un mes. Pensamos que a Susie le podía ayudar si encontraba al tío de Rory, Angus, y hablaba con él sobre Rory. Pero Susie tuvo una amenaza de parto y ha transcurrido un mes antes de que hayamos podido dejar Sidney en condiciones de seguridad. Pero ya es suficiente el interrogatorio. ¿Le parece si levantamos a Susie de aquí?

El enfado y la angustia de Kirsty eran palpables; pero se culpaba a ella misma.

Jake ayudó a Susie a sentarse.

– Despacio. No haga movimientos bruscos.

– Este médico es casi tan mandón como lo eres tú. Es agradable -entonces Susie se dirigió a Jake-. Pero sea autoritario con Kirsty; ella necesita más autoridad que yo.

– Me encargaré de su hermana cuando haya terminado con usted -dijo Jake, mirando a ambas hermanas y dándose cuenta de que ocurría algo más.

– ¿Le duele alguna otra parte de su cuerpo?

– Mi orgullo -dijo Susie-. Tengo barro por todas partes.

– ¿Podemos llevarla dentro? -Exigió saber Kirsty, con la tensión reflejada en la voz.

Jake tomó a Susie en brazos; a pesar de su embarazo, estaba tan delgada que preocupó al doctor aún más.

Kirsty puso la silla de ruedas derecha, pero él se dirigió hacia la puerta.

– Oiga -dijo Kirsty-. Póngala aquí.

– La silla está húmeda -dijo él lleno de razón.

– No puede llevarla.

– ¿Por qué no?

– Deberías decir: «suelte a mi hermana, señor» -le dijo Susie a su hermana.

Kirsty se quedó con los ojos abiertos como platos. Parecía que no estaba acostumbrada a que su hermana siquiera hablara, por no mencionar que bromeara.

– Mi estupidez con el coche os bloqueó el camino -le dijo Jake a Kirsty, dirigiéndole una mirada tranquilizadora. Le estaba pidiendo que se relajara.

– Bueno, si cree que puede soportar el peso…

Kirsty estaba tratando de sonreír, pero Jake podía notar lo tensa que estaba.

– Los médicos australianos somos muy fuertes.

– ¿Los médicos australianos tienen que entrenar levantando pesas?

– Es parte de nuestro entrenamiento… justo tras aprender dónde están los pulmones. Pero si quiere ver a alguien fuerte… tengo entendido que el hombre al que están a punto de conocer fue un campeón sin precedente de lanzamiento de troncos cuando era joven. Nuestro lord Angus es pequeño pero fuerte.

– ¿Y cómo se lanzan los troncos? -Preguntó Susie, desconcertada.

– ¿Quién sabe? Eso es un secreto escocés. No sé de esas cosas. Pero entre usted y yo, no creo que sea el mejor deporte para una mujer en su estado.

Susie se rió, y Kirsty dio un grito ahogado, imaginándose la situación, y los tres se dispusieron a entrar en el castillo de Loganaich.

* * *

Él había hecho que su hermana sonriera.

Kirsty ayudó a Susie a lavarse y desvestirse, la arropó entre las sábanas de la cama más lujosa que jamás hubiera visto, y se apartó para que Jake pudiese examinarla. Éste lo hizo a conciencia, como si tuviese todo el tiempo del mundo.

Él había hecho reír a Susie.

Normalmente, que la examinaran de aquella manera hubiera hecho que Susie se subiera por las paredes, pero en aquella ocasión lo toleró totalmente e incluso rió un poco más.

Nunca se reía aquellos días.

Aquel hombre bromeaba de una manera tan sutil que era justo lo que Susie necesitaba.

No. Él era lo que ella necesitaba. Por primera vez en meses la gran responsabilidad de la salud de su hermana había pasado a otra persona.

Quizá se podrían quedar allí durante un tiempo.

– ¿Cuándo comiste por última vez? -Estaba preguntando Jake a Susie.

Kirsty observó que Susie estaba en la cama, sonriendo al médico, ante lo que ella misma sonrió.

– ¿Cuándo comiste por última vez? -Volvió a preguntar Jake.

– Hum… al medio día. Hace cuatro o cinco horas -respondió Kirsty al ver que su hermana no lo hacía.

– ¿Y qué comiste, Susie?

– Un sándwich -respondió Susie.

Kirsty fue a decir algo, pero Jake la miró, pidiéndole con los ojos que guardara silencio.

– ¿Te comiste todo el sándwich, Susie?

– Yo…

– Dime la verdad -dijo él, sonriendo. Estaba claro que sabía la verdad.

– Me comí la mitad -susurró Susie-. Bueno, quizá un cuarto.

– ¿Hay alguna razón por la que no comes?

– Comer me hace sentir enferma.

– ¿Te ha ocurrido lo mismo desde que murió tu marido?

Se creó un silencio en la habitación. Aquella pregunta era casi impactante.

– Sí.

– ¿Has hablado con un profesional sobre tus problemas alimenticios?

– ¿Por qué debería hablar con nadie sobre ello? -Susurró Susie-. Kirsty insiste una y otra vez…

Kirsty fue a decir algo, pero de nuevo Jake le hizo callar con la mirada.

– ¿No te parece que el no comer sea un problema? -Preguntó el médico a Susie.

– No.

– ¿Es eso verdad? ¿No es un problema?

– La única persona que piensa que es un problema es Kirsty. Se preocupa. Es simplemente que no me apetece.

– Supongo que no te apetecen muchas cosas…

– En eso tienes razón -dijo Susie amargamente-. Pero la gente me insiste una y otra vez…

– Sabes, Susie, creo que necesitas un descanso -dijo Jake con delicadeza-. Para empezar, tu presión sanguínea es más alta de lo que debería y necesitamos que baje a sus niveles adecuados.

– No voy a ir al hospital.

– No he sugerido que lo hagas -dijo él sin alterarse-. Pero si crees que puedes soportar vivir a lo pobre en este lugar durante un tiempo…

– ¿Aquí?

– Eres familia de Angus. Estoy seguro de que él estará encantado de tenerte aquí durante una semana o algo así. Voy a hablar con él sobre ello, ¿te parece? Pero mientras tanto, necesitas comer y después dormir.

– No tengo hambre.

– Sabes, estoy seguro de que sí tienes -dijo Jake-. Yo cocino la mejor tortilla del mundo.

– No comprendo -se quejó Susie.

– ¿Pero te comerás mi tortilla? Me dolería si no lo hicieras.

Kirsty pensó que ella misma le había preparado muchas comidas a Susie que ésta ni siquiera había probado. Miró a Jake y se percató de que él la estaba mirado con unos ojos grises que reflejaban calma.

– También prepararé para tu hermana -le dijo a Susie.

Kirsty se ruborizó.

– Yo me prepararé la cena -dijo ella-. Si el tío Angus dice que puedo hacerlo. Después de todo, éste es su castillo, ¿no es así?

– Desde luego que sí -dijo Jake con gravedad-. Susie, si nos perdonas, voy a presentarle a Angus a tu hermana. Te disculparemos. Lo podrás conocer por la mañana.

* * *

– ¿Con qué derecho…? -Kirsty estaba casi enmudecida, pero en cuanto salieron de la habitación recuperó el habla de una manera casi agobiante-. ¿Con qué derecho invita a Susie a que se quede un tiempo con un hombre que ni siquiera conoce? ¿Con un tío que se está muriendo? ¿Es usted su médico o su cuidador? ¿Quién es usted? ¿Y no tenía antes tanta prisa?

– Soy su médico y su amigo -dijo Jake-. Tenemos a nuestro alcance salvar tres vidas, doctora McMahon, y basándome en eso, ¿quién soy yo para quejarme por llegar más tarde de lo que ya lo voy a hacer?