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– No comprendo.

– Susie, su bebé y Angus -explicó Jake mientras se dirigía por los pasillos del enorme castillo hacia la habitación del conde-. No es un palacio muy lujoso -comentó-. La esposa de Angus tenía grandes ideas -dijo, subiendo por las escaleras-. Pero cuando la mansión estuvo construida, Angus dijo que ya era suficiente. Es rico, pero no estúpido. Un día este palacio será un hotel para turistas… simplemente las vistas hacen que valga millones. No escatimó dinero en la construcción en sí, pero la decoración es otra cosa. Así que tenemos un espectacular salón de baile con una estupenda araña de luces… de plástico.

Kirsty pensó que era increíble… pero estupendo.

– ¿Le importa explicarme qué está haciendo, viajando con una mujer que está embarazada de ocho meses? Con una mujer que tiene la espalda destrozada y que es anoréxica. ¿Qué locura le impulsó a traerla al otro lado del mundo? No estoy diciendo tonterías cuando digo que estamos trabajando en salvar tres vidas. Ella está poniendo en riesgo su vida y la de su bebé.

– ¿Cree que no lo sé? Mi hermana hubiera muerto si no la hubiese traído hasta aquí.

– ¿Por qué?

– Usted puede darse cuenta. Se enamoró tan perdidamente de Rory que no le importaba nadie más y, cuando él murió, ella quería morirse también. Creo que todavía quiere.

– ¿Está tomando tratamiento para la depresión?

– Se niega a hacerlo. No puede tomar antidepresivos por el bebé. No habla sobre Rory. Simplemente se sienta. Yo esperaba que trayéndola aquí, donde la gente conocía a Rory, quizá rompiera su silencio.

– Ha dicho que ella es paisajista.

– Eso es parte del problema -explicó Kirsty-. Susie no está en forma como para trabajar. No tiene nada, así que simplemente se sienta a pensar en lo que ha perdido.

– Todavía tiene el bebé -dijo Jake-. No ha sido una tragedia completa.

– Es muy fácil decir eso -dijo Kirsty.

– Lo siento.

– ¿Dónde vamos?

– A que conozca a Angus.

– Usted dijo que estaría dormido.

– Dije que se habría ido a la cama, que es diferente. Estará esperándonos.

– ¿Está tan enfermo que ni siquiera puede salir a comprobar qué está pasando?

– Es un poco como Susie -explicó Jake, cuyo tono de voz se dulcificó-. Debería estar en una habitación de la planta de abajo, pero se niega. Se niega a cualquier cosa que pueda ayudarle. Simplemente se sienta y espera.

– ¿Le queda poco para morir? -Preguntó ella sin rodeos.

– Antes de que usted y su hermana llegaran, hubiera dicho que era cuestión de semanas. Incluso días. Cuando vaya a la residencia supongo que perderá sus últimas ganas de vivir. Este lugar es lo único que le da vida.

– ¿Este castillo?

– No. El castillo Loganaich le gusta pero, aunque él lo construyó, es obra de su esposa. Él no lo ama. Su huerto es otra cosa. Pero ahora…

– ¿Ahora?

Pareció que Jake se paró a pensar un momento antes de seguir hablando.

– Ahora tenemos una paisajista y un médico a mano -dijo por fin-. ¿Quién sabe la diferencia que eso puede suponer?

Entonces entraron en la habitación del conde. Angus mostraba todos los síntomas de un deterioro pulmonar. Al verlos entrar se levantó para recibirlos; era un hombre débil que necesitaba un bastón para poder andar.

– Aquí está mi visita -dijo Angus, obviamente alegre-. Pero no…

Kirsty le tendió la mano y él observó que no llevaba anillo.

– ¿No es la viuda de Rory? Jake ha cometido un error, ¿verdad? Rory nunca se casó.

– Sí que lo hizo -dijo Kirsty, confundida.

– Pero usted no…

– Fue mi hermana la que se casó con su sobrino -aclaró ella.

– Ella no está aquí.

– Susie está aquí, pero está enferma -dijo Jake con suavidad-. La hemos acostado. Está agotada.

– ¿Está enferma? -Preguntó el conde, preocupado por Susie.

– Mi hermana tiene muchas ganas de conocerle -dijo Kirsty-. Parece que Jake piensa que está bien que nos quedemos a pasar la noche.

– Pues claro que sí.

– No le molestaremos. Y nos marcharemos a primera hora de la mañana.

– ¿Tan pronto? -La alegría que había reflejado la cara de Angus se desvaneció.

– No queremos molestarle.

– Nadie quiere molestarme -espetó el conde, tan severamente que le provocó tos-. ¿Por qué no me dijo Rory que estaba casado? ¿Por qué tampoco me lo dijo Kenneth?

Kirsty no tenía respuestas.

– Quizá Susie sepa más de lo que yo sé -murmuró-. Puede hablar con ella por la mañana -entonces miró a Jake, vacilante, para a continuación volver a mirar a Angus.

– Es… es… -trató de decir el conde, pero todo aquello era demasiado para él. Se echó sobre las almohadas de la cama y jadeó.

– Necesita oxígeno -dijo ella con urgencia, dándose la vuelta hacia Jake-. ¿Por qué no se le está suministrando oxígeno? Está claro que ayudaría.

– Gracias, doctora McMahon. Eso quiere decir que en Estados Unidos se ha oído hablar del oxígeno, ¿no es así?

– Lo siento -se disculpó ella-. No es asunto mío. Angus… su… lo siento, no sé cómo referirme a usted.

– No he hecho las presentaciones -dijo Jake-. Doctora Kirsty McMahon, éste es Su Eminencia, el conde de Loganaich.

Kirsty frunció el ceño, para a continuación esbozar una cautelosa sonrisa dirigida a Angus.

– Saber cómo llamarle hace todo más fácil.

– Llámame Angus -logró decir, sonriendo a su vez. Pero entonces comenzó a jadear de nuevo.

– Angus, tienes que dejar que te ayude -dijo Jake con la preocupación reflejada en la voz-. Angus no quiere usar oxígeno -añadió-. Sé que no es problema suyo, doctora McMahon, pero como ha surgido el tema, podemos darle una respuesta a la doctora, ¿no te parece, Angus?

– No -jadeó el conde, luchando para poder respirar.

– Angus no usa oxígeno porque ha decidido morir -dijo Jake-. Como tu hermana. Como Susie.

– ¿Susie quiere morir? -Preguntó Angus, jadeando-. ¿La esposa de Rory quiere morir? ¿Por qué?

– Supongo que por la misma razón que tú -masculló Jake-. Porque no encuentra motivos para seguir adelante.

Entonces el conde comenzó a toser y Jake le tomó la mano, agarrándola con fuerza.

– Angus, déjanos ayudarte. Deja de ser tan testarudo.

Kirsty respiró profundamente y miró de reojo a Jake, decidiendo actuar.

– Usted sabe, por el aspecto que tiene, que si no toma oxígeno, podría morir durante la noche -dijo ella-. Susie ha viajado desde la otra parte del mundo para conocerlo. Estaría tan afligida.

– Yo no… no es probable que muera durante la noche.

Kirsty volvió a mirar a Jake, pero éste se había apartado, señal de su aprobación ante aquello.

– Jake le ha dicho que soy médico.

– Sí, demasiados de esa especie.

– Quiere decir que dos son demasiado -intervino Jake-. Hasta que usted llegó, yo era el único médico que había en cientos de millas. No sé por qué dice que hay demasiados médicos, cuando ni siquiera accede a ver a un especialista…

– No hay ningún motivo para hacerlo -jadeó Angus-. Me estoy muriendo.

– Así es -dijo Kirsty casi cordialmente-. ¿Pero no cree que morirse esta noche, cuando Susie ha recorrido todo ese camino para verlo, sería un poco egoísta por su parte?

A Kirsty le pareció oír que Jake se reía.

– ¿Egoísta? -Angus respiró con dificultad-. Yo no soy… yo no soy egoísta.

– Si deja que el doctor Cameron le administre oxígeno, sin duda vivirá hasta mañana. O incluso durante un año o más.

– No me moriré esta noche. No tendría tanta suerte.

– Tiene los labios azules. Eso es un signo muy malo.

– ¿Cómo lo sabe?