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El comedor estaba listo para recibir a los invitados. Bob se comportaba como un perro bien educado, y Shuli estaba cenada, bañada y llevaba su vestido nuevo.

Jane se recogió el pelo en la nuca con un pasador de ébano y se observó con ojo crítico en el espejo. Se alisó el sencillo vestido de punto gris y se puso el anillo de diamantes que le había regalado Mark junto a la alianza.

Pero aquello no bastaría. Su madre era muy observadora. Y su padre, que llevaba treinta años ejerciendo la medicina, tenía una aterradora capacidad de percibir cualquier cosa que no marchase bien. Por eso dedicó los últimos quince minutos a erradicar hasta el mínimo rastro de su presencia en la habitación de invitados.

Pero haría falta algo más, dado que su madre querría ver toda la casa. Se deslizó en el dormitorio de Mark, y su corazón golpeaba contra su pecho como si fuera una ladrona. Dejó el cepillo de plata que había heredado de su abuela sobre la antigua cómoda y añadió unas cuantas horquillas y un tarro de crema hidratante. A continuación pasó al baño y puso su cepillo de dientes junto al de Mark.

Finalmente se volvió hacia la cama. El ligero beso que él había posado sobre su frente había disparado su imaginación, y por un momento apretó el provocativo camisón de seda contra su mejilla e imaginó que Mark deslizaba los tirantes sobre sus hombros hasta que la prenda caía silenciosamente al suelo sobre sus pies. El acariciaba su cuerpo, la tomaba en brazos y la tendía sobre la enorme cama que dominaba la habitación…

El ruido de los neumáticos del coche de su padre al pisar la gravilla del sendero la sacó de su ensoñación. Sin perder un momento puso el camisón bajo una de las almohadas de modo que se viera sobresalir ligeramente. Entonces sonó el timbre de la puerta y corrió escaleras abajo.

Mark vio aparecer a Jane en el salón. Por un momento experimentó la misma sorpresa que cuando la había visto aquella misma mañana. Sintió el impulso de decirle que estaba preciosa, pero probablemente ella se lo habría tomado como una cortesía, y no era eso lo que pretendía.

– Creía que ibas a ponerte el mismo vestido que ayer -dijo en cambio.

– El vestido de ayer no es adecuado, Mark. Me queda un poco ancho. Sin embargo este cumple a la vez dos funciones -explicó ella pasándose una mano por la plana superficie de su abdomen. Era un gesto inocente, pero Mark no pudo evitar fijarse en su esbelta cintura y en las suaves curvas de sus caderas-. No oculta nada, y de esa forma ratificará lo que le dijiste a mi madre, que no estoy embarazada.

– ¿Qué? Ah, sí -Mark hizo un esfuerzo por dejar de pensar en su cuerpo-. Pero has dicho que cumplía dos funciones.

– Nada distraerá su atención de esto -Jane levantó la mano izquierda y movió los dedos mostrando los diamantes-. Todo el mundo sabe que no hay nada como el carbono puro para demostrar la sinceridad de los sentimientos de un hombre.

El timbre volvió a sonar.

– ¿Sabes? Estoy muerto de miedo -confesó Mark-. ¿Quieres darme la mano?

– ¿Cómo, así? -inquirió ella tomándola entre sus dedos.

– No, creo que deberíamos ser más convincentes -dijo él atrayéndola hacia sí y pasándole un brazo por los hombros antes de abrir la puerta.

Apretada contra la camisa recién planchada de Mark, Jane sintió el contacto de su cuerpo, el suave perfume de su aftershave, la calidez de la mano que la atraía hacia sí, y tuvo que hacer un esfuerzo sobrehumano para recuperar el habla.

– Mamá, papá, os presento a Mark.

CAPITULO 8

H

UBO UN breve momento de tensión cuando Mark estrechó la mano a sus padres. -Oh, ven aquí -exclamó su madre a continuación, dándole un gran abrazo-. Estás maravillosa. ¿Y quién es esta niña?

Shuli, escondida tras las piernas de su padre, se mostraba cohibida, pero Bob llegó meneando la cola a recibir a los invitados, y Jane aprovechó el momento para sacarlo al jardín. Su padre la siguió.

– Tu madre estaba muy preocupada, Jane -dijo mientras observaban a Bob perseguir a una mariposa-, pero ahora veo que se equivocaba. Nunca te había visto tan feliz.

Lo era. Y resultaba tremendamente patético que un simple beso y el brazo de Mark alrededor de sus hombros hicieran que el mundo pareciera maravilloso.

– Sí, todo es… -hizo un gesto con el brazo abarcando todo lo que los rodeaba- es maravilloso.

– Entonces me siento feliz por ti, aunque no haya podido llevarte del brazo al altar.

Por suerte Bob eligió aquel momento para volver corriendo y demostrarles su alegría.

– ¡No, Bob! ¡Abajo! -Jane se lo sacudió de encima-. Lo siento, es nuevo. Estaba abandonado.

– Está feliz con su nueva familia -intervino Mark, que llevaba una bandeja con champán y copas-. Y entiendo cómo se siente -descorchó la botella y sirvió las copas-, Jennifer… Harry…

– Gracias. Estaba diciéndole a Jane que sentía no haberla llevado al altar, como a sus hermanas.

Mark dio a Jane su copa con una mirada que hizo que le ardieran las entrañas.

– Lo siento, pero no podía esperar -dijo con una gran sonrisa.

En aquel momento Jane recordó que todo era una pantomima. Como el brazo alrededor de sus hombros. De repente el mundo perdió todo su brillo. Respondió automáticamente al brindis de su padre, y tras dar un sorbo a su copa la dejó sobre la mesa para tomar en brazos a Shuli.

– ¿Jane?

Todos estaban mirándola.

– Perdón, ¿decíais algo?

– Les estaba diciendo a tus padres que deberían quedarse a pasar la noche. Diles que tenemos espacio de sobra. Es absurdo que se vuelvan esta noche en el coche hasta su casa.

Jane estuvo a punto de ahogarse con el champán. ¿Mark no se daba cuenta de lo que estaba haciendo? Una cosa era mostrarse convincente, y otra buscar problemas.

– De verdad, no podemos -dijo su padre, antes de que su madre se dejase convencer-. Tengo que trabajar mañana, pero tenéis que venir un fin de semana a vernos para que Mark conozca al resto de la familia y lo celebremos adecuadamente. A Shuli le encantará. Habrá muchos niños, y estamos a la orilla del mar.

– No podemos dejar solo a Bob -intervino Jane antes de que Mark dijera alguna estupidez.

– Podéis traerlo. Un perro más no se notará. Y en la playa podrá desfogarse. ¿Qué tal dentro de dos semanas?

– Me parece maravilloso -dijo Mark sin darle tiempo a inventar otra excusa-. Shuli no tiene primos, será algo totalmente nuevo para ella. ¿No crees, Jane?

Era exactamente lo que ella había dicho desde el principio. Shuli necesitaba una familia, y la suya era perfecta. De no ser por el pequeño detalle de que su matrimonio era una farsa.

– ¿No tienes familia cercana, Mark? -intervino su madre.

– Mi madre y una hermana. Las dos están muy ocupadas arreglando el mundo, y no tienen demasiado tiempo para algo tan trivial como la vida familiar. Y la madre de Shuli era hija única. Sus padres murieron en un accidente cuando era pequeña y la crió su abuela. De modo que Shuli y yo siempre hemos estado solos… Hasta ahora.

– Bueno, quizá Shuli tenga pronto un hermanito -sugirió su madre.

– Por Dios, Jennifer, deja respirar a tu hija -dijo su padre, cambiando de conversación con su destreza habitual-. Una maravilla de casa, Mark. No esperaba que vivierais en una casa antigua. He visto algunos de tus diseños, y me imaginaba que tendrías una ultramoderna y minimalista de cristal y acero, algo en la línea de tu trabajo.

Solo Jane reparó en la imperceptible expresión de dolor que atravesó el rostro de Mark.

– Si me disculpáis, voy a ver qué pasa con la cena -dijo simplemente antes de desaparecer en la casa.

– Yo voy a acostar a Shuli. Mamá, ¿quieres acompañarme? Te enseñaré la casa.